“Breaking Bad” (creada y producida por Vince Gilligan entre 2008 y 2013) ha sido uno de los fenómenos televisivos de la última década. Ganadora de numerosos premios, entre los que se incluyen 10 Premios Emmy y 2 Globos de Oro, en IMDB es considerada como la mejor serie televisiva de todos los tiempos (con una puntuación media de 9.6 sobre 10 teniendo en cuenta los votos de casi medio millón de usuarios), y su quinta temporada está incluida en el Guinness World Records como aquella que obtuvo la más elevada puntuación en Metacritic con 99 sobre 100, donde se combinan las valoraciones y críticas de distintas fuentes, desde The New Yorker y New York Post, a Entertainment Weekly o San Francisco Chronicle.
En “Breaking Bad”, se nos muestra la oscura transformación de un ser humano que lleva una vida mediocre y trágica (cuyo talento está dramáticamente desaprovechado, con graves dificultades económicas, enfermo de cáncer terminal, y con un hijo minusválido) en un violento gángster y capo de la droga. Sin duda esta serie presenta un profundo y doloroso discurso sobre la realidad, una forma crispada perfectamente integrada con el tema tratado[1], y una gran capacidad para la manipulación emocional del espectador[2].
Nada más lejos de mi intención el tratar de proporcionar aquí un profuso y detallado análisis sobre “Breaking Bad”. Pero sí me gustaría poner de relieve dos interesantes aspectos de la misma y que, de ahora en adelante, denominaré “universalidad” y “explicitud”.
En relación al primer aspecto, la universalidad de la obra, mencionar brevemente unas palabras de Ernesto Sabato. En una ocasión, cuando al escritor argentino le preguntaron si Samuel Beckett era un gran literato, contestó que Samuel Beckett era muy admirable, pero grande, en el sentido de percibir todos los costados de la raza humana (la cobardía, el heroísmo, la bondad, la maldad, la alegría, la tristeza, el amor, el odio,…) como lo podrían ser un Shakespeare o un Cervantes, no lo era. La grandeza, decía Sabato, implicaba la totalidad, y Beckett veía la vida sólo desde un tacho de basura. Sin necesidad de realizar un salto al vacío hermenéutico, considero que dicha argumentación, se podría extender a “Breaking Bad”. La vida, tal y como nos la muestra esta serie, es una sucesión de muertes, enfermedades, engaños, mentiras, frustraciones, miserias y traiciones, de asesinatos de todo tipo, de ambiciones obsesivas y enfermizas[3], torturas psicológicas continuas, actitudes mezquinas y chantajes emocionales. Por supuesto que la vida es eso, pero no sólo eso, como ya nos han mostrado series que sí poseen una visión más universalista e integradora como “The Wire”, “A dos metros bajo tierra”, “Deadwood” o “Los Soprano”. Sin ir muy lejos, un concepto como el de Familia no es tratado como algo liberador, como fuente de apoyo o de felicidad, sino exclusivamente como origen de devastadores compromisos y obligaciones, frustraciones, complejos y tensiones. Y sin duda la familia es eso, pero no sólo. Generalmente también, por aportar otro ejemplo, los escasos momentos humorísticos suelen ir unidos a situaciones humillantes, patéticas o lastimosas. Tampoco hay sitio para la amistad sincera ni para las pequeñas satisfacciones de la vida. Incluso la luz, en una producción tan luminosa como ésta, suele ser una luz cegadora, saturada y sofocante. Paradójicamente, y sin que esto invalide lo dicho anteriormente, el final de la serie adolece de una sensible incoherencia: el perdón. En el universo posible creado por la obra no debería haber sitio para el perdón o el resarcimiento. Sin embargo, el final de «Breaking Bad» presenta un final redentor para el desgraciado protagonista (en donde, al menos, se reconcilia consigo mismo).
