Twin Peaks. Temporada 3. Episodio 10: Albert Rosenfield in love

El surrealismo y el humor siguen por aquí, sin hacerse notar demasiado, lo justo.

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El uso del sonido, magistral. Recuerda a Corazón salvaje, a la pequeña casa blanca de Corazón salvaje, de donde procedía un rugido estremecedor; así suena el mal.

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Los hilos se van entretejiendo. Descubrimos de este modo quién es quién. De dónde vienen. Un nieto rebelde, una hija que toma el mal camino, el mismo que su madre tomó a su edad. El guión muestra tan sólo un retazo, como si únicamente fuéramos capaces de observar un breve segmento de la vida de los personajes. Pero éste es ya determinante, esclarecedor.

La relación entre Dougie y Janey-E va viento en popa. Durante el examen médico redescubre a su marido. Ya no está fofo ni tiene sobrepeso. Ha adelgazado y ahora está -perdonen la expresión- cachas. Despierta el deseo de la esposa. Por poco no junta sus zapatos rojos uno contra el otro tres veces, si no fuera porque ya está en su hogar, dulce hogar.

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Desde la segunda temporada ya sabíamos que el cínico de Albert Rosenfield, pese a todo, tenía su corazoncito. No obstante, ha sido una grata sorpresa verlo ahí sentado, cenando en un restaurante junto a la forense de ojos saltones. Ni siquiera hacía falta saber de qué hablan ellos, ni tampoco Gordon Cole y Tammy Preston mientras los observaban. Con permiso de Harry Dean Stanton y su emotiva canción, la escena más bonita del episodio.

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