Lou Reed, Bob Ezrin y «Berlin». Una película para los oídos (IV)

Como ya hemos visto, Berlin es una obra que será vilmente defenestrada en su momento, por más que se empeñara Reed en intentar ver el vaso medio lleno. Sin embargo, se puede encontrar algún reducto de sensatez entre tanta miopía generalizada por parte de una prensa que se esperaba un Transformer 2. Y ya sabemos lo que pasaba cuando a la prensa de aquellos años ’70 le espetabas con algo completamente contrario a lo que tenían en mente. Y más en este caso… De esta manera, entre tantos litros de tinta malamente avinagrada, surgió, milagrosa y solitaria, el escalpelo preciso de John Rockwell en su artículo escrito para el New York Times: “El fondo está arropado con los atavíos del rock, pero la forma es más operística y cinemática, que estrictamente musical en el sentido pop tradicional, y los sentimientos descritos son enteramente personales. Mientras que otros danzan y juegan a provocar una aureola de aberración sexual, Reed es fríamente real. Berlin es la saga típicamente onírica de una relación amorosa sadomasoquista ambientada en el Berlín contemporáneo. Pero lo contemporáneo se enriquece gracias al sutil reconocimiento de Brecht y de Weill, y el potencial sensacionalismo del argumento que serenamente contrarrestado por una especie de flemática desesperación. Es, asombrosa e inesperadamente, uno de los discos de rock más poderosos y originales que se han hecho en años”[1].

Siguiendo con la parte que le toca a la prensa escrita, en torno a la publicación de Berlin, en una de sus típicas entrevistas al límite, Reed responde con su habitual verborrea cortante sobre ciertos tópicos surgidos a raíz del álbum. ¿Y cuál será la publicación agraciada con su talante sin afilar? Pues en esta ocasión, Circus Mag:

“Circus: ¿Qué piensas sobre la denominación que ha recibido el Berlin como “el Sgt. Pepper de los ‘70”?

Lou Reed: Me siento insultado.

Circus: ¿Cuál es la diferencia entre Berlin y New York?

Lou Reed: Ninguna. Berlin sonaba interesante, no es como si se me diera por llamarlo Scarsdale. En ese caso, la gente diría ¿Scarsdale? Yo no quiero escuchar un disco sobre Scarsdale. Pero bueno, de todas maneras, así como terminé Berlin, la gente tampoco quiso escuchar un disco sobre Berlín.

Circus: Pero te gusta el álbum ¿No es así?

Lou Reed: gustar no es la palabra adecuada”[2].

Incomprendido y atacado con saña. No obstante, el paso de los años irá dictando justicia ante la atemporal figura de Berlin. Con la Rolling Stone como ejemplo perfecto de este progresivo cambio de opinión, esta misma revista simboliza este hecho mediante la crítica que sacaron meses después como rectificación al despedazamiento realizado en el momento de su publicación: “Berlin es amargo, sin concesiones y uno de los álbumes conceptuales más plenamente realizados. La belleza no tiene nada que ver con el arte; ni el buen gusto, ni los buenos modales, ni la moral. Reed es uno de los pocos artistas serios que trabajan en la música popular de hoy en día”[3]. Dentro de la misma Rolling Stone, en la lista que hicieron con los 500 mejores discos de la historia, Berlin fue incluido en el puesto 344, por otro lado, una posición que se antoja nada consecuente con la valía real de este álbum. Así, tal como rezaba esta nueva reseña: “Reed siguió a su álbum más famoso, Transformer, con «mi versión de Hamlet». Un ciclo de canciones sombrías sobre una relación abusiva, alimentada por las drogas. Es muy ambicioso, pero también uno de los discos más oscuros que jamás se hayan hecho: lento, drogado y orquestado a lo grande por el productor Bob Ezrin.”[4]

Lou Reed2Por su parte, Piero Scaruffi, uno de los críticos más severos, e intuitivos, añade esta certera perspectiva sobre la obra del neoyorkino: “Reed canta sus canciones pasando del rock and roll al rhythm and blues, con un típico modo hablado, apático, casual para seducir y entretener, con una repetición ciega y acompasada. Siniestra eminencia del rock, decadente y virtual legislador del código punk. En Berlin (1973) Reed se empapa de arreglos orquestales, abrumados por el ambiente más deprimido de su carrera, morbosamente influido por la idea macabra del suicidio que ya había se había gestado en tanta música de la Velvet. Ésta es la obra en la que encuentra la plena expresión de su veleidad “centro europea” (Caroline Says, Sad Song, Lady Day). El momento más épico en su carrera”[5].

