Hüsker Dü: «Eight Miles High»

Husker Du - Eight Miles High foto 1Qué tiempos aquellos, los del rock de los ‘80. Sí, hay veces que un acto de nostalgia si este viene acompañado de una buena selección de discos sacados del estante dedicado al rock underground americano de mediados de aquella década. Y más si nos paramos a repasar la cosecha SST del ‘84, que emerge como una de las más productivas en la historia del rock post-1966. My War (SST, 1984) de Black Flag), Double Nickels On The Dime de Minutemen (SST, 1984), Meat Puppets II (SST, 1984) de los Meat Puppets y, cómo no, el Zen Arcade (SST, 1984) de Hüsker Dü. En el caso del power-trío de Minneapolis, su revolucionario doble LP ejerció su función de abrir el objetivo de la panorámica de forma trascendental. Cualquier tópico asociado a sus orígenes hardcore ya no tenía sentido, ni siquiera en sus ejercicios más speedicos. Para muchos, Zen Arcade supuso la cumbre de un propósito. Sin embargo, otros pensamos que fue una forma de despejar los horizontes antes de encauzar su progresión hacia un propósito mayor: la gestación de un híbrido power-noise-pop en el que ya no cupiera mayor discusión sobre la autenticidad de la misión planteada por Grant Hart, Bob Mould y Greg Norton.

Pero ahora, a lo que vamos. Dos meses antes de que Zen Arcade fuera publicado, en julio de 1984, la declaración de intenciones tomó forma mediante un single muy especial: Eight Miles High (SST, 1984). En efecto, la canción titular de este single era una versión de la canción de los Byrds. Todas las declaraciones previas en las que Mould y los suyos se habían dedicado a renegar del dogmatismo hardcore eran palabras; pero la verdadera respuesta estaba contenida entre los surcos de este disco. ¿Una versión de los Byrds? Más que una provocación, se trataba de una derivación natural de la brutalización de la psicodelia que los Huskers estaban planteando como una de sus bifurcaciones elementales dentro de su mapa de carreteras; y más, llevándolo a cabo por medio de la canción-semilla del rock psicodélico.

Pero además, su forma de remodelar el legado psicodélico ’66-’67 también derivó en un ataque directo contra los revivalistas tristones del Paisley Underground.

Grant Hart: “Esas bandas… no añadían nada nuevo al sonido. Si hubieran versionado ‘Eight Miles High’, no habría sonado muy diferente de la original. Nosotros hemos creado una nueva canción  a partir de ella[1].

Bob: “Me gusta mucho R.E.M.  Creo que son realmente Buenos. Lo que no me gusta son todas esas nuevas bandas psicodélicas de L.A. como Rain Parade. Dream Syndicate están bien.  Pero Rain Parade no me gustan ni un poquito”[2].

 

Grant Hart: “Hay un montón de gente que piensa que pueden ponerse una camiseta ‘paisley’, unas gafas a lo Roger McGuinn, fumar hierba, tomar ácido, y por ello ser psicodélicos”[3].

Su apropiación del clásico de los Byrds también respondía a un ideal en la formulación hüsker: para remodelar la semántica del rock no bastaba con una simplificación agresiva de las formas, había que retroceder hasta mediados de los ’60, tomar el ejemplo de sus representantes más preocupados por ampliar las posibilidades del sonido, los tonos, la distorsión, las texturas -como fue el caso de Byrds, Jimi Hendrix o Beatles-, y descontextualizar su modo dentro de una reformulación total de las posibilidades expresivas más acordes con la dialéctica del rock undergrond.

Husker Du - Eight Miles High foto 4

Lejos de negar su “traición”, Mould y Hart no se cortaron ni media en mostrar a pecho descubierto su devoción por la época dorada del pop.

Bob Mould: “Supongo que suena pomposo que decir que  [The Who y los  Beatles]son influencias. No son realmente influencias, pero sí grupos de los que escucho un montón de cosas que me gustan. The Who eran unos grandes pensadores de su tiempo, Townshend en particular. Los Beatles eran simplemente camaleónicos; cambiaron tan rápidamente hacia el final. Todo ese tipo de cosas locas. Creo que Rubber Soul y Revolver son sus dos mejores discos. Nosotros tocamos ‘Ticket to Ride’ y también hacemos una versión realmente buena de ‘Helter Skelter’”[4].

Pero había más, una autoexigencia digna de la inconformista generación krautrock.

Grant Hart: “Nuestro interés son esas canciones, no la época. […] Nosotros decidimos tocarlas despojándonos de cualquier relación intencional con la época. Creo que podríamos hacer una gran versión del coro del ‘Aleluya’, y creo que nadie se atrevería a preguntarnos cuál es nuestra relación con la época en que fue escrita. Los años sesenta son ahora tan populares que me parecen una mierda. No creo que haya nada malo en imitar, pero también tenemos que ser capaces de ofrecer algo nuevo”[5]. Y vaya si lo hicieron.

