Las brutalidades perpetradas a manos de sicarios y administrativos pagados por Leopoldo II salieron finalmente a la luz, provocando la indignación de Europa, incluida la propia Bélgica. Las consecuencias: se desposeyó al rey de su propiedad privada particular y el 15 de noviembre de 1908 el Estado Libre del Congo fue anexionado a Bélgica, convirtiéndose en el Congo Belga.
No está de más mencionar que en ningún momento se pensó en devolver las tierras a los congoleños. «En esos tiempos se creía que los africanos no podían gobernarse y que los gobiernos europeos tenían el deber y el derecho divino de hacerlo por ellos»[1].
A pesar de que el Congo Belga ha sido visto como una colonia de corte paternalista e incluso ejemplar, pues desarrolló el país considerablemente con numerosas plantaciones, explotación de yacimientos y construcción de fábricas e infraestructuras, la realidad para el pueblo congoleño fue muy distinta. En el medio siglo de vida de la colonia, ésta fue gestionada únicamente por belgas (blancos). Además, no se creyó necesario «concederle derechos civiles a los congoleños, que no eran ciudadanos ni de Bélgica ni del Congo. […] Hablar de elecciones era algo insólito. Se prohibieron los partidos políticos y las publicaciones. La segregación racial estaba a la orden del día. Hasta 1955, a los congoleños les estaba prohibido acceder a la enseñanza superior»[2]. De ahí que, cuando Bélgica aceptó conceder la independencia los congoleños en 1960, éstos no estuvieran preparados. Le siguió un periodo de inestabilidad que se prolongó durante 5 años y que provocó altercados, saqueos, violaciones y matanzas.
«El odio contra los europeos y las rivalidades entre tribus [azuzados por los líderes políticos] estallaron con una furia despiadada. […] Todos los servicios se paralizaron. Comenzaron a escasear los alimentos. Brotaron las epidemias»[3].
Se calcula que durante este periodo fueron asesinados 200.000 congoleños[4], entre ellos el primer ministro, Patricio Lumumba. Le sucedió Joseph Désiré Mobutu, un militar que estuvo relacionado con la muerte de Lumumba, y que, apoyado por Estados Unidos y Bélgica, gobernaría el Congo durante los siguientes 30 años. En su empeño por retornar a las raíces y africanizar el país, cambió su nombre por Mobutu Sese Seko, así como el del país, que pasaría a llamarse Zaire.
El régimen de Mobutu
«Si política y culturalmente la autenticidad pretendía dar a los congoleños un marco de vida basado en su propia tradición, en la vertiente económica su interpretación tendía a lo mismo: entregarles el dominio de las riquezas del país»[5]. Durante el régimen de Mobutu (1965 – 1997), se nacionalizaron numerosas empresas del sector agrícola, de la construcción, así como del minero. Quizá el caso más ejemplar fue la creación de Gecamines, una compañía estatal en la que se unificaron todas las explotaciones mineras de Katanga. También llamada el pulmón del Congo, llegó a producir el 80% del producto nacional del país. En los años ochenta producía 500.000 toneladas de cobre, siendo una de las compañías mineras más grandes del mundo[6]. En el imprescindible documental de Michael Ramsdell, Cuando los elefantes luchan, Peter Rosenblum, analista especializado en el Congo, afirma que la compañía fue el estado proveedor:
«El sistema educativo en Katanga era considerado el mejor del país. Sus hospitales eran los mejores y la gente podía acceder a ellos gracias a Gecamines. Era la gallina de los huevos de oro»[7].
En efecto, la zona de Katanga se desarrolló y sus gentes gozaron de un nivel de vida superior al resto del país. No obstante, el reparto de los beneficios no fue equitativo.
«La mayor parte de los beneficiarios de los bienes nacionalizados fueron altos cargos del partido y otras personas cercanas al régimen, que los gestionaron en su propio interés de manera desacertada y rodeados de una corrupción galopante»[8].
La fortuna de Mobutu rozó los 4.000 millones de dólares[9].
Tras la colonización el Congo/Zaire había pasado de las manos de una minoría colonial a una élite zaireña: «Trescientas familias de zaireños habían sustituido a trescientas familias belgas»[10].
Una dinámica que se convertirá en una constante en la historia del Congo, dejando al pueblo desprovisto de las riquezas de su trabajo y sus recursos; aún más, viéndose obligado a perpetuar un sistema clasista, sádico y explotador.
[1] Peter Forbath: El río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la tierra, Turner Publicaciones S.L. – Fondo de Cultura Económica, Madrid 2002, página 433
[2] Ibídem, página 437
[3] Ibídem, página 441
[4] Ibídem, página 445
[5] Ibídem, página 450
[6] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan, (2015)
[7] Ibídem
[8] Peter Forbath: El río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la tierra, página 454
[9] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan
[10] Peter Forbath: El río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la tierra, páginas 454-455
Muy revelador. Extractado y muy bien ilustrado por el texto de peter forbath parafraseado: «Trescientas familias de zaireños habían sustituido a trescientas familias belgas».
Gracias por tu comentario, Daniel. Me alegra mucho que estos artículos tengan difusión y ayuden algo a dar a conocer la situación horrorosa que ha sufrido este pueblo desde hace tanto tiempo.
Un abrazo fuerte,
Carmen