El discurso que no cesa

Al rey Alfonso XIII le llamaban en Madrid “El africano” y en Catalunya “El cametas” (piernecitas)  por la delgadez de sus zancas. La escritora Mercedes Salisachs le calificó de enfermo sexual y son bien conocidas sus correrías nocherniegas, arraigadas en algún miembro de la familia.

Pero no voy a referirme al rey, suficientemente biografiado, sino a un hecho que me ocurrió cuando visité en Barcelona al gerente de la compañía discográfica “La voz de su amo”; corrían los años sesenta. Todavía conservo una gramola que perteneció a mis abuelos maternos. Allí escuché en añejos discos de piedra pasodobles toreros, a Miguel Fleta, a la Niña de los Peines,  a Vicente Ferrer y a Marcos Redondo con su voz rotunda entonando la salida de Juan de “Los gavilanes” en el desaparecido teatro Olimpia. Músicas que el tiempo no me ha hecho olvidar y que forman la banda sonora de mi vida.

De entonces acá han pasado muchas cosas en España hasta llegar al siglo XXI, cuando el rey Juan Carlos I tras abdicar en su hijo Felipe VI se dedica a retozar en libertad con su escopetita y un elefante muerto a sus pies. Claro que también doña Sofía se ha liberado del corsé conyugal. Bien merecido se lo tiene. El paso del tiempo nos ha llevado a este 2015 año electoral hasta la náusea. Desde aquellas gramolas hasta la tecnología de hoy, he visto pasar el tiempo y he valorado su importancia porque “somos el tiempo que nos queda” como escribió  Caballero Bonald.

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Alfonso XIII, el «cametes»

Cuando acabé la entrevista con el gerente me invitó a pasar a su despacho. “Le voy a enseñar una joya de la compañía», dijo. Pensé en seguida en Raquel Meller. Pero no. Tampoco La bella Otero ni Hipólito Lázaro. ¿Quién, pues? Mi entrevistado tomó el manubrio y el disco empezó a rodar, cansado y cansino. Primero sonido ambiente y luego un vibrante discurso al pueblo, cargado de promesas, de utopías, de progreso futuro, de igualdad de oportunidades, de trabajo remunerado que iba siendo  aplaudido por los de la boina,  la boca mellada, el pantalón  sujeto con una cuerda y las albarcas rotas de tanto camino al andar. Aquel discurso, demagógico, exactamente el mismo,  ha llegado hasta hoy  cuando nos encontramos en agitada campaña electoral.  Un discurso -como aquel- populista, falso, mentiroso y repetido, por el que no ha pasado el tiempo. Estamos sufriendo el  acoso de los líderes políticos con sus soflamas y sus filfas a través de los medios. Muchas cosas han mejorado en este país, muchas cosas, pero no los brindis al sol de aquellos que aspiran a ser los salvadores de la patria pegando voces hasta la ronquera, aplaudidos por sus palmeros. Aquel discurso se viene repitiendo todavía.

¿Y bien? ¿Quién era el orador? Pues Alfonso XIII, cuyo discurso escuché en la vieja gramola de «La voz de su amo», y continúa todavía en voces gangosas, que se pasean por Madrid en bicicleta, emulando a Alberto Contador.