Las locas de Jaime Hernandez: ¿Es así como me ves?

Un año más, La Cúpula sigue llevando a cabo una de las labores editoriales más relevantes de este siglo en España: la publicación en España de las aventuras y desventuras de Maggie Chascarrillo y Hopey Glass.

Desde que en 2006, salió la edición del primer tomo de la colección, hemos podido engancharnos a unas vivencias que ya habían comenzando a principios de los ochenta en su país natal.

A pesar de ese siglo de desfase temporal respecto a la historia original de los personajes más fascinantes de la publicación Love & Rockets, hemos tenido tiempo a enganchar nuestras emociones a las vivencias que han ido surcando de arrugas los rostros de los habitantes de Hoppers.

El universo de Jaime Hernandez lleva cuatro décadas haciéndose mayor, rebasando etapas vitales. La nostalgia es el humo que queda tras la chispa de la vida. Y así nos lo hace sentir más que nunca en ¿Es así como me ves? (La Cúpula, 2019); sin lugar a dudas, el único cómic de la temporada que se puede considerar como “imprescindible”. Un nuevo hito dentro de un recorrido vital que, con el tiempo, va definiendo con más fuerza la capacidad de Jaime Hernandez para sacar petróleo de las miradas, los gestos, la cotidianidad del silencio. Si bien su capacidad de transmitir sin bocadillos llegó a su punto culminante en Chapuzas de amor (2015), aquí prefiere explotar al máximo la verborrea prendida cada vez que se juntan Maggie y Hopey.

 poridentidad

Desde los primeros tomos de “Locas”, los dos seres más carismáticos del “universo Hernandez” no habían vuelto a pasar tanto tiempo juntas dentro de las viñetas. Y está claro que un hecho así es un leitmotiv ideal para explotar la vena humorística que brota entre dos personas que, en el fondo (y no tanto), siguen encadenadas a un vínculo amoroso imposible de fundir.

Para la ocasión, la excusa para reunirlas es un concierto de viejas glorias del hardcore en Huerta, donde se reúnen Ape Sex y La Llorona, entre otros. A lo largo de las páginas podemos contemplar cómo el paso del tiempo ha erosionado recuerdos e implantado nuevas rutinas vitales ligadas al móvil y ese whatssap que nunca llega.

Los tiempos también cambian para Maggie y Hopey, aunque no para una Izzy que, más allá de su evidente estado de vejez, prosigue su estancia indefinida en su limbo particular. El contraste entre Izzy y el resto de vidas que van pasando por el concierto y alrededores define una de las pautas más contundentes de este tomo: el encuentro con un sinfín de memorias perdidas, confesiones omitidas en su momento y el despertar de un sentimiento que nunca se ha apagado y que, en realidad, late como una herida abierta negada a cicatrizar con el paso de los años. Maggie y Hopey siguen siendo una misma persona de dos caras, y eso es algo que no sólo resulta evidente de su encuentro, sino que también es enfatizado por Daffy y todas las que las rodean.

A diferencia de la mayoría, Jaime sabe mejor que nadie cómo integrar ternura y humor dentro de situaciones embarazosas e introducir flashbacks de juventud de las susodichas. Nunca hay intención de buscar compasión o lágrimas de cartón piedra. Como los grandes narradores, Hernandez sabe que sus personajes tienen vida propia. Son ellos los que llevan el timón de sus historias. No hay espacio para giros inesperados o trucos de guión. En sus viñetas todo fluye a lomos de unas vidas que, gracias a clásicos instantáneos como el aquí enfocado, refuerzan la sensación de, con perdón de Alan Moore y Bryan Talbot, estar ante el autor de cómics vivo más importante de nuestra era.

¿Es así como me ves 1