Fundadora del expresionismo alemán, El Gabinete del Doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920) fue dirigida por Robert Wiene, contando con el guion de Hans Janowitz y Carl Meyer. Ambos habían ideado el guion tras una visita a una feria local, en la que pudieron ver a un forzudo, en supuesto trance hipnótico, adivinando el futuro de los presentes. La rocambolesca visión les inspiró hasta el extremo de tardar únicamente seis semanas en desarrollar el guion de El Gabinete del Doctor Caligari y presentarlo a la modesta productora Decla. El primer director escogido para llevar la historia a imágenes fue el gran Fritz Lang, pero éste tuvo que rechazar la oferta ya que el estudio le presionaba para continuar con el serial Die Spinnen. Sin embargo, Lang había tenido tiempo de leer y releer el guion y de sugerir algunos cambios en el mismo. El más notable fue el añadirle a la historia un prólogo y un epílogo que cambiaban totalmente el sentido de la película, algo a lo que Hans Janowitz y Carl Mayer se opusieron en rotundo.
La inclusión de ambos actos, ya que la película tomó una estructura inequívocamente teatral, resultó crucial en el devenir de la película. Por un lado suavizaba el mensaje inicial al añadir el elemento de ensoñación, pero por otro lado creaba lo que se considera como el primer giro argumental realizado en una película. Suavizar el mensaje ayudó a que las autoridades alemanas no aplicaran la tijera sobre Caligari. Sin embargo, la trama no ocultó completamente el objetivo de los guionistas, que no era otro que el de denunciar la manipulación del gobierno alemán sobre sus ciudadanos en la Primera Guerra Mundial. Caligari es un histriónico doctor que llega a la feria del pequeño pueblo de Holstenwall, la atracción que mostrará al público será el sonámbulo Cesare, supuestamente provisto de poderes adivinatorios. Pronto descubriremos que Cesare realmente es un esclavo de Caligari, quien lo usa como arma humana para asesinar a todo aquel que le molesta, al igual que el gobierno alemán usaba a sus hombres para invadir y aniquilar a sus rivales. Aunque mirado con perspectiva, los maléficos experimentos de Caligari casi parecen ser un presagio de lo que llegaría veinte años después.
Los crímenes de Cesare, y de Caligari como inductor, siembran el terror en el pequeño pueblo que comienza a buscar al culpable entre sus ciudadanos, generando un clima de horror y desesperación por poder señalar al responsable. Caligari se siente todopoderoso, y no duda en atraer a nuevas víctimas a su espectáculo de feria, para señalárselas a Cesare como objetivos, casi como si de un perro guardián se tratase.
Si algo destaca en El Gabinete del Doctor Caligari, al menos a primera vista, son sus decorados imposibles, repletos de puertas inclinadas, ventanas triangulares, casas con ángulos retorcidos y muebles que parecen sacados de una obra cubista. Los escasos medios de la productora ayudaron a acentuar la sensación opresiva del pueblo, ya que los decorados tuvieron que ser pintados con multitud de sombras, debido a la escasa iluminación disponible. También el abundante maquillaje usado, de aspecto lúgubre y tenebroso, dotaban al film de un aura mística, logrando que la imagen de Caligari y Cesare, en la que el doctor mira al sonámbulo de forma casi lasciva, con un aire de satisfacción por ver su experimento caminando y ejecutando sus malévolos planes, ha quedado como uno de las estampas icónicas del cine.
Estamos ante una obra imprescindible que navega entre muchos géneros sin perder nunca el rumbo, una obra sorprendentemente moderna y vanguardista que sigue captando la atención del espectador. Su última restauración, además, nos permite gozar de ella como nunca, gracias al minucioso trabajo realizado por la Fundación Friedrich-Wilhelm-Murnau-Stiftung, cuya encomiable labor, en ésta y en muchas otras obras, es de un valor incalculable.
Si unas semanas atrás os hablábamos del inicio del (S8) Mostra de Cinema Periférico, en la que anunciábamos que, precisamente, esta película sería la que nos acompañaría en la primera proyección. Hoy, tras haber asistido al acto, podemos decir que ha sido, de nuevo, un rotundo éxito de la organización y una delicia haber podido disfrutar de esta joya del celuloide, magníficamente musicalizada en directo por la virtuosa pianista Eunice Martins.