Rita Hayworth, actriz, bailarina y cantante de cabaret, murió a los 68 años de edad, derrotada impúdicamente por el Mal de Alzheimer, la horrible demencia senil, ¡quizá la dolencia más temida por ella que había sido un sex symbol, un mito erótico y prototipo de la estrella de Hollywood de belleza deslumbrante.
Gilda se llamó en realidad Margarita Carmen Cansino (17 de octubre de 1918, Brooklyn, Nueva York – 14 de mayo de 1987, Nueva York), hija de una pareja de bailarines exiliados a América en 1913. Sus padres, Eduardo y Volga, trabajaban en una compañía musical que actuaba en los Estados Unidos, Canadá y México.
En 1935 debutó en el cine con la película El infierno del Dante, a la que siguieron papeles secundarios con su verdadero nombre hasta que se fijaron en ella los ejecutivos de Columbia, que descubrieron las dotes básicas para convertirla en una rutilante vampiresa del cine. Fue necesario diseñarle un nuevo look. La responsable fue Maggie Mascel quien le cambió el cabello negro de acentos latinos por el pelirrojo que la hizo famosa mundialmente.
Pronto destacaría cuando tuvo que sustituir a Gingers Rogers como pareja de Fred Astaire. También trabajó con otro afamado bailarín: Gene Kelly en algunas comedias, pero su consagración llegó con el filme Sangre y arena (1941) de Rouben Mamoulian, inspirada en la obra homónima de Vicente Blasco Ibáñez, donde incorporó el papel de doña Sol, una mujer dominante y diosa sexual, que arruina la vida del torero Juan Gallardo.
No obstante, Rita Hayworth es conocida fundamentalmente por Gilda, la película de Charles Vidor protagonizada junto a Glenn Ford, en la que se quitaba los guantes con una sensualidad admirable, luego infinitamente imitada. Su imagen pasó a ser la iconografía del glamour y el sex-appeal.
Gilda está basada en la novela del mismo título original de E. A. Ellington, con guión de Ben Hecht, Marion Parsonnet y Jo Eisinger, ambientada en la Argentina de 1946. Relata la tormentosa historia de amor entre un jugador tramposo y su ex amante, quien se casa con el propietario de un casino en Buenos Aires en el que trabaja el protagonista y que, por supuesto, no sabe que su flamante esposa y su mano derecha se conocen
Infiel por voluntad propia, y para provocar celos en su antiguo amor, Gilda se involucra en unas irreales relaciones adúlteras. Preocupado, y para evitar la vergüenza pública, el marido manda a su asistente a custodiarla, lo que hará acercarse a la pareja. Curiosamente la película tuvo más éxito de público que de crítica que no dudó en calificarla como “basura de alto nivel”. Sin embargo, consagró a Rita Hayworth como la actriz más sensual de su época y, para muchos, inició la era de las “superstars”. Dueña de una figura espectacular, su imagen quedó inmortalizada bailando y cantando “Put the Blame on Mame”, mientras se quita los guantes. Esta secuencia forma parte de la mitología del cine. “Cada hombre que he conocido se ha enamorado de Gilda, pero se ha levantado conmigo”, dijo en cierta ocasión .
Si bien Gilda fue rodada íntegramente en Hollywood, la ambientación del momento histórico por el que pasaba Argentina por esos años (el fin de la Segunda Guerra Mundial y la llegada clandestina de los nazis) fue cuidada hasta su último detalle.
La bella Rita Hayworth, tuvo una densa y agitada vida privada, pues se casó cinco veces: la primera con Edward Judson en 1936, del que se divorció en 1942 para casarse, un año más tarde con Orson Welles con el que tuvo una hija, Rebeca. Rita se separó de Welles en 1948 después de haberla dirigido en La dama de Shanghai, porque según ella, “era imposible vivir con un genio”. Orson dijo de su relación: “Si esto era la felicidad, imagina lo que ha sido el resto de su vida”. Después del genio, tomó por esposo a Alí Khan, príncipe heredero del Aga Khan, con el que tuvo a la princesa Yasmina que la cuidó hasta su muerte. Tras divorciarse también del príncipe Alí, contrajo matrimonio en dos ocasiones más y siguió trabajando en el cine, sin el brillo de años anteriores. De esa etapa destaca Mesas separadas, de Delbert Mann en la que compartió cartel con Deborah Kerr y David Niven. Con los años se convirtió en una actriz discreta, pero en la historia del cine se la recuerda por su belleza y por encarnar a un estereotipo de diva que luego repitieron Ava Gardner, Marilyn Monroe y Brigitte Bardot. Años después tuvo que restringir su carrera a papeles pequeños, dado que a causa de la enfermedad no recordaba sus frases. La Columbia la sustituyó por Kim Novack.
Si bien la enfermedad de Alzheimer la describió en 1906 el neuropsiquiatra y neuropatólogo Alois Alzheimer (Markbreit, Alemania, 14 junio 1864 – Breslau, Polonia, 15 diciembre 1915) la popularidad de la enfermedad no alcanzó su mayor difusión hasta 1987 cuando aparecieron en las revistas norteamericanas las imágenes de Rita Hayworth que, victima de la demencia de Alzheimer, presentaba un aspecto desolador. Rita había sentido los primeros síntomas a los 42 años (1960) y en 1981 era incapaz de valerse por sí misma. También tuvo un gran impacto el libro Elegy to Iris en el que su marido relata el proceso degenerativo de la enfermedad de Alzheimer en su mujer, la escritora Iris Murdoch, autora de Enfermeras y soldados. «El inicio de la enfermedad -escribe el neurólogo Jordi Cervós, rector de la Universitat Internacional de Catalunya- cuando el paciente se da cuenta del derrumbamiento de su personalidad es especialmente doloroso, luego va desapareciendo la conciencia de enfermedad, pero esto no quiere decir que la persona humana desaparezca».
Aunque el Alzheimer no hace distinción entre ricos y pobres, hombres y mujeres, tontos y listos, llama especialmente la atención en los casos en que se presenta en personas que han gozado de inteligencia superdotada, como Iris Murdoch, que murió en febrero de 1999 y no se acordaba de los títulos de los veintisiete libros que había escrito.
Rita dijo en una ocasión: “No lo he conseguido todo en esta vida. He conseguido mucho más”. La pregunta que surge después de haber escuchado estas palabras y, sobre todo después de conocer su final, no puede ser otra que: “¿Adónde fueron a parar todos los retazos de esa vida maravillosa una vez se diluyeron en el tiempo? ¿Adónde fueron, si la memoria de ese animal tan sensual dejó de recordarlos? Algunos de ellos pasarán a la posteridad mientras el celuloide lo permita, otros permanecerán en algún rincón oculto, porque lo que es pasado sigue siéndolo y el olvido no podrá destruirlo jamás.
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Este artículo fue publicado en la revista Jano. Medicina y Humanidades, en el número del 13-19 de septiembre de 2002. VOL. LXIII Nº 1443 (páginas 87-88), y firmado por sus autores, Juan Soto Viñolo y Carmen Lloret.