Qué bonito es acordarse a veces de aquellos que quedaron sepultados por el olvido, sacarle el polvo a sus discos, y pincharlos como si fuera la primera vez. En mi caso, me pasé un montón de tiempo sin tener consciencia de poseer una copia de este hallazgo entre las grandes reliquias del punk. La revelación emergió tras ver al padrino del punk británico Vic Godard actuando en las fiestas de la Mercé del 2013. Aquel señor mayor, con pintas ya de profesor de universidad psicótico ofreció un concierto junto a Beach Beach de los que no se olvidan ni metiendo la cabeza en una cubeta de aguarrás. Si bien es cierto que los Beach Beach andaban despistadillos y su rodaje previo con Godard no debió ser lo que se dice exhaustivo, aún así brotaron momentos congelados en la memoria de los recuerdos archivados para sacarnos una chispa de emoción cuando las defensas están bajas. Después de aquella noche, no pude más que ponerme manos a la obra en la búsqueda de este disco, no muy completo, pero de una importancia capital si se quieres tener todos los naipes de la baraja punk. No en vano, hay que recordar que los Subway Sect en su momento se adelantaron a todos en intenciones. Sin embargo, casi nadie se enteró de que fueron uno de los puntos cardinales del nacimiento del punk ’77. Y es que si existe un grupo maldito en el punk británico de los ’70, esos son Subway Sect. Con una colección de singles apabullantes y formados en giras junto a los Sex Pistols y The Clash, queda claro que los de Vic Godard se llevaron la peor parte de los tres en lo que se refiere a reconocimiento y ventas. Liderados por el tan arisco como chulesco, Vic Godard, por desgracia, no tuvieron ni la opción de dejar documentado su enorme potencial en un LP en estudio que les haga justicia. Y es que no pudo ir más en contra de sus intereses la terrible decisión de no publicarles el álbum que estaban preparando para sacar a la luz en plena explosión punk. Tras frustrados intentos por sacar adelante este primer álbum, finalmente, sus ánimos quedaron dilapidados en un debut sobrecargado por una producción demasiado rocanrolera.
Sin alma que valga, el maloliente rastro punk de sus apabullantes actuaciones en directo se desintegra entre los surcos de What’s the Matter Boy? (Oddball/ MCA, 1980). Intento fallido en el que, por si no fuera suficiente carga, llegó demasiado tarde, cuando la fiesta punk ya había echado el pestillo. Sin saber encontrar su espacio entre las corrientes de la new wave y el post-punk, la leyenda de Subway Sect se fomentó desde el mismo año ’82, en el que Godard decide partir peras para dedicarse a su semi-oculta carrera en solitario, y de la que se merece una revisión para más adelante.
Dandy de estercolero, acompañado de una jauría de maltratadores de las cadencias rocanroleras, los momentos más relevantes durante los comienzos de Subway Sect quedaron recogidos en este imprescindible recopilatorio con título más que representativo, We Oppose All Rock ‘n’ Roll 1976-1980 (Overground, 1996). Travesía hasta el fondo de sus primeras composiciones, para este buffet libre de punk a brocha gorda no faltan sus dos primeros singles; eso sí, con la imperdonable ausencia ‘Different Story’, la genial cara b de su segundo single, Ambition (Rough Trade, 1978). De esta forma, el póker inicial del disco es de impresión. Comenzando por ‘Nobody’s Scared’, que se erige como uno de los clásicos de alcantarilla más superlativos del punk británico, una patada envuelta en un sonido sucio a rabiar. Pero lo realmente bueno es que la cara B de este single, ‘Don’t Spilt Up’, no le va a la zaga en sensaciones tan maravillosamente malsanas: es pincharla y ya no queda más remedio que dejarse llevar ante tal orgía de guitarras deslavazadas, baterías de cartón, bajos subterráneos, pianos pervertidos por la reencarnación de un Jerry Lee Lewis endemoniado, harmónicas a punto de ahogarse y hasta fogonazos de ruidismo puntuales. De hecho, ‘Don’t Split Up’, se cuela a patada limpia. Son casi cinco minutos de punk a destajo, sin reservas, a lo largo de toda la canción Vic Godard parece encarnarse en el director de una Velvet Undergroud poseída por un demonio interior, revolcado a la deriva mediante un desproporcionado final.
Entre semejante exposición del rock en su máxima degradación, toma forma la brutal figura de Vic Godard, el maestro de ceremonias perfecto para dar rienda suelta a esta bestia sin correa. Con estilo imponente y amenazante, Godard recuerda a una versión tumefacta de un dandy curtido en las esquinas más pestilentes de los suburbios, mientras guía a sus acólitos hacia una celebración en las entrañas de Gomorra.
Investigadores con maletín de segunda mano, Godard y los suyos encuentran sus márgenes sonoros entre punzantes voces dobladas; una guitarra estridente como una sierra mecánica, sin tres en uno que valga; y un bajo tan súper liviano como táctil. Llevados por una inercia instrumental siempre a punto de venirse abajo, las líneas de alta tensión nos hacen intuir los latidos primigenios del post-punk entre las distorsiones oxidadas y el bajo metronómico de ‘Pararell Lines’. Para que no decaiga la cosa, ‘Ambition’ es Bowie cantando desde el fango de una ristra de teclados sin alinear.
Tras este arranque sin frenos, el fragor punk va disminuyendo, aunque nunca del todo. Así, entre el blue-eyed soul de ‘Stop That Girl’ y el enardecido power-pop de ‘Stool Pigeoon’, nos topamos en ‘Held Held High’, la transmutación tóxica de unos New York Dolls tocando al final de un bodorrio de moteros. A lo hay que hay que sumar dos pataletas finales, ‘Exit No Return’ y “Stay Going Out Of View”, que recuperan el pulso desastrado del comienzo del disco.
Historia viva del punk británico, antes que los Clash, Pistols y Damned, estuvieron estos garrulos de etiqueta; aún por encima, primos lejanos del incombustible Billy Childish. De todas a todas, impagables.