En relación a la explicitud, podríamos convenir que las más notables e interesantes obras artísticas son aquellas que poseen una mayor carga polisémica. Es decir, podríamos convenir que el carácter polisémico y la densidad textual de una obra son directamente proporcionales a su calidad como obra de Arte. Tenemos la extraordinaria frase de Paul Klee “El Arte no reproduce lo visible. Lo hace visible”, que reafirma el papel del artista como el de aquel que avisa, aquel que sutilmente señala un aspecto de la realidad que, de no hacerlo, pasaría desapercibido (bien porque la realidad es compleja y dicho aspecto permanece oculto, bien porque contradice los intereses de ciertos sectores incómodos con la puesta en evidencia de dicho aspecto). Por citar varios ejemplos televisivos a este respecto: “Los Soprano” no es sólo una serie sobre una familia mafiosa en New Jersey, del mismo modo que “Generation Kill” no sólo trata de unos marines norteamericanos durante las primeras semanas de la segunda guerra de Irak, «Deadwood» no trata únicamente de unos buscadores de oro en Dakota del Sur en los años 1870s, “The Wire” no sólo versa sobre la policía de Baltimore, o “Mad Men” no trata solamente de lo que ocurre en una empresa publicitaria en USA durante los años 60. Todas ellas parten de lo trivial para expresar lo sublime, como decía Millet sobre su pintura. Se trata de sutiles y complejas reflexiones sobre la sociedad actual, sobre algunos de los mitos fundacionales de la nación estadounidense y de la sociedad occidental en su conjunto, o sobre la compleja, ambigua y poliédrica psicología del ser humano. Son series en donde abundan la sugerencia y las propuestas de sentido, y que dialogan prolijamente con otras obras y disciplinas artísticas. En cambio, podremos acordar que “Breaking Bad” presenta un carácter notoriamente explícito y tremendista[4]. Prácticamente la totalidad de las escenas de violencia, que son casi todas las de la serie (pues hay muchas formas distintas de violencia), se muestran en su más descarnada brutalidad. Las discusiones son diáfanamente dolorosas, las agresiones se suceden explícitamente ante el espectador, al igual que los crímenes y las amenazas[5]. No obstante, la serie no es especialmente explícita en un aspecto interesante: se nos muestra, una y otra vez, el proceso de fabricación de la droga, así como los procesos de negociación y problemas que conlleva su producción y distribución; pero no ocurre otro tanto con su consumo y sus efectos sociales. Salvo algunas escenas con Jesse como protagonista, el profundo efecto de las drogas en la sociedad y su devastador abuso, se nos muestra en contadas ocasiones. A diferencia de “The Wire”, con un carácter más integrador en ese aspecto, en donde la venta, la fabricación, el consumo y la incautación de drogas, se mostraban desde distintos puntos de vista, desde la política a la escuela, pasando por la policía o los delincuentes.
[1] No olvidemos que el sentido profundo de una obra artística radica en su forma, en este caso, la combinación de imágenes y sonidos.
[2] Por poner sólo un ejemplo, en todo momento el espectador se siente más identificado con Walt que con Skyler, a pesar de que, esta última, aún con sus claroscuros, sea un personaje menos enfermizo y peligroso que el primero.
[3] La de Walt con la metanfetamina, pero también la de Hank con Heisenberg.
[4] Recordemos unas interesantes palabras de David Lynch en torno a la explicitud y la concreción: «Es imposible contar cómo pasan determinadas cosas. Y luego está el peligro de matar las cosas al hablar de ellas. Empiezas a pensar en articular algo y de repente lo ves, tal y como es, y la magia desaparece un poco. Es complicado. Cuando hablas sobre algo, a no ser que seas un poeta, las cosas grandes se empequeñecen… Decir lo que es algo lo limita. Se convierte en eso y nada más que eso… Me gustan las cosas que tienen algo en su interior. Tienen que ser abstractas. Cuanto más concretas sean menos probable es que tengan ese algo.» (David Lynch por David Lynch (1997), de Chris Rodley. Publicado en España por Editorial Trayectos)