En cuanto a la opinión del siempre interesante Mark Prindle: “La gente siempre está hablando de lo deprimente que es este álbum. No es tan deprimente. Sin duda, tiene partes que lo son,  sobre todo en el momento donde, al descubrir que trabaja de prostituta por las noches, la mujer es apartada de sus hijos por la policía. Pero, a pesar de una serie de actuaciones crudas, que van creando un tono de fría, e inquietante realidad (especialmente cuando se añaden los espeluznantes gritos de los niños), la mitad de las canciones son demasiado teatrales, al ser tan sombrías  como ese musical de Broadway sobre un payaso tan triste que no puede fruncir el ceño al revés. Este logro hay que agradecérselo a Bob Ezrin”[6].

Respecto a las publicaciones españolas, el hecho más significativo proviene de la revista Rockdelux, que en una lista sobre los mejores discos de los ’70, publicada en el verano de 1988, llegan a considerar Berlin como el LP más destacado. Eso sí, empatado en la posición de honor con el imperial What’s Going On (Tamla, 1971) de Marvin Gaye. Así, tal como dejaría para la posteridad Jose Mª de Jorge: “Berlin significó alcanzar una cumbre, o más bien un fondo, justificando una leyenda a la que se recurre bastante últimamente tan sólo por una razón: su grandeza. Cuestión de realismo crudo y desnudo” [7].

Con treinta y cinco años de perspectiva desde su creación, Bob Ezrin también recordará Berlin desde su posición privilegiada de haber sido parte esencial de su doloroso parto. La criatura, antes fea y mal vista, renacía hermosa y trágica, mientras Ezrin explica los problemas de haber parido Berlin en la época equivocada: “Sí, creo que se adelantó a su tiempo, no hay duda de eso. Artísticamente, fue algo muy aventurero e inseguro. Hubiera sido mucho más seguro para mí y para Lou haber hecho un disco de rock y, probablemente, mucho más lucrativo para los dos, ya sabes. Pero al mismo tiempo, estoy muy orgulloso de ello, me encanta. Adoro ese disco. Me encanta lo que hicimos entonces. Pero en ese momento, era muy, muy difícil escucharlo. Fue muy difícil hacer ese disco porque en el momento fue muy doloroso, y no es tan común hablar en público acerca de la infidelidad, el abuso conyugal, el suicidio o la adicción al speed. Ahora puedes ver y oír acerca de estos temas en cualquier programa de televisión de la red, cualquier noche de la semana. En todos los espectáculos de la policía y todos los espectáculos de abogados se pueden ver estas cosas todo el tiempo. Pero entonces, la gente ni quería hablar de eso, ni tampoco quería oír hablar de eso. Cuando salió, ya era demasiado -no quiero decir negativo- oscuro e incómodo para que la gente lo pudiera aceptar”[8].

Y llegando hasta panorámicas más profundas y opiniones más personales: “Berlin, así como los otros primeros trabajos de Reed, tuvieron una influencia obvia dentro de la temática punk rock, así como en proto-punks como los New York Dolls, y en la escuela de directores de cine y teatro que personificaron figuras como Todd Haynes y Gus Van Sant. Aunque el álbum palidece, tanto lírica como musicalmente, al lado de los más brillantes, mejor escritos, y altamente elogiados subsecuentes álbumes: The Blue Mask, New York y Magic and Loss. Aun así, Berlin siempre quedará como una parte reverenciada dentro del canon reediano”[9].

Lou Reed1Otra de las cuestiones más interesantes que surgen de Berlin es el hecho de haber salido a la calle sólo cuatro meses después de Paris 1919 (Reprise, 1973), el álbum más reconocido -aunque el más representativo siempre será el valiente y extremo Music for a New Society (Ze, 1982)- del otrora mano derecha en la Velvet, John Cale. El álbum más reconocido, y bello, del galés, entre Berlin y Paris 1919 se dan una serie de conexiones, por relación y choque, que avivan el eterno e incongruente debate sobre qué obra es más importante de las dos. Cosas del destino, “Paris 1919 también coincidirá con el álbum de Reed debido a una conexión europea muy marcada”[10]. Quizá la coincidencia más significativa entre estas dos obras, por todo lo demás: pasaremos del Berlín “neoyorkino” al París de los placeres pequeño-burgueses del dandy Cale, de la rapsodia operística de Berlin a la insultante elegancia de Paris 1919, de las calles suburbiales de Berlín a los ensoñadores paseos por Segovia, del hijo maldito de Reed al más luminoso de Cale, de Hubert Selby Jr. a Graham Greene, de Fassbinder a Billy Wilder, de Scott Walker a Brian Wilson, del “Hamlet de la electricidad” al Macbeth del pop. Apasionante lucha de contrarios, Berlin y Paris 1919 chocan entre sí en tantas ocasiones que acaban dando la vuelta al círculo para darse de bruces. Diferentes medios para lograr alcanzar un ideal de belleza ignífuga, en lo que también siempre estarán unidos estos discos es por ser los más neoclásicos realizados por alguno de los miembros de la Velvet, ya fuera de aquel círculo sagrado de rock adelantado.

