Espeleólogos del pop: Stereolab

Sin duda una de las bandas más importantes de los noventa, Stereolab ha llevado a lo largo de dos décadas una carrera donde la visión poliédrica de sus post-pop le ha llevado a convertirse en icono de modernidad bien entendida.

Con Tim Gane y Laetitia Sadier como máximos responsables en el terreno compositivo, y únicos miembros fijos de la banda, su música ha cobrado vida a través de un filtro gigantesco en dirección al futuro, por el que pasaron con alegría de rozarse entre sí una serie de estilos musicales  de número indeterminado: kilómetros de krautrock, pop de sabor sesentero – vía Beach Boys -, rock experimental, noise, bossa nova, tonadas afrancesadas, minimalismo… Resulta un trabajo de chinos enumerar todas, la verdad.

stereolab foto 3Caracterizados por cantar tanto en inglés como en francés, siempre guiados por voces femeninas y ejecutores de un uso predominante de farfisas y, sobre todo, del ritmo alucinógeno del motorik, Stereolab patentaron una marca de estilo única e intransferible. Por estas razones y sus letras de marcado perfil político -de mensaje netamente marxista- y de referencias a artistas experimentales, Stereolab llegaron a ser una de las bandas más personales del mundillo pop. En una  época en la que parecía que la única forma de dar leña y decir cuatro verdades bien dichas era bajo los designios del hip hop cocido en los guetos americanos,  Stereolab se atrevieron a plasmar sus teorías situacionistas desde una posición constructiva y dentro de un armazón sonoro sin la contundencia habitual de bandas de la índole de, por ejemplo, el post-punk británico – The Pop Group, Gang Of Four, The Fall – o del hardcore-punk americano de la primera mitad de los ochenta.

 Englobados dentro del post-rock, no deja de ser algo atrevido limitar a una banda con tantas aristas y vertientes, que iban de las más vanguardistas a las más sencillas.

Seguramente una de las diez propuestas musicales más nutritivas de los ’90, durante esa década Stereolab fueron una fábrica inapelable de producir música. Autores de cantidades ingentes de LP, EP y singles, el inabarcable caudal creado por los británicos fue tan relevante que cualquier mención del britpop para designar su época vital de producción resultaría un sacrilegio de los que no se perdonan en la vida.

Inventores de apabullantes creaciones retrofuturistas, teóricos de la intensidad en cadena, Stereolab nunca se dejaron llevar por composiciones en busca del single perfecto -aunque a ver quién es el guapo al que se le ocurre un single más redondo que ‘Cibele’s Reverie’-. En vez de eso, Stereolab trabajaban como un equipo de operarios de fábrica, acuciados por la necesidad de fomentar una sensación distinguible; una a partir de la que, mediantes ligeros cambios de matices, ir construyendo un bunker de sonido no sólo infranqueable, sino también de escalonada propensión vertical: siempre mirando hacia cielos de melodías tan memorables como las que brotan mágicas del irresistible tono neutro de Laetitia Sadier y los inigualables pa-ra-pa-pas trenzados en círculo por su cómplice ideal: Mary Hansen.

La recreación ideal del “pasado futuro” soñado, con Stereolab siempre da la sensación de viajar a una zona geográfica imaginada, donde la Alemania cósmica de los ’70 -Can, Neu!, Faust, Cluster- sirve de brújula hasta territorios abiertos de lounge music, sunshine pop, electrónica rupestre y free jazz metronómico. Macedonia irrefrenable de sensaciones, sus canciones se muestran como works in progress para los que su forma es el de unas matrioskas repletas de sorpresas en fila india. Canciones infectadas por la picadura de la repetición, cuando hablamos de los mejores Stereolab, lo estamos haciendo de alquimistas del mantra en miniatura. En su caso, de una fisicidad que puede hacer reventar marcapasos a su paso, pero que también nos advierten de otros mundos, dimensiones paralelas donde no es difícil imaginarse a Joe Meek fumándose un buen canuto sobre su nave-farfisa.

