Talking Heads son sin duda y por méritos propios, una de las más grandes bandas de pop-rock de los últimos 40 años. Nacieron en el efervescente New York de mediados de los años 70, y crecieron al amparo de la new wave y el post punk, suponiendo una enorme influencia para infinifad de grupos, con un legado que ha llegado hasta nuestros días. El cuarteto compuesto por el escocés David Byrne y los estadounidenses Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison (ex-miembro de los reconocibles The Modern Lovers), presentan sin duda una de las más consistentes discografías frente a sus coetáneos de finales de los 70 y la década de los 80.
Tras cuatro magníficos álbumes de estudio en el período comprendido entre 1977 y 1980, en pleno momento álgido de su carrera, llegamos a 1983, momento en el que la banda realiza un giro de tuerca en su trayectoria, y tras 3 años sin grandes novedades, publica el LP “ Speaking in tongues”, un disco en el que aparcaban la colaboración que habían mantenido con el «gurú» Brian Eno y que les había llevado a la cúspide. Se trata de un disco ligeramente más irregular que sus predecesores, pero igualmente rebosante de dosis de genialidad y con un afán constante de hallar nuevos horizontes sonoros, conteniendo magníficos hallazgos marca de la casa como «Burning down the house», «Girlfriend is better» o «This must be the place».
En pleno proceso de gira de presentación del álbum, el recientemente fallecido Jonathan Demme, director entre otras de la magnífica “El silencio de los corderos”, se puso tras las cámaras y rodó a finales de ese mismo año una serie de 3 conciertos que la excelsa banda liderada por David Byrne ofreció en fechas consecutivas en el teatro Pantages de Hollywood, dándole forma a través de 7 cámaras y un metraje total de 88 minutos. “Stop Making Sense» sería finalmente estrenada en Octubre de 1984, y la aclamación desde el primer instante por parte de críticos tanto musicales como cinematográficos fue prácticamente unánime. Se trata de un película de carácter documental que recopila esos 3 conciertos y los condensa ofreciéndonos la sensación de un único show. A lo largo del metraje se rompen los esquemas establecidos previamente en cuanto a puesta en escena, iluminación o decoración, en relación a anteriores documentales que conocíamos de otros grupos del universo rock.
En el arranque del film, podemos observar a Byrne interpretando en solitario con su guitarra y un radiocassette, dentro de un escenario completamente desnudo, una de las cumbres de su amplia discografía, la genial «Psycho killer». A medida que se van sucediendo las canciones se van añadiendo nuevos elementos al escenario, en forma de músicos, instrumentos, coros, iluminación y decorados, además de los llamativos vestuarios mostrados por Byrne y Weymouth, ofreciéndonos una sensación final de fiesta y diversión sobre el escenario. La puesta en escena resulta altamente original y sorprendente, denotándose con claridad las aportaciones de los propios miembros del grupo al guión original, que plasman no sólo a través de sus intereses musicales, sino que también dan rienda suelta a sus inquietudes estéticas, escenográficas y cinéfilas, en especial un histriónico Byrne, que desata su vena interpretativa.
Acerca del film, esto comentaba el propio Byrne: “La habilidad de Jonathan fue ver el concierto casi como si de una obra de teatro se tratara, presentando los distintos personajes y sus rarezas a los espectadores. Así acabas por conocer a los miembros del grupo como las personas que son, cada uno con sus singularidades. Se hacen amigos tuyos, por así decir”.
El repertorio del show consta de 16 de las canciones más reconocibles del grupo hasta ese momento que nos permiten entrar de lleno en el universo de los Heads, y de paso poder disfrutar de casi una hora y media de genalidad artística, donde el arte musical y cinematográficos van unidos de la mano.