Fiel a su cita anual, Ian Hodgson vuelve para regalarnos su enésima muestra de su talento por medio de Leporine Plesure Gardens (Gecophonic Audio Systems, 2014), una nueva entrega de Moon Wiring Club. El gran disco con la que se dio fin al 2014, la décima entrega en ocho años de Hodgson viene a certificar que su proyecto es el más gratificante de estos últimos tiempos. Sinceramente, resulta casi un milagro que de una decena de obras todas sean imprescindibles y más de la mitad se puedan considerar clásicos instantáneos. Como suele ocurrir con todo lo extraordinario, pocos se han dado cuenta en el momento de su gestación. Como ejemplo más sintomático, no hay más que repasar las listas con los mejores discos del 2013 para comprobar que -casi- nunca aparece A Fondness For Fancy Hats (Gecophonic Audio Systems, 2013), su anterior LP, y sin duda la obra más relevante de ese año. Triste pero cierto, parece que sólo el tiempo acabará por poner en su sitio la embriagadora trayectoria que se está edificando Hodgson al frente de su encarnación como MWC.
Cabeza de león de las camadas del pop hipnagógico, MWC son a esta rama -en la que también destacan The Focus Group, el prolífico Leyland Kirby, Belbury Poly o The Advisory Circle- lo que Can fueron para el krautrock hace cuatro décadas. Hodgson es el paradigma de ese pasado inventado, recreando imágenes oníricas en la mente de escenas nunca ocurridas, pero que han tomado forma consciente desde la puerta de los sueños. Hodgson parece que se ha hecho con un mapa de las conexiones que existen entre lo onírico y lo terrorífico. Sus métodos analógicos se mezclan con una perspectiva dub única, consiguiendo evocar una Vieja Albion que parece sacada de un cómic de Billy Talbot. Sus imágenes siempre quedan distorsionadas por el germen dub, resultando en una especie de electrónica fantasmagórica, eduardiana, que da pleno sentido a su uso del hermano oscuro del reggea. Así, nuestro alquimista de lo irreal se adentra en las sombras del dub y llega a zonas que a las que ni el mismísimo Burial ha conseguido llegar con sus modélicos dos LP.
Los sonidos que brotan de las canciones de Hodgson responden a un ideal: fluyen directamente de sus sueños hacia los de los demás. Sus creaciones no tienen como primer receptor la membrana auditiva, sino la alcoba de los recuerdos nunca vividos. Sus pesadillas musicales del siglo XIX nacen de la más sobrecogedora de las nostalgias: la que ha creado nuestra mente durante nuestros sueños más vividos. El futuro sólo podrá cambiarse, reimaginando todo el pasado, y en eso Hodgson es nuestro flautista de Hamelin. Su concepción es tan radical, que la misma imagen creada para sus portadas, carteles o demás parafernalia, parecen rescatadas de una colorista distorsión en tres dimensiones de la Inglaterra victoriana. Para acabar de dar sentido total a su excursión en el tiempo hacia dimensiones paralelas, las canciones están bautizadas con títulos que son el paradigma de sus propias creaciones: ‘Dress To Decorate Summer Evenings’, ‘The Victorian Butter Boat’, ‘Edwardian Romance’ o ‘The Last Ghost In England’.
Dotado de una capacidad única de reinventar su fórmula inconfundible, para esta ocasión su reluciente trabajo, Leporine Pleasure Gardens, plantea un nuevo giro sobre la misma fórmula de siempre, para acabar por seguir extendiendo los horizontes de una discografía que parece ideada desde el principio para avanzar dentro de un plan estratégico, sin cambios trascendentales. Ni falta que hace. Cada nuevo disco de MWC es como la siguiente inmersión más allá hacia la habitación roja que habita en cada uno de nosotros. En este sentido, Leporine Pleasure Gardens sigue con la dinámica habitual, tomando el molde de su anterior trabajo -en este caso el fascinante A Fondness For Fancy Hats-, para recrear un nuevo punto de partida. De este modo, y tal como el mismo Hodson ha llegado comentar: para este disco la idea inicial era crear algo casi únicamente concebido mediante samples recogidos de voces humanas. Ambición a lo grande, tal planteamiento tendrá que ir cambiando sobre la marcha ante el exagerado grado de dificultad de tal empresa y también ante la posibilidad de llegar a un estado de terror para el que la humanidad aún no está preparada. Si en toda su discografía, sus evocaciones de la voz humana resultaban en una inquietante recreación de las zonas que residen dentro del mundo de las pesadillas, se acaba por agradecer que Hodgson haya sabido ponerse un límite para esta ocasión. No obstante, de esta proyección inicial, la cabeza detrás de Moon Wiring Club ha aprovechado la esencia para dotar a su nueva criatura de un perfil incluso más fantasmagórico e irreal que en sus anteriores obras, donde la pulsión dub y las texturas de electrónica hipnagógica siguen marcando los pasos a un ritmo que parece que va marcha atrás: como si nos abriera las puertas de la cabina telefónica del Doctor Who para poder colarnos hasta el mismo corazón de los mundos oníricos que ha tejido.
De nuevo, 22 canciones para confeccionar otro trabajo sin límites emotivos. Leporine Pleasure Gardens nunca baja el nivel a lo largo de todo su recorrido. Cada nueva canción funciona como un resorte más en la cuerda lanzada hacia los mundos imaginados por Lewis Carrol, donde Hodgson ejerce como el conejo de Alicia En El País De Las Maravillas. Sólo que esta vez no hay posibilidad de escapar y volver a la realidad. Canciones como ‘Walking Through Me’ o ‘Ariadne’s Dream House’ son la excusa perfecta para querer seguir viviendo dentro de este magnético laberinto sin salidas, ni escapatoria.