¿Cuándo será el día en que este disco sea considerado como uno de los grandes clásicos en la historia del hip-hop? A este ritmo, nunca. Eso sí, hoy vamos a intentar cambiar un poco esta tremenda injusticia que ha relegado al fastuoso Stunts, Blunts & Hip Hop (Chemistry, 1992) de Diamond D And The Psychotic Neurotics a un vacío del que hasta EPMD han conseguido escapar hace ya unos años. Sin embargo, con Diamond D parece que la cosa está estancada, ni siquiera en estos tiempos retro donde uno de los deportes favoritos de la industria pop es explorar entre las cubetas del underground para intentar canonizar, y exprimir, alguna reliquia olvidada del pasado. Siendo así, aún se entiende menos cómo esta obra -y digámoslo bien clarito, superior a cualquier disco de los siempre sobrevalorados Wu-Tang Clan y todas sus ramificaciones- sólo ha recibido muy puntuales reivindicaciones, la más llamativa, y consecuente, por parte de Woebot, el lumbreras más avispado de las redes, que la ha incluido en su lista de los 100 mejores discos de la historia. Ahí es nada. Y es que para empezar a entender la medida real de lo que estamos hablando, debemos empezar por constatar que Stunts, Blunts & Hip Hop se encuentra en una parte de cadena que une a A Tribe Called Quest con The Infamous (Loud, 1995) de Mobb Deep, aunque la pulsión de la que hacía gala Diamond D estaban caracterizadas por una tendencia más funk. Lo mejor de todo es que ni los mismísimos A Tribe Called Quest, epítome de la integración del jazz en la liturgia hip hop, cuentan con una obra tan redonda como este arsenal de hits de subsuelo. Y eso es mucho decir. Porque dejarse llevar por el alucinado rítmico que palpita sin cesar en el debut en el largo de Diamond D pasa por ser una experiencia de las que dejan huella. No puede ser menos cuando el arranque es ni más ni menos que una pieza del calibre de ‘Best-Kept Secret’, que, entre otras bendiciones, se adelanta al ‘Flute Song’ de los Beasty Boys en su particular uso del sample del clarinete. Si con este primer crouchet ya es suficiente para besar la lona, lo que viene después es para tumbarnos, literalmente. De hecho, ‘Sally Got One-Track Mind’ es una de las canciones más perfectas de la historia del hip hop. La psicodelia se inserta en el ADN de la canción como una brisa ambient. La línea de bajo es tan liviana que no suena, fluye. Esto mismo se repite en ‘Fuck What U Heard’, otra muesca maestra dentro de todo este engranaje perfectamente ideado.
Con semejante arranque ya bastaría para tener en cuenta esta obra; pero hay más, mucho más. Así, a lo largo de todo el trayecto, nos encontraremos con nuevas excusas para engancharnos irremediablemente. Para justificar estas palabras, ahí están ‘Step To Me’ y ‘I Went For Mine’, dos joyas de aliento blackexplotation. ‘I’m Outta Here’ nos recuerda porqué la influencia de Public Enemy es el germen del mejor hip-hop, un estallido metronómico de funk en hueso negro, marcial, demoledor. El sample de guitarra de ‘Check One, Two’ se cuela en el cortex cerebral como cuchillo caliente en mantequilla, mientras ‘What You Seek’ vuelve a recordarnos a los Public Enemy más funk, ¡menudo contrapié rítmico!
Los tejidos rítmicos no dan respiro, la trepidación recuerda a unos Bomb Squad minimalistas. En ‘A Day In The Life’ la cadencia se relaja, pero ya en ‘Red Light, Green Light’ se transforma en una sintonía, previa introducción de soul de dibujos animados, en la que vuelve a emerger la cadencia imparable, mientras el estribillo se aparece como una presencia ectoplasmática. Más terrenal resulta ‘Confused’, un misil de soul estratosférico, teledirigido al mismo epicentro del éxtasis.
En ‘Pass Dat Shit’ podemos oler hasta el último fluido que recorre la calle, mientras brota la jerga en toda su expresión, coronada por esa mención al slam-dunk de Dominique Wilkins.
Pero aquí no queda la cosa, no. ‘Freestyle’ es jazz-hip hop a ras de epidermis, ‘K.I.S.S. (Keep It Simple, Stupid)’ nos recuerda la importancia que tuvo el On The Corner (Columbia, 1972) de Miles Davis, a lo que también ayuda la aportación de Q Tip -alma de A Tribe Called Quest- en su producción. Por su parte, ‘Feel The Vibe’ cierra el disco entre samples de vientos ondulantes, una nueva melodía circular da cuerpo a la canción, mientras no queda otra sensación posible que no sea la flipadura total y la vuelta de la pregunta: ¿Dónde leches estaba escondido este disco? No es para menos, Stunts, Blunts And Hip-Hop es sencillamente IMPARABLE, una inoculación intravenosa de sangre negra, rabiosa, magnética, totalmente fascinante, propulsada por un trabajo percusivo muy detallista, orientado a una crear un cosquilleo continuo desde mismo centro de las terminaciones nerviosas. Lo que se dice una obra con intención que enaltece los lazos sagrados entre el hip-hop y el funk. Lo dicho, el gran clásico olvidado de la edad dorada del hip-hop. Poca broma.