stereolab foto 5Rompiendo las matemáticas de la luxación perfecta, del corazón de su cuerpo atlético surgen majestuosas ‘Animal or Vegetable (A Wonderful Wooden Reason…)’, la sobrecogedora cara B de la colaboración entre Stereolab y Nurse With Wound para el single ‘Crumb Duck’. Del ambient psicodélico de fuerza lacrimal que florece en sus tres minutos iniciales al krautrock tribal, imparable, de los diez siguientes, estamos ante una fuerza incontrolable, donde las subidas y bajadas siguen al dedillo la liturgia libérrima del no-guión. Vamos, como si MC5 se hubiesen pegado un viaje conjunto de ácido con Can. Poca broma.

En su teletransportación hacia un pasado imaginado, Stereolab decidieron que tenía que ser diametralmente opuesto al del britpop. Si la gran triada del britpop eran los Beatles, Ziggy Stardust y los Kinks, en el caso de Stereolab y sus compañeros de rutas secundarias iba a ser el corpus del krautrock: Can, Neu! y Faust. Si ya lo decía Simon Reynolds: “Lo que es tan encantador sobre Stereolab es la forma en que se conectan la ultra-cuadrada música de fondo con el ultra-hip del canon del rock underground: la Velvet, The Modern Lovers, Faust, Neu!, Suicide. De todos los dronologistas[1] mántricos, Neu! son la fuente clave para el sonido de laboratorio: generan la misma sensación de ruptura, pero con un optimismo restringido: la sensación de cruzar de manera constante  un futuro dorado. Stereolab utilizan el latido motorik perfeccionado por Kraftwerk y Neu!, un pulso rítmico sincopado, sin inflexiones”[2].

Laboratorio constante de ideas, “la improbable magia de Stereolab reside en la asociación (romántica y profesional) de Tim Gane y Laetitia Sadier. Gane es el cerebrito en el laboratorio de sonido, retocando desde la distancia para crear híbridos mutantes, como el ‘avant-garde MOR’ y el ‘ambient boogie’, mezclando los genes de unos acordes a lo Popol Vuh con una línea de bajo típica de Canned Heat. Sadier es la cantante de entonación dulce, que canta acerca de cómo el capitalismo ‘no es eterno, imperecedero’. Ella es como el eslabón perdido entre Francoise Hardy y Ulrike Meinhof. Improbable pero cierto, el muzak marxista y los mantras del motorik de Stereolab se han vuelto extremadamente populares”[3].

Una alternativa real a la corriente principal del britpop, Stereolab eran retrofuturistas, pero sin caer en la nostalgia. Estaban obsesionados con una idea: el futuro reside en el pasado, un pasado no tan conocido[4]. Como ejemplo más representativo de esta visión no hay más que fijarse en “Switched On”, el título escogido por Stereolab para titular su serie de recopilatorios de rarezas, que está sacado de Switched-On Bach (Columbia, 1968) de Wendy Carlos, una de las obras pioneras en el uso de los sintetizadores.

