¿Homenaje? ¡¡Un plagio!!

A día de hoy, existe en el mundo del cinematógrafo un comportamiento harto putrefacto. Consiste en apropiarse de la creación ajena -escenas, planos o secuencias-, copiándolas e insertándolas en la propia película. A esto lo llaman «homenaje».

Es cierto que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Los genios que hayan producido obras originales permanecerán, mientras que los saqueadoras serán olvidados. Ahora bien, ¿qué pasa con todos aquellos espectadores que, por los motivos que sea, no han visto el original y ven primero la copia? ¿Qué pasará cuando visiten después el original? Ocurrirá lo siguiente: se encontrarán que su experiencia, al contemplar una obra de arte verdadera, ha sido mutilada, puesto que ya conocen un fragmento. Ya no les sorprende, ya no les eleva. Cabe decir que algunos de estos «homenajes» consisten en saqueos de la última escena, o de una secuencia absolutamente inusual, quedando grabadas en la retina del espectador novel.

Vamos a repasar un par de ejemplos. Uno internacional, y dos nacionales.

¡¡Atención spoilers!! 

Hablaré de tres grandes obras que han sido objeto de plagio, Centauros del desierto (The Searchers, 1956) de John Ford, La edad de oro (L’Age d’Or, 1930) de Luis Buñuel y La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968) de Roman Polanski. Recomiendo haber visto estas maravillas antes de leer el artículo.

Ea.

No es ningún secreto que Quentin Tarantino es el mayor plagiador del cine en la actualidad. Prueba de ello es que el señorito se ha enfrentado a varios pleitos. Pero él como si nada, erre que erre. Incluso en una ocasión se atrevió a decir: «Todo el mundo copia».

Qué huevos.

Se piensa el ladrón que todo el mundo es de su condición.

Y también el plagiador.

Primer ejemplo: Malditos bastardos del Tarantino. Robo a mano armada de uno de los mejores finales de la historia del cine: Centauros del desierto de John Ford. El plano en el que John Wayne camina de espaldas a cámara desde la oscuridad de la casa de madera hacia el mundo exterior.

En la peli de Tarantino, antecede al plagio una escena larga y aburrida, llena de tópicos de cómo mantener el suspense, con la interpretación arrogante y pueril de un actor austriaco. Sí, en efecto, cuando llega el momento de la escena copiada, ésta se revela como un soplo de aire fresco. Pero no es una creación tuya, Taran. Ni un homenaje.

Segundo ejemplo: Total (1983) de José Luis Cuerda. En esta peli, muy buena en general y muy surrealista, se hace un corta y pega de la secuencia de La edad de oro de Luis Buñuel en la que las casas explotan de golpe y porrazo. Este ejemplo es muy significativo, pues La edad de oro fue prohibida durante muchos años y todavía, a fecha de hoy, es una película bastante desconocida.

– ¿Por qué roba usted, señor Cuerda, las ideas de los demás? ¿Por qué les arrebata a los espectadores que no han visto el filme de Buñuel su experiencia estética? 

– ¡Era un homenaje!, ¡un homenaje!

Tercer ejemplo: En la mejor película de Álex de la Iglesia, La comunidad, existe un plano robado de uno de los clásicos del cine de terror: La semilla del diablo. De hecho, la película entera se apoya bastante en el filme de Polanski.

En el original, Rose Mary (Mia Farrow) sospecha que sus vecinos planean hacerle daño. Se crea una atmósfera de tensión, suspense y miedo. Entonces, mientras ella está de espaldas al marco de la puerta de su habitación, pasan, de puntillas, dos de sus vecinos. Se trata de una escena que, al verla por primera vez, provoca escalofríos. Pero ¿qué pasa si la primera vez que la has visto es en la peli de Álex?

¡Destruiría por completo la sensación al ver posteriormente la escena en el filme de Polanski!

¡¡¿Con qué derecho, señor de la Iglesia?!!

**

Sin embargo, no está todo perdido. Existe otro tipo de cineastas que toman las referencias, las añaden a su filmografía pero no en forma de calco, sino contextualizadas en su obra. Ahí está Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) de Martin Scorsese. En una de sus versiones, ya en los títulos de crédito del final, aparece una clara mención a Asalto y robo de un tren (The Great Train Robbery, 1903) de Edwin S. Porter, donde un pistolero con los ojos encendidos dispara a cámara. Scorsese reinventa la referencia, encarnándola en uno de los personajes principales del filme, Tommy DeVito (Joe Pesci), un gánster de gatillo ligero, malas pulgas y peor genio. Es como si el pistolero del cine mudo cobrara vida de nuevo. Más aún, como si Scorsese te diera, de repente, un codazo y dijera: «Oye, ¿conoces esa película llamada The Great Train Robbery?».

Del mismo modo, La edad de la inocencia (The Age of Innocence, 1993) el propio Scorsese hace un guiño fabuloso a la obra pictórica de Georges Seurat, Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1884-1886). En el filme, el cuadro no se muestra tal cual, sino transformado y a la vez presente. No a través de un óleo, sino de la cámara que ofrece una panorámica del paisaje y las personas que se solazan.

Por otro lado, la escena cobra relieve gracias a la referencia de la obra original. Sitúa al espectador en una época, en un entorno, y también a la protagonista quien aparece retratada en el mismo cuadro, como si Scorsese quisiera sugerir: la condesa Olenska podría ser una de las damas representadas en la tela de Seurat…

Y así, mediante el duende, no el «homenaje», ni plagio, ni el expolio, un genio le pasa el relevo a otro genio.

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