Auguste y Louis Lumière, pioneros e inventores del cinematógrafo

Los viejos cinéfilos, seguro que el desaparecido Terenci Moix lo sabía, recordarán que 1954 fue un año próspero por lo que se refiere a estimables estrenos cinematográficos. Se exhibieron damas como Senso, de Luchino Visconti y La condesa descalza, de Joseph L. Mankiewicz; el thriller La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock; la comedia Sabrina, de Billy Wilder, y Los siete samuráis, un filme de acción japonés dirigido por Akira Kurosawa, sin olvidar La Strada, de Federico Fellini, aquella estremecedora balada de Gelsomina y Zampanó.  Éstas, y todas las películas rodadas desde finales del XIX hasta hoy, fueron –y son- posibles gracias al invento de los hermanos Lumière. También recordarán los cinéfilos que en abril de 1954 falleció en Francia Auguste Lumière (Besançon, 1862 – Lyon, 1954), hermano mayor de Louis (Besançon, 1864 – Bandol, 1948) que fueron con su padre pioneros de la fotografía e inventores del cinematógrafo.

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James Stewart en «La ventana indiscreta»

Antoine, el progenitor, era un conocido pintor retratista francés que se había retirado para dedicarse al negocio de la fotografía, mientras que Louis y Auguste se hicieron cargo del negocio familiar y crearon un nuevo método para la preparación de las placas fotográficas que convirtió a la empresa en líder europea del sector.

En 1894 Antoine Lumière fue invitado a presenciar una demostración del kinetoskopio de Thomas Alva Edison, el inventor norteamericano de la bombilla eléctrica y el fonógrafo. Fascinado por el invento, Antoine propuso a sus hijos que buscasen la manera de mejorarlo pues se trataba de un aparatoso artilugio, cuyas proyecciones sólo se podían contemplar a través de una ventanilla. Un año después Louis había hallado la solución: la primera cámara de cine que patentó con su nombre; se trataba de un instrumento ligero y manejable de 5 kg y su funcionamiento era mucho más eficiente que el kinetoskopio de Edison.

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Los hermanos Lumière

La primera proyección cinematográfica se realizó el 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Louise y Auguste Lumière presentaron en el Gran Café de París del Boulevard des Capucines su Cinematographe Lumière, con la proyección de la primera película de cine. Apareció en la pantalla la plaza de Bellecour, de Lyon, con sus paseantes y carruajes moviéndose. George Méliès, presente en la proyección, relató que los espectadores quedaron «petrificados, estupefactos y sorprendidos más allá de lo que puede expresarse». Méliès, director del teatro Robert Houdin de París, sería el continuador de los Lumière cuando éstos se retiraron. Había nacido el Séptimo Arte, el gran invento del siglo XX.

La salida de los obreros de la fábrica Lumière fue la primera película rodada por sus autores, que se sintieron muy orgullosos de ella, y que inauguraba también el género de la publicidad cinematográfica. Pero esta cinta no fue la que obtuvo mayor éxito entre el público, sino La llegada del tren que provocaba el pánico en la sala, pues los espectadores creían que la locomotora iba a irrumpir en el patio de butacas como ocurrió después con el incómodo y efímero cine en tres dimensiones. A partir de aquellas proyecciones de tres minutos que fueron recibidas por el público con evidente reticencia y no escasa sorpresa, el boca-oreja hizo que los espectadores fueran acudiendo al Gran Café en gran número para ver las primeras películas cómicas de la historia del cine, como El jardinero regado, interpretada por un jardinero de los Lumière que se mojaba con la manguera delante de damas y caballeros de la bourgeoisie francesa provocando su regocijo. El invento enriqueció a los Lumière.

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Al recordar a Auguste y Louis Lumière debemos reflexionar sobre la influencia de la industria del cine en la sociedad en aspectos tan diversos como el espectáculo, el ocio, la cultura, la técnica, la propaganda entre guerras, pero sobre todo en el impacto emocional y psicológico que en las nuevas generaciones ha ejercido siempre la visión de las primeras películas. Todavía recuerdo a Buster Keaton y Charlot con entrañable memoria y a Frankenstein (Boris Karloff) y el Hombre Lobo (Lon Chaney) con lejana pavura. Por la noche, cuando dormía, Frankenstein rompía la puerta de mi casa, caminaba despacio sobre sus zapatones Segarra con los brazos extendidos, entraba en mi habitación y… yo me despertaba angustiado y sudoroso antes de tropezar también con el Hombre Lobo.

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Uuuuuuuuhhhh…

¿Qué decir de las series del malvado Fu Manchú que se exhibían en los cines de mi barrio? Qué delicia, en cambio, Fantasía, de Walt Disney y Popeye el marinero. Después de todos estos años, la industria cinematográfica todavía es capaz de trasladar a la pantalla el best-seller de J.K. Rowling y realizar una película tan taquillera e ilusionante como Harry Potter, para divertimento de chicos y mayores.

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Fantasía

Los Lumière y quienes les siguieron en la industria y la creación cinematográfica jamás pensaron a finales del XIX que lo que ellos estaban haciendo iba a ser considerado un arte. Fue el teórico italiano Ricciotto Canudo el que reconoció en unos textos de 1911 que el cine debía ser considerado como Séptimo Arte. Son numerosas las películas que entran en la denominación de obra artística. Para avalar la tesis de Canudo, citemos El acorazado Potemkin (1925), de Sergei M. Eisenstein; Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles; 2001: una odisea del espacio (1968), de Stalney Kubrick, y El padrino (1974), de Francis Ford Coppola.

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2001: una odisea del espacio

¡El cine, qué gran invento! Qué menos que un recuerdo a Auguste, el último de los Lumière, que nos dejó en 1954 cuando Brigitte Bardot, la femme-enfant rodó su primera película en Estados Unidos, Un acte d’amour, con Kirk Douglas. En España destacaban los directores Juan Antonio Bardén y Luis García Berlanga, a los que, aunque desafectos al régimen, su talento les permitió rodar el cine más crítico y político del franquismo.

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Este artículo fue publicado en la revista Jano. Medicina y humanidades. Vol. LXVI Nº 1.516. 9 – 15 de Abril de 2004. Su autor es Juan Soto Viñolo