The King of Kong: Aquellas monedas de cinco duros

CarátulaCuando a principios de los 80 los primeros videojuegos llegaron a los billares aquello fue una revolución que poco a poco fue instalándose en nuestras vidas. Tal fue la inmersión que lo que por entonces se conocía como “billares” poco a poco pasaron a ser coloquialmente conocidas como “salas de máquinas”, o si nos ponemos más anglosajones “salones arcade”. Aquellos primeros videojuegos fueron sustituidos sucesivamente por otros cada vez más vistosos y complejos, pero su sencilla mecánica de juego y su poder adictivo consiguieron ganarse un hueco en el corazón de mucha gente. De ahí que todavía haya un nutrido número de jugadores que siguen jugando a esos videojuegos clásicos, o vintage si queremos ponernos en plan fino. Hasta tal punto llega la pasión que se siguen celebrando torneos y se registran récords mundiales que los jugadores tratan de superar creándose incluso rivalidades entre los contendientes. Precisamente una de esas rivalidades fue la que motivó a Seth Gordon para crear el documental The King Of Kong (The King Of Kong: A Fistful Of Quarters, 2007).

Llegados a este punto, me imagino que más de uno ya habrá abandonado la lectura de este artículo, ya que pensará que nada puede interesarle de un documental sobre videojuegos. Gran error por su parte, ya que aunque es cierto que yo lo descubrí buscando reportajes sobre videojuegos clásicos, lo que me encontré fue algo que va más allá y que recomiendo adentrarse en él olvidándose del argumento. Simplemente pulsar play y predisponerse a descubrir a una serie de estrafalarios personajes que estoy seguro que te harán reír hasta la carcajada.

Primero centrémonos en el objeto de esta historia: la máquina arcade Donkey Kong (Nintendo, 1981), nacida de la mente creativa de Shigeru Miyamoto y que pasa por ser una de las más difíciles de aquella época. Todo un reto en el que Jumpman (que luego sería renombrado como Mario) tratará de rescatar a Pauline de las garras de Donkey Kong, mientras esquiva los barriles que le lanza el mono. Básicamente ese es el campo de batalla donde se enfrentaran Steve Wiebe y Billy Mitchell.

Steve Wiebe es un profesor de secundaria, que al quedarse en paro y pensar en qué podría hacer para ocupar tanto tiempo libre llega a la conclusión a la que llegaríamos cualquiera: jugar al Donkey Kong y tratar de batir el récord mundial. Ante tal alarde de lógica, Wiebe se compra su máquina arcade, la ubica en su garaje y comienza su obsesión por batir el récord mundial. Pese a este comienzo, rápidamente comenzaremos a cogerle cariño por tratarse del típico perdedor simpático, el hombre al que todo le sale mal, el que cuando monta una banda de música sólo va su familia a verle y cuando juega al béisbol se lesiona en el partido más importante. Su mujer, ante la sorpresa del espectador, le apoya totalmente en su nueva empresa, su última oportunidad para destacar en algo. Alucinante.

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Billy Mitchell.
Le odiarás y le amarás al mismo tiempo

Billy Mitchell era el campeón oficial. Definir a Mitchell en pocas palabras es tarea ardua, porque es EL PERSONAJE, así, con mayúsculas. Quizá lo más acertado sería que es algo así como un predicador de televisión americana metido a jugador con exceso de ego. Porque otra cosa no, pero verborrea para hablar de sí mismo y grandilocuencia para describir sus logros no le falta. Es alguien encantado de haberse conocido, un hombre de sedosa melena al viento, cuidada barba de dos semanas y una llamativa corbata con la bandera americana, cuando no lleva una de la estatua de la libertad u otra por el estilo. Premiado como jugador del siglo XX entre otras cosas por haber conseguido una partida perfecta de Pac-Man (Namco,1980), que consiste en coger todos los puntos, todas las frutas, comerse a todos los fantasmas y superar las 255 pantallas de las que consta el juego sin perder una sola vida, en la siguiente pantalla el juego no da más de sí y se corrompe, siendo incapaz de continuar, y si quien juega es Billy Mitchell yo creo que se auto destruye para no tener que aguantarle más. Además, a Mitchell no le valía cualquier día para tal “proeza”, no. Esperó al 4 de julio para darle aún más pompa al asunto.

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Steve Wiebe y Billy Mitchell ¿frente a frente?

Lo de Mitchell terminaría ahí si no fuera porque tiene tras de sí una ristra de admiradores que le adulan hasta límites insospechados. Lo malo es que todos ellos conviven bajo lo que se denomina Twin Galaxies y que pasa por ser la página oficial de los récords (denominación que le otorga el propio Guiness). Con dicha organización topará Steve Wiebe cuando osa batir el récord de Mitchell, grabarlo en vídeo y mandárselo por correo. A partir de ahí el documental se desmelena y ante nuestros asombrados ojos veremos cómo acusan a Wiebe  de tramposo y llegan a entrar en su casa para desmontar la máquina e investigar la placa en busca de posibles modificaciones. Una insignificante goma chamuscada en uno de los laterales y un remite de un paquete, que une a Wiebe con un enemigo declarado de Mitchell, será suficiente prueba para que el jurado (siendo uno de ellos el propio Mitchell) anule la puntuación de Wiebe ante su desolación. En este momento sale de nuevo Billy Mitchell a la palestra para otro de sus risibles discursos diciendo que los récords grabados en vídeo no valen nada, que donde hay que demostrar la valía es en las partidas con público ¡Ahí se ve quién vale y quién no! Pues nada, que Webie se lo toma a pecho y reta a Mitchell a un desafío en vivo en Funspot (algo así como el último salón arcade de EEUU y sede de Twin Galaxies).

Aquí es cuando la emoción se dispara y las risas también, porque aparece el remitente del paquete que encuentran en el garaje de Wiebe, un hombre que se hace llamar así mismo Mr. Awesome (Señor Increíble) y, sobre todo, hace acto de presencia Walter Day, fundador de Twin Galaxies y árbitro de videoj…  un momento, que esto merece escribirse así: ¡árbitro de videojuegos! Un pedazo de friki vestido como si fuese un árbitro y que en sus ratos libres compone canciones country… Otro “personajazo” que habla de Billy Mitchell como si fuese JFK.

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Sí, es árbitro de videojuegos
y sí, se cree importante.

Así que lo que veremos en este documental será lo mucho que puede llegar a obsesionarse el ser humano, cómo llega a crear grupos endogámicos que recelan de cualquier elemento externo, o hasta qué punto puede crecer el ego, creyéndose por encima del bien y del mal. Todo está muy bien contado y de forma muy amena, Seth Gordon no recela de ningún elemento, dando rienda suelta a la fauna de la que dispone sin ponerles trabas, dejándoles expresarse como quieran, y ese es su mayor acierto. Porque lo atrayente de este documental es, precisamente, descubrir a una serie de personas que la inmensa mayoría de la humanidad calificaría como marcianos. Personas que llegan a derramar lágrimas de frustración ante una partida que no ha salido como ellos quisieran, algo que hay que verlo para creerlo. Si le dais una oportunidad no creo que lleguéis a arrepentiros.

El documental puede considerarse que fue un éxito y fue nominado por la asociación de críticos de Chicago como mejor documental del 2007. Lo que no estaba previsto fue la repercusión que tuvo con el tiempo, y es que propició la llegada de cientos de nuevos y talentosos jugadores que han ido relegando en la tabla de récords a Steve Wiebe y a Billy Mitchell. Pero a los que hemos visto el documental nos da igual, como dice el propio Billy Mitchell: “ni Helena de Troya consiguió tanta expectación”.

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