Celtic Frost: «Into the Pandemonium» (I)

LA MIRADA DE NOSTRADAMUS

1987 fue un año clave en la progresión de los estilos más extremos de la religión metal. En aquel año, Anthrax, Death y Celtic Frost fueron tres de los grupos que más hicieron por proporcionar un chute de originalidad, del que los suizos fueron los máximos culpables. La razón, ‘Into the Pandemonium’, a día de hoy, todavía el kilómetro cero para miles de bandas nuevas.

MUDANDO DE PIEL

Si hay una banda que, dentro de la ortodoxia del metal más agresivo, amplió horizontes a mediados de los 80, ésa fue Celtic Frost. Si en ‘Morbid Tales’ y ‘To Mega Therion’ habían tendido puentes hacia la consolidación de la materia death metal, su siguiente paso iba a llegar aún más allá, uno que borrara de una vez la sombra de Hellhammer, su anterior encarnación. “De vuelta en 1984 y 85, cuando Martin Eric Ain y yo grabamos los primeros dos álbumes de Celtic Frost, ‘Morbid Tales’ y ‘To Mega Therion’, Hellhammer nos sobrevivió, casi como si se tratase de una maldición”, recuerda Thomas Fischer. “A pesar de que Hellhammer era la razón por la que habíamos pensado en nuestras metas y concebido Celtic Frost, las sombras de Hellhammer seguían siendo siendo piedras muy grandes en nuestro camino. Muchas voces veían a Celtic Frost como a la misma banda, pero con no más que un cambio de nombre. La falta de calidad musical en Hellhammer nos hizo casi imposible obtener una reacción imparcial hacia Celtic Frost”.

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Celtic Frost son de esos que viven con un permanente grano en el culo. Su mutabilidad es una consecuencia directa de la necesidad natural por la que tienen que borrar sus huellas más cercanas en el tiempo, contemplarse continuamente bajo un cuerpo nuevo. Y no sólo en lo que se refería a Hellhammer. Pero en 1986, esta tendencia de Tomas Fischer y los suyos también vendría marcada por sus actuaciones en directo; y más en concreto, de una serie de accidentes que les obligaron a plantearse muy seriamente la clase de intensidad que generaban sobre las tablas. “Estoy bastante seguro de que había gente que se largaba de nuestros conciertos”, comenta Fischer. “En cuanto a la reacción de la muchedumbre, por lo general, también teníamos el otro polo: aficionados que sencillamente perdían el control, lo cual tuvo un impacto tremendo en la banda. Después de nuestros dos primeros tours, en 1985 y 1986, y especialmente en el tramo estadounidense de la segunda gira del 86, acabamos enfermando y cansados del elemento violento y ‘primitivo’ de nuestra multitud, lo que acabó por liberar totalmente sus agresiones . Perturbaban a los demás fanáticos que habían pagado por disfrutar de los conciertos. Eran tan violentos que instigaban disturbios en las fosas del mosh. Subían al escenario y a veces incluso dañaban nuestro equipo. Siempre defendimos los derechos de todos los que querían subir al escenario cuando la seguridad quería evitar que estos se pusieran a hacer de las suyas. No nos importaba que la gente se subiera al escenario, pero no si eran destructivos. Así que nos sentimos tan frustrados con este elemento de nuestros fans que decidimos convertir totalmente la música de la banda  con el fin de asustar a esta parte de nuestra comunidad de fans, el elemento más radical de ésta. Básicamente, ésta fue la raíz de ‘Into the Pandemonium’ y canciones como ‘Mexican Radio’, ‘I Won’t Dance’, así como todo lo que siguió haciendo el grupo. Fue una decisión consciente que tomamos durante nuestras actuaciones en los Estados Unidos. Se trató de una reacción de la muchedumbre que tuvo un profundo impacto en la banda”.

Por razones como las aquí expuestas, ‘Into the Pandemonium’ se convirtió en todo un desafío del que el trío, entonces formado por Thomas Fisher -aka Thomas Gabriel Warrior-, Martin Eric Ain y Reed St. Mark, se autogestionó hacia un estado de experimentación en unos tiempos en los que el heavy metal estaba desarrollando perfiles renovados de su ADN. “Tienes que entender que, con toda la experimentación musical que se lleva a cabo hoy en día y con tantas bandas que hay, el heavy metal ya no es una música joven”, comenta Fischer en la actualidad. “El heavy metal lleva existiendo desde hace cuarenta años o así, por lo que cualquier cosa que se esté haciendo hoy en día, probablemente, alguien más ya lo haya hecho antes que tú. Es mucho más difícil de lo que era en la década de 1980, cuando Celtic Frost comenzó a hacer algo verdaderamente experimental, algo verdaderamente nuevo. Si haces algo inspirado en la música clásica, muchas otras bandas lo habrán hecho antes que tú. También Celtic Frost hizo eso en la década de 1980, probablemente antes que la mayoría de las otras bandas”. Desde el otro extremo, “¡el mundo nunca está listo para Celtic Frost! Pero cuando la controversia limita a Celtic Frost, se libera algo, lo que sea. Lo cual demuestra que el mundo nunca está listo para Celtic Frost. Creo que tenemos fans que de verdad entienden lo que estamos haciendo, que están en metidos en lo nuestro por alguna razón más que un simple headbanging; por cierto, algo que, de todos modos, a mí también me gusta. Pero para poder llegar a entender la esencia total de Celtic Frost, hay una gran masa de personas que necesita ser convertida. Y eso es mucho trabajo porque Celtic Frost no es una banda fácil de entender, pero que así sea. Siempre supimos que sería de este modo. Nunca quisimos hacer álbumes fáciles. Hay un montón de bandas que están por ahí que ya hacen eso por nosotros. No necesitamos ser parte de ellos”.

