Sistema educativo y sexo: la postura masculina en la enseñanza universitaria

El sistema educativo en la enseñanza superior, al igual que en el resto, se asienta sobre los preceptos masculinos del sexo. En la facultad de filosofía de Barcelona se estudian durante cuatro meses los apuntes que dicta el profesor en las clases. Se da una bibliografía que en pocas ocasiones se llega a leer y todo culmina en un día, el del examen. Cuatro meses que acaban en un día y luego se esfuma todo. Recuerda a los rituales de apareamiento de los seres humanos. A los hombres -los machos de la especie- les encantan las presas que se les escapan, las difíciles, las que tardan unos meses en llegar al examen. Pero una vez llegado el día, se acabó todo.

Al día siguiente nadie se acuerda de lo que ha estudiado, entonces llegan las vacaciones y luego aparece una nueva presa. 

Los exámenes y el sexo masculino son como los alpinistas. Se tiran semanas para llegar a la cima y una vez la han alcanzado, dicen: “Bueno, ¿y ahora qué? ¿Nos volvemos para casa?”. 

El sistema educativo en la facultad de filosofía mejoraría con creces si se cambiaran los preceptos actuales por los del sexo femenino. Es decir, si en vez de tanto examen estúpido que al final no sirve prácticamente de nada, puesto que no consigue sus objetivos, se pasara a una metodología de trabajos del alumno. Se supone que el alumno de filosofía tiene que aprender, si es que todavía no lo sabe, a pensar. Con los exámenes lo único que se aprende es a memorizar, algo que viene haciendo desde el instituto. Con los trabajos y artículos que realizaría el alumno, de instaurarse la política del sexo femenino, se llegaría a una mejor comprensión de los autores y una mayor capacidad creadora del alumno. El sexo femenino es una carrera de fondo, es resistencia, investigación, y es, sobre todo, deseo. Y el deseo es descubrimiento y avidez. El deseo desea. Y ahí radica la evolución. El sexo masculino es simple emanación de esperma y luego sueño profundo. Muerte cerebral. El sexo femenino pide más. Lo mismo que el filósofo. 

Sin embargo, con esto no estoy diciendo que los exámenes deberían erradicarse por completo. Del mismo modo, que hay veces en las que un escarceo es más que suficiente -y algunas en las que nos gustaría no haber tenido que pasar por él-, existen asignaturas en las que sería preferible hacer un simple examen y olvidarse de ellas para siempre. 

No obstante, resulta estúpido basar una carrera en una simple eyaculación, en ocasiones precoz. Recuerden la fábula de la tortuga y la liebre. Al fin y al cabo, ¿quién fue la primera en llegar a la meta?