 Para su reinterpretación de ‘Eight Miles High’, Hüsker Dü fue como si hubieran arrastrado todos los años sesenta hacia el mismo epicentro de un tornado. En vez de optar por la opción más recurrente, aumentar las revoluciones de la original, casi no alteraron el tempo de la canción. Por el contrario, recogen el alma del tema de los californianos y la insertan dentro de una monumental cascada de electricidad crispada. Mould pone la voz. Su interpretación suena a exorcismo. Canta con todo su ser. Las obnubilantes armonías de McGuinn y compañía se han volatilizado en un amasijo de nervios desligándose de su forma física. La levitación ha tornado en crepitación. La oscuridad tiene un reverso de luz, y ‘Eight Miles High’ supone el paradigma de esta certeza.

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Bob Mould: “[‘Eight Miles High’] me hace sentir como que estoy ganando. Me hace sentir bien. Muchas personas interpretan la catarsis -o todos los pequeños miedos, angustias, frustraciones, o lo que sea- como algo negativo. Pero para mí significa todo contrario: si estás frustrado, lo dejas salir. Eso es lo que te hace sentir bien[6].

La metodología llevada a cabo se basa en tomar el riff central del tema de los Byrds y adoptarlo según la fórmula hüsker. El punto culminante se produce en el meridiano de la canción, tras el que Mould, literalmente, expulsa las palabras desde lo más hondo de sus entrañas. La intensidad de la original ha sido recogida y expandida de forma turbulenta, casi suicida. Su desproporcionado impacto emocional le da la razón a Mould: el hardcore se había quedado muy pequeño para ellos. Sin necesidad de cambiar los ingredientes, los estaban empleando con una vibrante profundidad de causa. A partir de ese instante, ya no cabe duda: ‘Eight Miles High’ ya ha dejado de ser una versión. Se han apropiado de su autoría. Como bien se llegó a comentar, lo que Roger McGuinn no sabía en 1965 es que cuando compuso esta canción, lo estaba haciendo para Hüsker Dü.

Bob Mould: “No me importaría escuchar lo Crosby tendría que decir [de nuestra versión]. ¡Él podría venir hacia mí con una pistola! Él (McGuinn) estaba en la ciudad (Minneapolis) hace unos días. Él y Crosby estaban allí esa misma noche[7]‘Eight Miles High’ acabó siendo uno de los estandartes del grupo para sus directos. ¿Cabía otra opción?

Su publicación como antesala de Zen Arcade aumentó la curiosidad de forma brutal. Y más sabiendo que ‘Eight Miles High’ había sido descartada finalmente del temario escogido finalmente para su esperado doble LP.

Muchos años después, Mould se lamentaba de no haber utilizado ‘Eight Miles High’ en vez de ‘Reocurring Dreams’. Aunque como él mismo reconoce: “Pero no hubiera sido lo mismo, o tan bueno, como el cuerpo final del trabajo conocido como Zen Arcade[8].

Lo cierto es que ‘Eight Miles High’ se merecía protagonismo total para provocar la repercusión buscada. Y vaya si lo consiguieron. Más allá de los posibles debates sobre la desviación planeada por Hüsker Dü de una “supuesta” hoja de ruta, la mayoría de las críticas fueron tremendamente entusiastas. Si desde publicaciones como Suburban Voice expresaban el sentimiento compartido de que ‘Eight Miles High “era el single que tendría que llevarlos hacia audiencias más amplias”, en los semanarios ingleses también tuvo una repercusión inaudita. Se la llegó a considerar como la mejor versión de la historia. Y, aunque estas aseveraciones siempre entran dentro de terrenos discutibles y la exageración, no cabe duda que si hay una canción que contextualiza de forma proverbial a su original, prolongando su vida en formas más rotundas e intensas, ésa ‘Eight Miles High’. Sí, sí, la canción de los Hüskers.

 


[1] Earles, Andrew: “Hüsker Dü: the story of the noise-pop pioneers who launched modern-rock”, Voyageur Press, 2010, Minneapolis, página 129. Traducción del autor.

[2] Al Quint y Andy Thurston: “Hüsker Dü”, Suburban Punk, nº8, comienzos de 1984. Traducción del autor.

Fuente: http://www.thirdav.com/zinestuff/sp8.html

[3] Gill, Andy: “The trash aesthetic”, New Musical Express, 08/06/1985. Traducción del autor.

Fuente: http://www.thirdav.com/zinestuff/nme_gill.html

[4] Drew Wheeler y Mike Welch: “Garage Sale”, Spin, diciembre de 1985 página 23. Traducción del autor.

[5] Chiesa, Guido: “Hüsker Dü: la revoluzioni permanente”, Rockerilla, febrero de 1985, página 14. Traducción del autor.

[6] Drew Wheeler y Mike Welch: “Garage Sale”, Spin, diciembre de 1985 página 25. Traducción del autor.

[7] A. Rice, Barbara: “Hüsker Dü”, Truly Needy, comienzos de 1985. Traducción del autor.

Fuente: http://www.thirdav.com/zinestuff/tn9.html

[8] Bob Mould y Michael Azerrad: “Bob Mould. See a Little light: a trail of rage and melody”, Little, Brown And Company, Nueya York, 2011, página 91. Traducción del autor.