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LAS FLORES DEL MAL

Desde que ‘Into the Pandemonium’ fue publicado el 1 de junio de 1987, la radicalización de sus planteamientos llevaron a la prensa a denominarlo como una obra de avant-garde metal. Aunque no todas las ocurrencias sembradas fueron del gusto de Fischer: “Parte de la experimentación en ese álbum, de la cual estoy muy orgulloso, no pudimos integrarla perfectamente en nuestro sonido en 1987. Algunas de las cosas, por ejemplo, las pistas electrónicas, suenan como ocurrencias tardías, o a una banda diferente tocando”.

Por mucho que Fischer le busque taras a su animal, para ‘Into the Pandemoniun’, los suizos concibieron una bestia avant-metal en la que no pierden ni un gramo de concisión en su agresividad. Eso sí, la gama de giros se multiplica. Como en ‘One in Their Pride’, donde se adentran en las miasmas marciales del funk industrial aplicado por los productores de hip hop Bomb Squad. Y eso fue el mismo año en el que debutaban con Public Enemy mediante ‘Yo, Bum Rush the Show’, obra fundacional del hip hop marcial neoyorquino.

En aquel preciso instante, Fischer y su troupe estaban borrachos de ideas: de las percusiones tribales que invaden los momentos más ralentizados de ‘Caress into Oblivion (Jade Serpent II)’ a las cuerdas góticas que inundan ‘Tristesses de la Lune’, pasando por los coros funk que nutren ‘I Won’t Dance’. En ‘Into the Pandemonium’, Celtic Frost entregaron al mundo un planeta musical en sí mismo en el que cabía de todo: rítmicas post-punk, cadencia speed metal, samples hip hop, interludios orquestales y latido groove metal. Quizá por separado, muchos de elementos de los aquí expuestos fueron integrados por otras bandas anteriormente, pero nadie se había atrevido a sumar tal cantidad de variables de una sola tacada.

‘To Mega Therion’ había sido el puente entre ‘Morbid Tales’ e ‘Into the Pandemonium’, una trilogía heterodoxa que, en vez de tres años, parecía haber sido desarrollada a lo largo de una década. “Estoy muy orgulloso de ‘To Mega Therion’ y ‘Into the Pandemonium’, pero, por otro lado, ‘Morbid Tales’ fue probablemente el álbum más importante de Celtic Frost. Eso sí, a nivel artístico, ‘To Mega Therion’ y ‘Into the Pandemonium’ seguramente sean de los que me siento más orgulloso porque comenzaron a incorporar todas esas cosas a la vez”, explica Fischer.

Pero, aunque la agresividad panorámica que mueve ‘Morbid Tales’ marcó el camino, la variedad cromática de ‘Into the Pandemonium’ fue incluso más influyente en los años posteriores. El reflejo de este disco provenía de fuentes tan diversas como la atmósfera operístico-gótica, que avistó las mutaciones sinfónicas en el metal barroco y progresivo, gracias a canciones como ‘Tristesses de la Lune’. Dentro de otro plano, la ambivalencia rítmica que nutre ‘Mexican Radio’, los coros góticos que planéan en  ‘Mesmerised’ o los juegos con el hip hop  anitciparon la plantilla sonora desarrollada por grupos como Faith No More, que entre ‘The Real Thing’ y ‘Angel Dust’, parecían una versión de Celtic Frost integrada con Sparks.

Los diferentes aspectos que dan vida al disco de Celtic Frost fueron abriendo puertas a lo largo de distintas comunidades musicales. De hecho, no hay ni un solo sonido extraído entre sus surcos que no aporte una idea al concepto general. De la música a las letras, el aspecto lírico de esta obra está fuertemente influenciado por los mundos de El Bosco y el poeta maldito francés Charles Baudelaire. De un poema extraido de su obra “Las flores del mal” surge la letra de ‘Sorrows of the Moon’. Por otro lado, otra de las influencias poéticas provienen de Emily Brontë, de cuyos poemas surgen varias partes de ‘Inner Sactum’. Tal como reconocería Vorskaath, de Zemial: “Por medio de ‘Into the Pandemonium’, caí en la más absoluta de las fascinaciones gracias a su expresión poética, su profundidad y su inmenso simbolismo. Esas visiones permanecen conmigo tal como lo han hecho otros poemas y libros”.

Respecto a la referencia directa en la portada al Bosco, el cuadro escogido para la ocasión fue una parte de “El jardín de las delicias”, pintado en 1504, y que unos años antes ya había sido utilizado por Siouxsie & The Banshees como influencia para su propia música. En el caso de los suizos, tanto las referencias a Brontë, Baudelaire, El Bosco o los sonidos medievales estaban siendo confrontados con un crisol de ritmos y soluciones totamente contemporáneas. Lejos de ser un choque de épocas, lo que estaba siendo dispuesto era una concepción monumental de sus influencias musicales. Así, donde la mayoría suelen abarcabar dos décadas de referentes a la hora de armar sus plantillas sonoras, ‘Into the Pandemonium’ condensaba siglos, hasta la misma Edad Media. En su caso, reforzado por la obsesión de retornar a un paraíso perdido, como el expuesto desde el cuadro de El Bosco.

En consecuencia, resulta fascinante que una obra tan adelantada a su tiempo, con su concepto inherente de abrigar formas futuras, pesque entre las profundidades que parten de la cultura de la Edad Media. Como en ‘Rex Irae’, donde se multiplica en una canción en la que se gesta la máxima expresión del metal del medievo. Lo vasto de su mirada es tan honesta que no cabe la posibilidad de que el sonido contenga ni el más mínimo tufo a apolillado retro.