Tal como hemos podido comprobar anteriormente, Berlin también significó la subversión total de la senda glitter, anteriormente, mostrada por Bowie y Ronson a Reed. Sabedor de esto, Bowie debió sentirse muy herido en su orgullo cuando comprobó que Reed había emergido con un nuevo disfraz, más auténtico y biográfico, quitándose las volutas de purpurina con las que éste le había rociado en Transformer. De esta manera, casualidad o no, Bowie llegó a hacer su propia versión berlinesa en su discografía mediante los visionarios Low (RCA, 1977), Heroes (RCA, 1977) y Lodger (RCA, 1979). Al igual que ocurre con Berlin dentro de la trayectoria de Reed, los discos creados por Bowie en el epicentro germano también supondrán su particular cenit creativo. Pero lo que más llamará la atención en esta fijación de Bowie por la afrenta de Reed, al construir el imperial Berlin justo después del Transformer, viene a cuento del film Yo, Cristina F (1981). Película de tintes autobiográficos centrada en Berlín, Bowie hace acto de presencia durante este film mediante una actuación en directo, curiosamente, el desencadenante de que la preadolescente protagonista caiga en una perturbadora espiral de drogas y prostitución, además de que ésta de comienzo a una tortuosa relación de pareja. Demasiados puntos en común con el sustrato narrativo que destila Berlin, tampoco debemos olvidar que el director de este film de dureza incomparable sea Uli Edel, el mismo de Última Salida Brooklyn (1989), basado en la novela de Hubert Selby Jr.  que, junto a Requiem por un Sueño, traza más paralelismos con Berlin. Y es que Yo, Cristina F también pertenece a esa estirpe de relatos suburbiales, con personajes a la deriva, perdidos entre un universo reflejado por los espejismos de las drogas y desgarrado por la vil dureza del mundo de la noche, uno poblado de calles llenas de chulos, pandilleros, putas y la fauna más grotesca de animales solitarios.

Retomando la red de conexiones, desde el otro lado del espejo, tampoco debemos olvidar que, en cierta manera, el infravaloradísimo LP de Lou Reed, The Bells (Arista, 1979) contiene ciertos pasajes, como “Disco Mystic”, “With you”, “City lights”, perfectamente compatibles con el sonido ideado por Bowie y Brian Eno durante sus años alemanes.

Lazos evidentes, la ruptura inicial que provocó Berlin entre Bowie y Reed acabará por transfigurarse, indirecta o subconscientemente, en uno de los caldos de cultivo más motivadores dentro de la propia trayectoria de Bowie. El triunfo de Reed, sin ni siquiera  tener que llegar proponérselo, Berlin transciende como mucho más que una obra musical; es una atalaya tapiada con mirilla a través de la que el neoyorkino ha podido observar como Bowie se recomerá su ego tras ver superado Transformer de una manera tan elocuente como atroz.



[1] Ibídem, pag. 204.

[2] William Winslow Hansen: “Interview Circus Mag”, mayo de 1974, en http://williamwinslowhansen.tumblr.com/, traducción del autor.

[3] Ferris, Timothy: “Rock & Roll Animal review”, Rolling Stone, 28/03/1974 en http://www.rollingstone.com/music/albumreviews/rock-n-roll-animal-19740328, traducción del autor.

[4]Rolling Stone: “500 greatest albums of all time” en http://www.rollingstone.com/music/lists/500-greatest-albums-of-all-time-20120531/lou-reed-berlin-20120524, traducción del autor.

[5] Scaruffi, Piero: “Lou Reed”, en http://www.scaruffi.com/vol3/reed.html#title, traducción del autor.

[6] Prindle, Mark: “Lou Reed”, Mark’s Record reviews en http://www.markprindle.com/reed.htm#ber, traducción del autor.

[7] De Jorge, Jose Mª: “Berlin”, Rockdelux, en http://www.rockdelux.com/discos/p/lou-reed-berlin.html

[8] Hit Channel: “Interview: Bob Ezrin (Pink Floyd, Alice Cooper, Kiss, Peter Gabriel producer), diciembre de 2011 en http://www.hit-channel.com/bob-ezrin-pink-floydalice-cooperkisspeter-gabriel-producer/2508, traducción del autor.

[9] Drozdowski, Ted: Remembering Lou Reed’s Classic Album ‘Berlin’, Gibson.com, 28/10/2013 en

http://www2.gibson.com/News-Lifestyle/Features/en-us/Lou-Reed-Classic-Album-Berlin-Turns-40.aspx, traducción del autor.

[10] Taylor, Gray: “Classic Welsh Albums: Paris 1919 by John Cale”, Wales Art Review en

http://www.walesartsreview.org/classic-albums-paris-1919-by-john-cale/, traducción del autor.