Greil Marcus: «Mistery Train» (Contra, 2013)

Mistery Train foto 1Ahora que ya podemos certificar que la editorial Contra está embarcada en la aventura de ofrecernos las ediciones en castellano de la obra de Greil Marcus, se me ocurre que no hay mejor manera de empezar por la gran figura de la crítica americana del rock & roll que volver a Mistery Train (Contra, 2013), su incunable por antonomasia, y el trabajo que sirve como perfecto puerto de entrada a la gran epopeya americana del rock.

Al hablar de esta obra, sencillamente lo estamos haciendo de una de las empresas más valientes y arriesgadas que se hayan llevado jamás en la historia del ensayo musical: dotar de profundidad filosófica ese fenómeno llamado rock & roll. Dicho esto, al acabar de engullir este libro -eso sí, siempre en pequeñas dosis, su lectura a grandes bocados podría provocar un empacho innecesario-, uno ya no sabrá si colocarlo en la parte dedicada a los años ’60 y ’70 del rock de su estantería o directamente al lado de los libros de Adorno.

Inmersión a pulmón en la esencia de toda una cultura hilvanada sobre raíles en dirección al mito, el mismo Marcus es el encargado de dotar de un simbolismo heroico y trágico a cada una de sus impetuosas reflexiones. Al dejarnos llevar por su carrete imparable de razonamientos y conclusiones, nos podemos imaginar perfectamente a Marcus abalanzado sobre su máquina de escribir, conectando cada nuevo pensamiento sobre el anterior, sin posibilidad de poder frenar la vía de entrada del tsunami filosófico que le atormenta. Entre las miasmas de este tsunami, Marcus nos lleva hasta lo más hondo del alma de cada uno de los personajes a los que ha escogido para mostrarnos las vísceras de esa criatura que tanto le ha dado en la vida.

Harmonica Frank, Robert Johnson, The Band, Sly & The Family Stone, Randy Newman, Elvis Presley e incluso un nexo de unión encarnado en la figura de Sam Phillips, el gran productor del rock & roll. La elección de este elenco no es nada gratuita. Siguiendo el hilo temporal del primero al último, Marcus nos enseña los confines hasta los que llega el fenómeno cultural americano más relevante de la segunda mitad del siglo XX. Como él mismo explica entre las páginas de esta obra, en su manera de razonar el nacimiento y desarrollo de la cultura del rock, hay mucho de simbólico. Este enfoque a Marcus le da alas para desplegar un fresco de proporciones antológicas donde el mito del forajido Stagger Lee se funde con la historia de Sly Stone, y el Capitan Ahab, el Gran Gatsby y Huckleberry Finn se erigen como algo más que figurantes en el desarrollo de una lectura que de tan desbordante, requiere un ritmo de lectura pausado y concienzudamente analítico. En una página de Mistery Train se pueden disparar más ideas que en libros de música enteros. Por supuesto, tal densidad en la prosa de Marcus no siempre es tan fácil digerir. Pero, ¿sería igual de magnético esta obra de no desprender su espíritu de ambiciones faraónicas? Ni de broma. Es más, la cantidad de capas que conforman este libro-cebolla dan para algunos de los análisis más fascinantes que se hayan hecho jamás sobre algunas de las obras pivotales de la cultura del pop.

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The Band, la América perdida.

Leer a Marcus describiendo cada una de las canciones de los dos primeros discos de The Band puede llegar a generar vahídos de interés crónico. Un servidor, tras la lectura de este capítulo no tuvo más que ir frenéticamente a buscar en el baúl de los CDs olvidados este par de discos, sacarles el polvo y devorarlos tres veces seguidas, aprovechando que aún seguían frescas las imágenes y paralelismos con los que Marcus describía la América soñada, rural e imposible que la genial banda canadiense había soñado. Pero aún más imponente resulta el mapa contextual que Marcus es capaz de perfilar a través del There’s A Riot Goin’ On (Epic, 1971) de Sly Stone & The Family Stone. El reverso crudo que Marcus nos muestra de esta obra se erige como uno de los grandes hallazgos de la historia de la literatura musical. Su papel central dentro de una época de cambios constantes en la música negra, donde surge la figura del intérprete-productor total -el mismo Sly Stone, Stevie Wonder, Marvin Gaye-, explota la leyenda del blackexplotation cinematográfico, o la audiencia blanca se da cuenta que lo que ahora les cuenta Sly no es lo que ellos quieren oir, hace del análisis de There’s A Riot Goin’ On la piedra roseta que sirve como punto de entrada ideal a todo el que quiera entrar por la puerta grande, y más controvertida, de toda la cultura musical negra de los años ’70. Sencillamente insuperable.

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Sam Phillips junto a Elvis Presley. Las tripas del rock & roll.

En Mistery Train también hay sitio para las debilidades más personales de Marcus, en este caso Randy Newman. Aunque todo cobra sentido, viendo que el que le sigue en las siguientes páginas es el mismísimo Elvis Presley: de la figura del genio oculto, escondido en su propia genialidad, encarnado por Newman a la figura grandilocuente, pero totalmente justificada, del gran Rey del Rock & Roll. Marcus vuelve a hacer de un choque de contrarios la sustancia propia de los argumentos que articulan su vasta radiografía de la tragedia griega a la que el escritor americano da vida en este manuscrito indispensable, de los que cambian posicionamientos y remueven conceptos. Yo mismo he tenido que retomar una parte de mi educación musical ante semejante torrente de pasión y teoría rocanrolera, uno del que hasta el mismísimo Herrman Melville estaría profundamente orgulloso.