Libros de Kirlian publica «The Go-Betweens: necesito dos cabezas»

Desde hace unos días, Libros de Kirlian ha puesto a la venta “Go Betweens: Necesito Dos Cabezas”, el nuevo libro de nuestro colaborador Marcos Gendre.

“Go-Betweens: Necesito Dos Cabezas” es el relato de los sueños, desdichas y logros de los Go-Betweens, el paradigma de lo que significa pertenecer a la otra cara del triunfo.  Desde que en 1977 Robert Forster embaucó a Grant McLennan para montar un grupo sólo por un año, quedó clara una cosa: las grandes historias no son exclusivas de los vencedores. De Brisbane a Londres en busca de éxito, se dieron de bruces con la realidad: el reconocimiento no da de comer. En su duro peregrinaje de discográfica en discográfica, el reparto principal se fue enriqueciendo de una nómina de secundarios de lujo. Entre ellos, Lindy Morrison y Amanda Brown, con las que compartieron amores, discordias y guiones sin acto final.

Mientras vagabundeaban en las orillas de los charts, constituyeron otra certeza: los 80 fueron tiempos perennes para el pop. De los Smiths a Prefab Sprout, pero también gracias a Felt, McCarthy, Chills, Triffids y, cómo no, los Go-Betweens, que preñaron aquellos años de una cordillera monumental de clásicos atrapa-corazones, cepos para la emoción como ‘Cattle And Cane’, ‘Part Company’, ‘Head Full Of Steam’ o ‘Streets Of Your Town’. Ésta ha sido la banda sonora de una pequeña comunidad de feligreses que no ha parado de crecer desde el retorno de la alianza McLennan/Forster en pleno siglo XXI. Cerrada su andadura desde hace una década, ahora es el momento de hacer justicia, abrir el álbum de los recuerdos, embarcarse entre las páginas de Go-Betweens: Necesito Dos Cabezas, y volver a ese gran imaginario de pop en tecnicolor y latido mercurial, para el que el periodista Marcos Gendre ha modelado un gran documental escrito.

Autor de estudios imprescindibles sobre Vainica Doble, The Smiths, el post-hardcore, The Stooges, el britpop o Siouxsie & The Banshees, Gendre debuta en Libros de Kirlian con su trabajo más personal, y sustancioso hasta la fecha. Un libro tanto para neófitos como duchos en las artes de seducción de Forster y McLennan, entre sus páginas queda respondida la gran cuestión, planteada por Les Inrorucktibles en 1996: “¿La banda más infravalorada de la historia? Lean, juzguen; pero, sobre todo, escuchen. Pocas oportunidades mejores que ésta para volver a creer en el poder sanador del pop. Y más con los tiempos de reciclaje compulsivo que vivimos en la actualidad.

Para celebrarlo, a continuación os dejamos con un extracto del primer capítulo.

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Películas, libros y Go-Betweens

“Los dos primeros años en Brisbane fueron fantásticos. Realmente, nos sentíamos como si fuéramos las únicas personas que estaban haciendo algo que significara algo”.

Robert ForsterAño 1976, el punk ha prendido la mecha definitivamente. La onda expansiva de los Sex Pistols no se ha hecho esperar. The Leftovers, The Survivors y, sobre todo, The Saints han delimitado las preferencias musicales de ese año en la ciudad australiana de Brisbane, la misma de los Bee Gees. Éste es el entorno en el que comienzan a despertarse las propensiones creativas de Robert Forster, uno de los tantos jóvenes encerrados en una ciudad cuya mayor motivación era poder escapar de ella a toda costa.

Robert Forster: “No creo que realmente sepas en qué ciudad estás, y no creo que juegue un papel demasiado importante, hasta que te acercas a los 17 o 18 años. La escuela ocupa una gran canti­dad de tiempo. No es como tener 12 años. Estás fuera en los clubes y estás descubriendo la ciudad por fuera. La mayoría del tiempo se mueve entre la escolaridad, los fines de semana haciendo de­porte o visitando a la familia. Te encuentras en un túnel hasta que estás cerca de los 17 y, de repente, sales. Eso es lo que fue para mí. Cuando tenía 17 o 18 años, era como, “oh, Dios mío, estoy en Brisbane”. Ésa fue la primera vez que me di totalmente cuenta de esto”.

“Así que hasta los 17 o 18 fue muy agradable. Verde, soleado, fácil. Me di cuenta de que no estaba en París. No estaba en Ciudad de México. No estaba en un pueblo. Me di cuenta de que estaba en una ciudad, pero mi opinión sobre la ciudad era mejor de que si hubiera estado en Sídney o Melbourne. Todo funcionaba bien”.

Sin embargo, Brisbane estaba viviendo una época dura de re­presión. La adopción de la actitud punk había surgido de forma natural, como el hip-hop en los guetos de Nueva York o el post-punk en Manchester. El terreno condiciona las motivaciones. Brisbane era la hermana pequeña de Sídney, ésa que siempre le está tirando de los pelos. Situada al norte de la gran capital aus­traliana, Brisbane tiene el molde de las grandes ciudades aus­tralianas: ríos, grandes zonas verdes dentro de la misma ciudad, edificios del siglo XIX. Brisbane es como una versión a escala menor de Berlín, si no hubiera existido la II Guerra Mundial. La naturaleza en el corazón de la metrópolis, una telaraña de calma.

Desde la entrada del rock & roll en los años 50, Brisbane había sido una ciudad perfectamente estructurada por el primer minis­tro del estado de Queensland, Joh Bjelke-Petersen, que desde 1968 a 1987 impuso su receta férrea de “ley y orden”, perfectamente dispuesta sobre una red de vías de escape modeladas para la ju­ventud, adecuadas en su función de adormilamiento neuronal. Maquillaje para las ideas, entre los 60 y 70 los grandes referentes de la ciudad de Brisbane eran la radio pro sixtie 4BC, una red de discotecas, con the Sound Machine como gran epicentro, y el ma­gazine Go-Set.

Sin embargo, Brisbane era una ciudad regida por una fuerte represión. En pleno 1977, te podían arrestar si bebías siendo me­nor de edad y también por decir palabras malsonantes…

Por inercia, la represión siempre suele derivar en una respues­ta contestataria. Y Brisbane iba a seguir esta tradición. El ser una ciudad universitaria la ayudó a armarse con mayor fuerza de propósito.

Robert Forster: “Fue una época revolucionaria. Era como un campus estadounidense. Era como Berkeley en los años 60, algo muy caliente políticamente. Las personas estaban ca­minando en traje de faena; había una corriente muy fuerte de marxismo / leninismo / socialismo, un gran movimiento anar­quista que estaba muy arraigado en el mundo académico. […]”

“Había una amplia percepción en la Universidad de que [el go­bierno] estaba corrupto. Se sabía. Pero yo no me dirigí por un ca­mino político. No estaba cómodo en ello y no era lo mío, aunque yo me encontraba en un ambiente muy politizado y desprecia­ba al gobierno tanto como cualquier otra persona”.