Tim Gane: “Mi gran atracción por esta música se basaba en que era sobre el futuro. Como se hizo en los años cincuenta y sesenta, la idea del futuro era bastante vulgar, pero también llena de optimismo y posibilidades infinitas. Y eso ahora es diferente: el futuro de hoy en día no trata en absoluto sobre las posibilidades infinitas”[5]. Y es que,  “Stereolab mezclan sin esfuerzo la neo-psicodelia (el latido metronómico del beat del ‘motorik’, un acorde de drone de guitarra) con el estado de ánimo de la música (coros melodiosos de chica pop, borbotones de sintetizador Moog). Es una estética que yo llamo ‘kitschadelia’, basada en una fascinación con las nociones pintorescas de antaño, de lo ‘lejano’; un medio irónico, nostálgico, realmente conmovedor para los días en los que la gente pensaba que el futuro sería fabuloso (vacaciones en la luna, el robot-mayordomo trayendo sus huevos fritos con tocino cada mañana, en forma de píldora, naturalmente). Al igual que almas gemelas como Pram y Labradford, a Stereolab les gusta usar proto-sintetizadores-artificiales para poder sonar pasados de moda.  Para lograr este resultado utilizan el Moog, el theremin y el Ondioline. Grandes esculturas como ‘3 To 1 In Groovy Green’ comparten esta cualidad kitschadelica, sus extravagantes tonalidades, evocadoras de los años ‘60 hechas por el hombre. Sus formas globulares recuerdan a los garabatos de aceite dentro de una lámpara de lava”[6].

stereolab foto 4

Como si estuvieran en una permanente huelga a la japonesa, Stereolab eran tremendamente prolíficos. Ante la el objeto de culto del pop, el LP, desarrollaron una trayectoria paralela a sus álbumes, repleta de EPs, splits, singles y canciones para recopilatorios. Todo en Stereolab tenía un fin. Su imagen parecía sacada de una película de ciencia-ficción de serie B de los años ’60.  Viendo vídeos como el de ‘Ping Pong’, no quedaba lugar a la duda. Precisamente, esta canción fue uno de los singles que más repercusión tuvieron de toda su carrera. Publicado en pleno subidón Parklife, a diferencia de la crítica condescendiente de Blur, Stereolab invocaban en ‘Ping Pong’ las teorías marxistas para desmantelar las crisis cíclicas orquestadas por el capitalismo. Pero lo más sorprendente era el envoltorio de estas reflexiones, bañadas por capas de dulce pop afrancesado con aires sixties.

Laetitia Sadier: “Tuve una discusión con un amigo. Él decía: ‘El capitalismo está bien, porque la recuperación se pone en construcción. Hay una caída luego de una guerra y entonces tienes que reconstruir todo para estimular una recuperación’. !Y él pensó que estaba bien! Me pareció que eso era muy impactante”[7].

La posición de Sadier como letrista le dio carta blanca en su particular enunciamiento de sus manifiestos en forma de pop retrofuturista. A diferencia de la mayoría de agitadores intelectuales, la grandeza de Sadier provenía de evitar cualquier tipo de tensión o brote visceral en su interpretación vocal. En cambio, Sadier enunciaba letras como una autómata. Usaba un marcado tono neutro, preciosista y también solía cantar en francés, el idioma del amor. Cuando Sadier canta “There’s only millions that die in their bloody wars, it’s alright” [Sólo son unos millones que mueren en sus guerras sangrientas, y eso está bien], entre coros de preciosismo bacharachiano, está haciendo más daño que nunca dentro de la herida. Su exposición antitética con el mensaje cifrado es una crítica en sí misma contra toda la superficialidad movida por los hilos indirectos de una sociedad capitalista. Desde el otro lado del espejo, el preciosismo con el que enuncia letras como  “Childhood is the most real, the garden of new visions” [La infancia es lo más real, el jardín de nuevas visiones] también se puede entender como un reflejo de la poesía que resplandece dentro de cualquier revolución social.

stereolab

Mientras Stereolab se esforzaban en alentar con profundidad un mensaje de resistencia, con ‘French Disko’ como ejemplo más significativo, Manic Street Preachers arrasaban con sus panfletos populistas. El choque entre estos dos grupos es el símbolo de una doble lectura del espíritu combativo del pop británico durante aquellos años. De este modo, En 1996, Manic Street Preachers publicaron Everything Must Go (Epic, 1996). En lo musical, se trata de una de las obras más arrebatadoras del britpop. Manic Street Preachers sonaban como si Nirvana tuvieran a Phil Spector de productor. Este híbrido funcionó, dejando momentos tan alto voltaicos como la propulsión disco de ‘The Girl Who Wanted To Be God’, la épica fastuosa de ‘Enola / Alone’ o himnos de barra de pub -‘A Design For Life’-. El tejido sonoro estaba hilvanado para dar forma a un formato hímnico que celebraba las miserias vitales. Más que esperanzador se trata de un sentimiento indulgente.

