Anna Domino es la máscara tras la que se escondía la enigmática Anna Virginia Taylor, una de esas tantas artistas que quedaron sepultadas en el olvido de los ’80 más sofisticados. Si a esto añadimos que la discográfica desde la que operó con más asiduidad fue la belga Les Disques Du Crepuscule, -la misma que publicó el inmortal Atmosphere (Les Disques Du Crepuscule, 1979) de Joy Division-, relucen más pistas del porqué de tamaño olvido hacia una artista peculiar, perteneciente a esa franja de prestidigitadoras del pop más heterodoxo, con Kate Bush y Mary Margaret O’Hara como máximos referentes a seguir en aquellos años ’80.
Sofisticación y exquisitez, elevados a la máxima potencia, la carrera de Anna Domino está jalonada por una panorámica de tonos contrastados, inquieta, algo irregular, pero como en el caso de los buscadores de tesoros más avezados, cuando encuentran el rastro de pepitas, cavan hasta dar con el mayor motín posible. Éste es el caso de Colouring In The Edge And The Outline (Les Disques Du Crepuscule, 1988); sin duda, el documento más representativo e inspirado del catálogo de Anna Domino. Y es que este mini-LP está conformado por un sexteto de piezas de acabado perfecto y contenido tan jugoso como cualquiera de las obras más representativas de la gran Kate Bush, y eso es decir mucho, muchísimo. Así, las seis esquinas de este hexágono ideal está perfilado por la voz vaporosa de Anna. Su interpretación de altos vuelos está teñida de una dulce melancolía, las canciones sobrevolaban con finura colgadas de un paracaídas sintetizado de factura intachable. En éstas no es complicado encontrar similitudes con el tono introspectivo de Everything But The Girl y Suzanne Vega, a las que, sinceramente, nada tenía que envidiarles. Sobre todo, si de vez en cuando era capaz de sacarse de la chistera hits potenciales de synth-pop, como la enorme ‘88’, y la desarmante emoción escalonada de ‘Always, Always’, que funciona como corazón de este disco provisto de otras cuatro razones de fuerza mayor para dejarse encandilar sin miramientos. Casi a la par de emociones, ahí emerge la elegancia abrumadora con toques funkys sobre base rítmica a lo Young Marble Giants de ‘Luck’; el pop crepuscular de ‘Clouds Of Joy’ y ‘Perfect Day’ (No, Hee Says) y la infecciosa ‘Tyranny (Of Your Company)’. Todas hechas en los talleres más cualificados de la alta costura del pop.
De trayectoria corta pero sustanciosa, Domino la cerró a lo grande sus aventuras en solitario con Mysteries Of America (Le Disques Du Crépuscule, 1990), obra con la que se vestía de trajes acústicos para dejar su cuño de distinción dentro del folk americano. Desde esta última genialidad en solitario, Domino solo ha vuelto al ruedo con dos discos al frente de Snakefarm, banda con la se dedica a versionar clásicos de raíces del folk americano con el trip-hop y el funk de diseño como máscaras irreconocibles de los originales.