Colin Newman: «A-Z»

colin newman1No deja de ser un dislate que, a día de hoy, aún no se haya calibrado en su justa medida la relevancia de Colin Newman en el devenir de la música popular. Mente maestrta de Wire, una de las formaciones más inteligentes e innovadoras del punk británico, Newman dejó para el recuerdo la trilogía-puente más consistente entre punk y post-punk,  la conformada por Pink Flag (Harvest. 1977), Chairs Missing (Harvest, 1978) y 154 (Harvest, 1979)-. Obras imbatibles en ideas y espíritu transgresor, Colin Newman se marcó muy rápidamente un pico muy alto que, aun así, conseguiría volver a coronar al frente de Wire mediante Send (PinkFlag, 2003); y en solitario, gracias este LP de sobradas ambiciones.

Hilado tras dejar eventualmente a sus compañeros habituales de abordo, en el paréntesis que tomado al finalizar 154, A-Z (Beggars Banquet) en principio iba a ser el cuarto LP de Wire, pero la gradual inclinación de Newman hacia el uso de sintetizadores, además de la apuesta de Beggars Banquet por una carrera de Newman como único firmante de sus discos, hizo que Bruce Gilbert y Graham Lewis abandoran la nave y se enfrascaran en sus propios proyectos, de carácter más experimental. La historia empieza a coger forma.

Planteándose una viabilidad más comercial en su nueva aventura, Newman demuestra sus dotes en las distancias cortas mediante el gancho irresistible de ‘Order For Order’ o ‘Not Me’, dos de los cortes más brillantemente pop de todo su catálogo. Esta perspectiva inicial para A-Z se va al traste a las primeras de cambio. No hay cabida para la fama fácil en un culo de tan mal asiento. Volviendo al cauce de su continuo estado de reinvención, Newman pronto desecha las ambiciones iniciales de su sello y lo que al final entrega es la continuación lógica a 154.

colin newman 3Haciendo un uso providencial de los sintetizadores como elemento vertebrador de la fisonomía sónica, Newman  consigue enhebrar un sonido panorámico, donde la influencia de Eno se hace bastante evidente -‘Seconds To Last’-, que se desarrolla en una amalgama de diferentes atmósferas en milimétrica convivencia: unas abruptas, como ‘Troisieme’ y ‘B’; otras más relajadas y llenas de pequeños descubrimientos, tal como ‘Image’, que bien se podría enfocar como un antecedente de Eyeless In Gaza. En todo momento, estamos hablando de una obra mutante. No hay más que pinchar una marcianada del calibre de ‘S-s-s-s Star Eyes’. La inherencia a contracorriente se refleja en piezas  tan imprevisibles como ‘The Classic Remains’, un vals del futuro interpretado por una horda de androides caníbales, pero nunca sin perder el equilibrio con una deriva más en primer plano, así como ocurre en la cadencia perfecta de ‘But No’ o ‘I’ve Waited For Ages’. A-Z se mueve con la misma tracción que indica el título escogido para éste: engloba todo el abecedario de matices, aunque el orden no sea nunca el lógico.  La sensación que transmite en todo momento es la de no saber nunca por donde va a tirar su próximo giro, lo cual torna en un estado físico prefijado, un rictus facial de permanente alelamiento.

 Compuesta por una infinidad de piezas y hallazgos, A-Z funciona como un  puzzle de dimensiones gigantescas, donde se confunden punk, rock, pop, tecno y vanguardia en una torre de Babel de un solo idioma.

Como apunte personal para acabar de recomendar este clásico en la nevera no me queda más remedio que mencionar dos canciones que siempre formarán parte de mi banda sonora vital: El pop anfetamínico de ‘& Jury’ y el punk-pop rugoso de ‘Don’t Bring Reminders’, pruebas verídicas de lo que significa volatilizarse del gusto sin dejar de pisar tierra firme.