Desde la intuición se abre camino el arte, y así lo ha querido Nalini Malani. En la exposición de la Fundación Miró (Barcelona) titulada “No me oyes”, la obra de la pintora aparece prácticamente sin referencias, únicamente el texto de Casandra de la primera sala que, por otra parte, resulta incluso superfluo por lo conocido del mito.
Zootropo de luces y sombras. Murales pintados in situ, efímeros, ahí estarán sólo mientras dure la muestra.
En la siguiente sala, pinturas al acuarela, simbología. Serpiente, falo, cerebro, aparato auditivo, espina dorsal. La exposición se hace a cada paso, a cada cuadro, más interesante, más profunda, como si te arrastrase a algún lugar inquietante y misterioso, desconocido. Nalini Malani despierta la curiosidad.
Gusano, huevas y un Buda.
Animales fantásticos circulan por un cordón umbilical, mientras las figuras humanas están desdibujadas, a punto de borrarse, de desaparecer.
Shiva hecha entrañas, sangrante, conecta a varios seres desdibujados, amorfos, con aspecto infantil y grotesco.
Perros-hiena como pinturas rupestres que intentan evitar el paso por el escorxador, antes de desvanecerse como lo hace la memoria perdida.
Y el corazón, rojo, vivo, se repite como si alguien nos diera un golpecito en el hombro, porque «un pedazo de tierra nos bastará para encontrarnos».
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La exposición “No me oyes”, de Nalini Malani tiene lugar en la Fundación Joan Miró de Barcelona hasta el 29 de noviembre.