El mismo año que Manic Street Preachers se aprovechaban de que Blur, Oasis y Pulp no sacaban LP para poder arrasar, Stereolab publicaban Emperor Tomato Ketchup (Duophonic, 1996), su obra magna. A diferencia del cuarto álbum de Manic Street Preachers, el discurso de Stereolab era instructivo. Su modus operandi era preclaro: se conectaban con la gente para despertar su curiosidad, no para adormecerlos entre panfletos adoctrinadores.

En lo musical, Emperor Tomato Ketchup es un logro de proporciones oceánicas. El mural estaba tomando nuevos matices, mientras el enfoque kraut de su sonido modulaba tonalidades renovadas.

Tim Gane: “Yo estaba con la idea del swing, en ese sentido de gran banda. La primera pista, ‘Metronomic Underground’, originalmente constaba de alrededor de siete riffs que quería cerrar como una big band. Yo también estaba obsesionado con los riffs y los ritmos de Sun Ra, Don Cherry y la Plastic Ono Band de Fly[8].

stereolab foto 7

Por otra parte, el mensaje de sus canciones seguía ofreciendo una perspectiva más post-punk que cualquiera de sus otros contemporáneos. De hecho, recuperaron el espíritu del ’78 al ’80, años en las que eran una constante entrevistas de las que emergían teorías sobre el arte, filosofía y la precariedad social vivida bajo el mandato de Thatcher. Más que entrevistas, las respuestas de gente como Mark Stewart -lider de The Pop Group- o Gang Of Four eran manifiestos. Sus palabras parecían que daban un cuerpo más físico a la distorsión dub de sus brainstormings de tono surrealista. La reflexión era el fin: el concepto de “músico pop” ya no era el de un ególatra viviendo desde una posición que le superaba.

Stereolab recuperaron esta tradición. Mientras los hermanos Gallagher se daban de collejas entre ellos o promulgaban a los cuatro vientos que eran la banda más grande del mundo, Laetitia Sadier se dedicaba a cuestionar todo lo que le rodeaba. Como todos los  artistas que tienen algo que decir, su posición siempre implicaba un desacuerdo con el exterior. Si bien este mensaje quedaba más que patente en canciones como ‘Ping Pong’, en las entrevistas Sadier podía ir incluso más lejos en sus razonamientos: “Antes creía que un día cualquiera la gente se despertaría y, mágicamente, tomaría conciencia de todo lo que está mal en el mundo, del daño que hace el capitalismo a las personas. Pero, más tarde, te das cuenta de lo remota que es esa posibilidad, así que ahora nos identificamos más con el concepto de resistencia frente al sistema; es menos ambicioso pero más práctico”[9].

 


[1] En referencia al drone.

[2] Reynolds, Simon: “Stereolab, interview”, Melody Maker. (Traducción del autor.)

[3] Reynolds, Simon: “Stereolab, interview”, Melody Maker. (Traducción del autor.)

[4] Esta misma visión fue heredada por las grandes bandas de pop hipnagógico actual. No hay más que escuchar a Belbury Poly, Moon Wiring Club o The Advisory Circle y a una banda puente entre el post-rock y el pop hipnagógico como Broadcast.

[5] Reynolds, Simon: “Stereolab, interview”, Melody Maker. (Traducción del autor.)

[6] Ibídem. (Traducción del autor.)

[7] Ibídem. (Traducción del autor.)

[8] Ibídem. (Traducción del autor.)

[9] Malsonando, Jesús y Victor: “The New Wave Of The Neu Wav!”, Rockdelux, página 5.