La Ciudad Desnuda

PortadaJules Dassin, uno de tantos ilustres señalados por la infame lista negra del macartismo, rodó en Europa películas tan recordadas como Rififi (Du rififi chez les hommes, 1954) tras su huida de Estados Unidos. Antes de esto, había dejado ya su impronta en su país natal, con producciones volcadas en el realismo y, principalmente, en el cine de gangsters y crímenes. Además, inició su carrera como ayudante de dirección de Hitchcock, así que algo debió de aprender del tema.

Seguramente el mejor ejemplo de su cine, al menos en su época estadounidense, sería La Ciudad Desnuda (The Naked City, 1948). En ella, el realismo desborda la pantalla con un Nueva York como protagonista de la película, carente de artificios ni de platós prefabricados, todo rodado en plena calle y en escenarios reales. Algo nada habitual en la época.

La acción transcurre con una omnisciente voz en off, que curiosamente se presenta como el productor de la película, que se ocupa de narrarnos la vida de los protagonistas y de banalizar en cierta manera algunas escenas que podrían ser de relleno, en los que la trama no avanza pero que a la vez ayudan a darle profundidad a la misma.

Un horrible asesinato y su pormenorizada investigación, sin escatimar en detalles, esa es la trama principal de la película. Desenmarañar la madeja mientras la vida sigue en la ciudad, lo que también nos ayuda a humanizar a los policías, los investigadores, ofreciéndoles coherencia en sus actos y decisiones.

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Aunque posteriormente en Rififi ofreció una lección todavía más magistral del manejo del ritmo, en La Ciudad Desnuda Dassin también mostró como ofrecer una persecución controlando los tiempos y sin bajar en ningún momento una tensión palpable.

Todo ello mereció el reconocimiento de la academia, otorgándole el premio al mejor montaje y a la mejor fotografía, reconociendo el retrato que se hizo de Nueva York.