Teleñecos: Vicenta

13, rúe del Percebe, el fantástico cómic de F. Ibáñez que retrata la vida en una escalera de vecinos tan variopintos como fiel reflejo de la sociedad española de entonces y ahora, sembró la semilla de una de las series más locas y divertidas de la televisión española: Aquí no hay quién viva, y uno de sus personajes más surrealistas. 

Vicenta, de apellido Benito, se define por su manera de arreglarse el cabello: un moño de esos que parecen un casco, por lo inamovible. Peinado a base de toneladas de laca, responsable del deterioro de la capa de ozono en los últimos 50 años, en buena parte. 

El moño de Vicenta es tan férreo como sus ideas. Y es que Vicenta es de otro mundo. Aquél de los cuentos de hadas, de los finales felices. El del hogar, dulce hogar. Lleno de niños correteando por los pasillos y cacerolas a medio limpiar. 

Vicenta cree en el amor. Lo malo es que el amor no cree en ella. 

Pasa de los setenta y aún sigue intacta. Compuesta y sin novio. Pero ella sigue dale que te pego, aferrada a la ilusión de la inminente llegada su príncipe azul. En un mundo de fantasía, a lo Disney, surreal para cualquiera que haya convivido con maromo. 

¿Por qué no encuentra a su media naranja?, se pregunta ella todas las noches. Cuida su imagen, se viste bien y su moño siempre está intacto. Además, está bien colocada: piso en propiedad y sin estrecheces económicas, pero aún así no hay manera. 

De tanto esperar, Vicenta ya desvaría. ¿Es eso o es que siempre le faltó un hervor? 

Ahora bien, Vicenta, como cualquier hijo de vecino, tiene un lado oscuro. Lleva tanto tiempo esperando… ¿Quién, en su lugar, no cometería algún pequeño resbalo, como secuestrar al hombre del que se ha enamorado perdidamente y atarlo a la cama para que no se escape? ¿o incluso al bebé de una vecina para desquitarse de sus ansias de ser mamá?

Pero no nos equivoquemos, Vicenta no es mala gente, sino una víctima de las circunstancias, de la época que le tocó vivir y de los cuentos chinos con los que envenenan a las niñas ya de pequeñitas. 

Y así sigue… esperando, aguardando, anhelando…

¿Quién sabe? Quizá un hermoso día encuentre a alguien. Todo es posible. No el príncipe azul, pero algún loco ella…