[5] Podremos observar a lo largo de la serie cómo una tortuga equipada con una bomba y una cabeza humana degollada sobre su caparazón explota mutilando a varios policías en El Paso; cómo Gus Fring muere tras la explosión de una bomba ubicada en una silla de ruedas (mostrando directamente cómo la mitad de su cara había desaparecido tras la deflagración); pudimos «disfrutar» la muerte en primer plano de Jane, la novia de Jesse, ahogada por su propio vómito, o, por poner otro ejemplo, el momento en que Gus Fring corta el cuello calmada y metódicamente a su secuaz frente a Jesse y Walter.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que es una serie muy sobrevalorada. Tanto, que ni siquiera terminé de verla. Hace tiempo que tengo la sensación de que la época de la grandes series ha pasado. Citas The Wire, Deadwood, Generation Kill, Los Soprano y Mad Men. Yo añadiría El ala oeste de la casa blanca, una serie maravillosa durante cuatro temporadas hasta que Aaron Sorkin la deja y se convierte en una vulgaridad. De A Dos metros bajo tierra no sé qué pensar. Me pasa como con Paul Auster o Eugenides, tengo la sensación de que me han engañado. En cualquier caso, cualquiera de estas series están muy por encima de lo que se hace hoy en día. Como dices, una obra de arte debe abrirse ante el espectador que, mucho tiempo después de haber terminado su primer visionado, debe seguir encontrando matices, nuevas interpretaciones. Debe ser, como dices, polisémica. La industria americana ha encontrado un caladero comercial en las series. La HBO las hace como churros. Y no es posible hacer tantas series buenísimas en tan poco periodo de tiempo. Además, la polisemia requiere cierto esfuerzo por parte del espectador, y eso no siempre en compatible con el gran público, acostumbrado a ser un espectador pasivo. En mi opinión, series como True Detective o Breaking Bad son consideradas como la gran revelación o la mejor serie de la historia sólo porque han gozado de un gigantesco aparato publicitario detrás. Dejo fuera de este circo The Walking Dead. También es un fenómeno comercial. Evidente. Pero creo que está muy por encima de Breaking Bad o True Detective. Detras de cada temporada sobrevuela un problema moral que hace que una chorrada de zombies se convierta en una reflexión sobre la vida y la existencia. El conflicto entre la moral universal de Rick y la moral individual de Shane de la primera temporada es bestial. De todos modos, no creo que esté al nivel de las cinco grandes.
A ver qué hace David Milch con The Money.
Confieso que todavía no la he terminado de ver, los primeros episodios de la tercera temporada me «obligaron» a realizar un largo parón porque me estaba empezando a aburrir. Ahora la he recuperado y ya bien avanzada la cuarta temporada puedo decir que es una buena serie, pero comparto la opinión de que está sobrevalorada.
Creo que es de lo mas sano buscar los puntos flacos para no dejarse cegar por los puntos fuertes, y aun asi basicamente has podido desarrollar dos, lo cual en un computo global creo que es de sobresaliente y mas teniendo en cuenta que son dos aspectos de los menos relevantes, a mi modo de ver si que en general es la mejor serie que he visto en mucho tiempo, de las pocas que me han sorprendido y conseguido aportar algo nuevo. Claro que la masa comun tiende a crear sus mitos todopoderosos y la suba un poco mas de lo que debiera, pero aun asi bajandola a su sitio, sigue siendo la mejor. Tecnicamente es muy buena, guion, actuacion, ambientacion… que flojees en religion y educacion fisica, no te exime de ser el mejor de la clase, anthony hopkings nunca fue el quarterback.
Otro de los problemas de Breaking Bad es su tendencia a jugar con la realidad de manera apegada totalmente a lo que se a estereotipado como cool. Lo cual en muchas ocasiones puede acabar en serios problemas morales de fondo. Es lo mismo que le pasa Tarantino, del que esta serie bebe en su aspecto más superficial, que lo es todo… Como esa escena de una prostituta haciendo su turno a ritmo de cámara rápida y bakalute, haciendo de este recurso un chiste cuando se pone a hacer una mamada a uno de sus clientes. ¿Qué es lo que pretenden: que nos riamos de lo miserable que es su vida? En una palabra: patético.
Yo si que creo que Breaking Bad ha sido de las mejores series de la historia. ¿Sobrevalorada? Pues depende de para quién. Habrá quien no haya podido pasar de la primera temporada por aburrimiento, habrá quien no se despegó de la pantalla sin apenas respirar en los instantes finales.
Creo que calificar el arte de manera objetiva es muy difícil, quizá la aproximación mas veraz a esa objetividad la obtendríamos reduciendo ese arte en cuestión, en este caso una obra de ficción para televisión, a varios aspectos fácilmente medibles. La técnica la tiene, la interpretación también. El guión cojea muy poco, algo poco habitual hoy en día y la banda sonora es para enmarcar. ¿Que no abarca todos los temas universales? Evidentemente no, y no lo pretende, y no por eso no va a estar al nivel de los que sí lo hacen, que cojearán de otras cosas.
Series perfectas no las hay, ni las habrá nunca.