Por su piso del Eixample de paredes forradas con miles de libros y el techo ricamente artesonado del que cuelga un ventilador de aspas coloniales que refrescó a Humphrey Bogart cuando vino de Casablanca, el doctor Jaume Josa pasea la cabellera espesa que le regaló Beethoven. Le miran desde los marcos dorados Antoni Tapies, Joan Miró, Robert Llimós, Vicente Escudero, Isao y Gardi Artigas, mientras le recitan poemas subidos en las estanterías Joao Cabral de Melo y Joan Brossa. La música surge del piano del pasillo.
Profesor de Historia de la Biología de la Universidad de Barcelona, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), escritor y editor, habla y escribe con igual erudición de Aristóteles, Ramón Llull, Plinio y Darwin como de El Bote, su amigo torero. “Me ilustré en la Universidad, en las librerías de viejo y en Zeleste”. En estos escenarios fue mezclando la ciencia y el arte con el bolero cazalloso de la Voss del Trópico, el humanismo y la bonhomía. “Tenemos la obligación de que la revolución biológica del siglo XXI esté al servicio de los seres humanos”. Con respecto a la clonación entiende que está bien en el aspecto terapéutico “siempre que no se convierta en un negocio malintencionado”, matiza.
Durante cinco años dirigió el Servicio de Publicaciones del CSIC en Madrid, publicando entre otros el libro Léxico español de los toros, de José Carlos de Torres. En un rincón de su despacho descansa de pie un viejo capote de brega de Curro Vázquez. “Soy catalán y me gustan los toros que son una experiencia enriquecedora”. Como lo es sentarse a la mesa de Casa Leopoldo con su amigo el escultor Joan Mora.
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Juan Soto Viñolo escribía estas palabras sobre su amigo, Jaume Josa i Llorca, cuando aún vivía.