Bob Mould ha vuelto, ¡y de qué manera! Siguiendo la senda marcada por el notable Silver Age (Merge, 2012), el gran padrino del indie-rock repite formación, con el batería de Superchunk y el bajista de Telekinesis y, más que nunca vuelve a enfocar sus años al frente de Sugar en este, desde ya, imponente Beauty & Ruin. Más compenetrados que nunca, se nota que la demoledora gira que llevó a cabo Bob con esta banda de apoyo para su anterior LP ha servido para engrasar una maquinaria, que, a la robustez del principio, ahora hay que añadir una capa eufórica que reincide en aquel ideal de que tuvo Bob con Sugar cuando quiso expandir su fórmula hacia las miasmas de white noise ejemplificadas por My Bloody Valentine. En este caso, la vibración tensa de “The war” y el recuerdo de la distorsión hipnótica de “The Slim”, una de las cumbres de Copper Blue (Rykodisc, 1992), en “Nemesis are laughing”, resultan ejemplares. Pero hay más, vaya qué sí. Sin necesidad de mirar hacia lo que pasa en el exterior, a Bob le basta con retroceder sobre los cimientos de su propia pirámide musical, sin necesidad de liftings forzados; más bien, descontextualizando para dar con una supernova regeneradora. En este sentido, el turbo desproporcionado de “Hey Mr. Grey” resulta una actualización híper dinámica de “These important years”, el primer tema de Warehouse: Songs and Stories (Warner Bros, 1987), el último largo de Hüsker Dü. Por su parte, la tan dulce como epidérmica brisa acústica de “Forgiveness” es una refinación atmosférica los experimentos desenchufados que Mould comenzó en el Candy Apple Grey (Warner Bros, 1986) de Hüsker Dü y exprimió hasta el límite en su primer LP en solitario, el nutritivo Workbook (Virgin, 1989); por cierto, una obra reeditada este último año dentro de la importante campaña de revalorarización que está llevando a cabo Merge con todo el catálogo post-Hüsker Dü de Bob. Más cosas, este último álbum, también resulta un diario descarnado donde nuestro héroe se desnuda como no lo hacía desde su último gran LP, Bob Mould (Rykodisc, 1996) o en temas de The Last Dog and Pony Show (Rykodisc, 1998) como “Who was around?”; por cierto, tema premiado en 1998 por la Asociación de Música Gay. De sus relaciones familiares a su visión de la muerte, a diferencia que en pasados retratos tan desgarradores – como en el infierno personal volcado en “Too far down”, el corazón herido de Candy Apple Grey -, casi treinta años después Bob se rebaña en esperanza, una que se suena creíble, precisamente, por nacer de una travesía infestada de agujeros negros, surcados durante más de tres décadas. Precisamente, para dotar de un foco catalizador que despliegue todo el magma curativo que inunda a Bob, éste ha dispuesto un super-sonido de hardcore-pop en cinemascope, a través del que todas las canciones reciben un frugal tamizado de fibra expansiva, definitivamente, regeneradora. Si a semejante caudal de intenciones y resultados, sumamos que esta es su obra con sus ganchos melódicos más inspirados desde los tiempos de Sugar, la cosa ya se hace imprescindible. No hay más que dejarse llevar por “I don’t know you anymore” – prima lejana de “Changes” – o la llama creciente de “Fire in the city”; dos nuevos clásicos a añadir a un botín que, por si no fuera ya suficiente, sigue creciendo como uno de los más intensos e inspiradores de la historia del pop.
Docena de cortes armados de razones para sudar energía, Beauty & Ruin quizá no llegue al nivel de las obras pivotales de Bob junto a Hüsker Dü y Sugar, pero aviva la ilusión de sentir las vibraciones positivas de un Bob pleno, consciente de que sus logros pasados, en su caso, también pueden servir para alumbrarle su futuro más inmediato. Muy lejos de las dudas que le hicieron perderse por vericuetos trillados, ajenos a su verdadera esencia, mediante obras tan irregulares como Modulate (Granary, 2002), Beauty & Ruin echa la palada más relevante sobre las sombras de su pasado. Sin duda, la mejor noticia que podríamos esperar de este gigante de vísceras calientes y mirada sobrecogedoramente sincera. De todas a todas, gracias Bob por seguir haciéndonos creer.