Las víctimas republicanas de la Guerra Civil Española (III): la represión nacional

            “Había un odio de clases,

                                                                      fusilaban con mucho gusto a los obreros”

                                                                       José Luis Villalonga.

La represión del bando nacional durante la Guerra Civil es un hecho innegable. La victoria de los nacionales comprendía el exterminio de una parte de la población, ya  que la resistencia no se concentraba sólo en el frente, sino también en la retaguardia. La Guerra Civil Española fue una guerra enormemente politizada. Pese al caos reinante durante la República, gran parte de la población apoyaba el sistema surgido de unas elecciones democráticas. Y era esa franja de población, en su mayoría gente humilde, pero muchos de ellos intelectuales, la que había que hacer desaparecer para conseguir el triunfo. Si bien el historiador Ricardo de la Cierva asevera que la represión nacional no fue tal y se atreve a hablar de la escabechina de Badajoz como la “Leyenda de Badajoz”[1], puesto que los dirigentes del golpe pensaron que duraría tan sólo 72 horas[2], debemos recordar las palabras del General Mola en las Instrucciones Generales del 25 de mayo de 1936:

La acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo. Serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento. Aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga”[3].

La limpieza de los pueblos después de la toma por parte de los nacionales tuvo lugar desde el comienzo del levantamiento y se extendió a lo largo de la guerra. Las listas negras hechas por los nacionales, así como las denuncias por parte de la población civil tuvieron una relevancia importante. Entre julio de 1936 y principios de 1937 se aplica la eliminación de personas ajenas al levantamiento por el procedimiento del “bando de guerra”, es decir, la posibilidad de matar a cualquiera sin tener que inscribir sus muertes[4].

El ejército nacional entró en el municipio extremeño de Zafra el 7 de agosto de 1937 sin dar un solo tiro. En Zafra no se había producido ninguna muerte como represalia a la sublevación fascista. Sin embargo, el ejército nacional, dirigido por el comandante Castejón, dejó tras de sí una huella de sangre de 200 civiles[5]. Pocos meses antes de finalizar la contienda tuvo lugar lo que los supervivientes de las poblaciones norteñas de Cataluña denominan el “Holocausto de Rial”, que, como en Zafra, contó con la una implicación ciudadana importante, responsable en gran medida del exterminio de la población civil. En algunos casos las denuncias partieron de personas afectas al levantamiento. No obstante, la mayoría de denuncias fueron fruto de litigios de bienes y odios personales[6].

El escritor José Luis Villalonga participó en la toma de Badajoz bajo las órdenes del General Yagüe el 15 de agosto de 1936. Villalonga señala el salvajismo de guante blanco por parte del ejército nacional[7]. Si bien la matanza de Badajoz fue una de tantas llevadas a cabo por el ejército nacional, en esta ocasión se encontraban en la ciudad periodistas de prensa extranjera, como el periodista luso Mario Neves, cuyo testimonio dio la vuelta al mundo. Neves fue testigo de la masacre; centenares de personas fueron fusiladas en la plaza de toros de la ciudad; los cadáveres fueron transportados al cementerio donde se les prendió fuego. El General Yagüe confirmó la masacre en unas declaraciones al New York Herald Tribune: “Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”[8].

Nos hallamos, pues, frente a los que Preston y Lama definen como una represión lenta y sistemática para acabar con las capas más ideologizadas de la población, apoyada en todo momento por la Iglesia y fomentada desde los altos dirigentes del levantamiento [9]. Paul Preston: “Para quienes no compartían los valores y aspiraciones del “Movimiento” y tuvieron la desgracia de hallarse en la zona nacionalista, la unidad se impuso mediante un terror salvaje. A medida que los nacionalistas conquistaban un nuevo pedazo de territorio, se mataba por millares a los miembros de los partidos del Frente Popular y de los sindicatos (…) Y lo que hacía que esos horrores parecieran aún más graves era el hecho de que se llevaban a cabo bajo la atenta supervisión de la Iglesia y las fuerzas de la ley y el orden: el Ejército, la Guardia Civil y la Policía”[10]. Véase en las afirmaciones de Preston la semejanza con los crímenes nazis, perpetrados y dirigidos asimismo desde el comienzo por las autoridades.

Las principales víctimas de la represión nacional fueron hombres y mujeres afiliadas a partidos políticos o sindicatos de izquierda, entre ellos se encontraban menores[11]; mujeres que no pertenecían a ningún partido, pero sí algún familiar, marido, padre, hermanos, etc. y que fueron en muchos casos violadas y asesinadas[12]. Víctimas que fueron condenadas no sólo a morir, sino un silencio obligado. Víctimas de un proceso de exterminio, como lo fue el Holocausto judío por parte de los nazis. Víctimas que siguieron cayendo una vez acabada la guerra. Un goteo que, aunque fue diluyéndose en el transcurso de los años, no cesó hasta el final de la dictadura[13].


[1] Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Les fosses del silenci, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2003.

[2] Frente a la teoría de un golpe rápido, Paul Preston sostiene que “el terror en la zona nacionalista fue crucial para asentar el poder de los rebeldes” y que el General Franco „en discursos y entrevistas dejó claro que su estrategia de desgaste perseguía un objetivo político a largo plazo (…) Se propuso erradicar de España el socialismo, el comunismo, el anarquismo, la democracia liberal y la francomasonería durante las centurias venideras”, en  Preston, Paul, La guerra civil española, Ed. De Bolsillo, Barcelona 2006, página 145 y 146, respectivamente.

[3] Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Les fosses del silenci, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2003.

[4] Íbidem.

[5] Íbidem.

[6] Íbidem.

[7] Íbidem.

[8] Íbidem.

[9] Declaraciones de José María Lama en  Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Les fosses del silenci, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2003.

[10] En Preston, Paul, La guerra civil española, Ed. De Bolsillo, Barcelona, 2006, página 144.

[11] En Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Les fosses del silenci, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2003 encontramos el caso de un joven de 17 años que formaba parte de la lista negra de Zafra.

[12] Aurora Navas perdió a su madre, Matilde Navas, cuyo único delito fue haberse casado con un socialista y  quien fue ahorcada y violada frente a la iglesia del pueblo días después de la toma de Zafra, en  Íbidem.

[13] Para más información acerca de la represión en los últimos años de la dictadura véase Escribano, Fransesc,  Dies de transició. Dotze hores de vida:L’execució de Puig Antic i Heinz Chez, en la serie Dies de transició , producida por Televisió de Catalunya, España 2004  y  Torres, Santiago/ Montserrat, Lluís/, Prat, Ferran Els últims morts de Franco, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2000.

 

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