Las mujeres mexicanas en situación de pobreza y desigualdad

Pese a que la mayoría de países de América Latina son de renta media, la región cuenta con un índice escalofriante de pobreza, lo que remarca su situación de desigualdad. Se estima que hasta el año 2002 un 44% de la población de América Latina se hallaba en situación de pobreza y un 19,4% en situación de extrema pobreza, es decir, un total de 221 millones de personas y 97 millones de seres humanos respectivamente[1]. Asimismo, investigaciones revelan que el decil más rico de América Latina posee el 48% del ingreso total, y que el más pobre tan sólo recibe el 1,6%[2]. Debemos tener en cuenta que en la región de América Latina y el Caribe nos encontramos con una notable heterogeneidad en lo que se refiere a la pobreza. Según los estudios, el índice de pobreza entre el periodo 1996-97 y 2001-02 creció en Argentina, Colombia y Uruguay y, por el contrario, descendió en Ecuador, El Salvador y México[3].

México vio reducidas sus tasas de pobreza e indigencia durante dicho periodo considerablemente, pero volvieron a crecer entre el año 2000-2002. Según las encuestas, un total de 14 millones de personas se encontraban en situación de extrema pobreza[4]. Una cifra realmente escalofriante cuando, recordemos, México se encuentra en el onceavo puesto entre las economías del mundo[5].

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«Esperando las tortillas» de Diego Rivera

Frente a este panorama de pobreza y desigualdad en México, las mujeres constituyen el grupo más perjudicado y vulnerable junto con la infancia. Tanto más vulnerables cuando se trata de mujeres indígenas. A pesar de que la igualdad entre hombres y mujeres ha pasado a ser un asunto en la política mexicana desde la década de los ochenta[6], queda todavía un largo y arduo camino que recorrer hasta una igualdad real. Frente a la pobreza las mujeres se hallan en clara desventaja. Se encuentran en muchos casos excluidas del mundo laboral y, por tanto, dependientes de su pareja, familia, del estado o de ONGs. Todo ello se agrava por el hecho de habitar en una sociedad patriarcal, donde el machismo se encuentra profundamente arraigado.

Las mujeres pobres en México: ¿Un callejón sin salida?

Pese a que México ha progresado en su política de igualdad frente a hombres y mujeres, recolectando importantes avances en el terreno de la educación y la salud en las últimas décadas, al observar con detenimiento las estadísticas podemos comprobar que la situación de las mujeres aún está lejos de ser alentadora.

La escolarización de las mujeres en México se ha quintuplicado en los últimos treinta años y se han observado mejoras ostensibles y constantes en la alfabetización tanto de hombres como mujeres[7], sobre todo en la educación primaria. Sin embargo, encontramos asimismo un porcentaje considerable de analfabetismo en las zonas rurales, así como un alto índice de niñas que no acabaron la educación primaria durante el ciclo escolar 2003-2004[8] y que, por tanto, dispondrán en el futuro de menos oportunidades laborales.

Un avance importante en la formación educativa de las niñas lo encontramos en el Programa Oportunidades –anteriormente PROGRESA-, que ha participado en diferentes iniciativas, como en inversiones en salud y educación desde el comienzo de la niñez[9]; subsidios de educación de los que resultaron beneficiados 4,2 millones de familias rurales y urbanas a finales de 2002[10]  o incentivos para los que los niños permanezcan en la escuela.

A pesar de que se trata de un proceso lento y a largo plazo, la escolarización de niñas y niños resulta sumamente importante y decisiva, indispensable, ya que con ella se están sembrando las simientes de un futuro mejor.

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«Mercado de flores» de Diego Rivera

Uno de los grandes obstáculos que las mujeres pobres mexicanas tienen que afrontar es el de la carga familiar. El rol sexista de “la mujer en casa” permanece anclado todavía en la sociedad mexicana y para las mujeres pobres supone una clara desventaja, puesto que ellas, a diferencia de mujeres acomodadas económicamente, no pueden permitirse pagar los servicios de una empleada/o del hogar o niñera/o. Frecuentemente las mujeres pobres deben permanecer en casa cuidando de sus hijos, por lo que conseguir un empleo se les hace muy difícil. Si tiene suerte, una suerte relativa. por supuesto, su marido, pareja o incluso los hijos más mayores tendrán un trabajo. Algo que tiene una ventaja para la familia, ya supone unos ingresos, pero que no hace más que enfatizar la dependencia de la mujer hacia dichos ingresos. Si la mujer pobre se halla sola, su situación se vuelve crítica, puesto que deberá soportar ella sola toda la carga familiar, con los riesgos que esto comporta.

En México donde el 37% de los hogares urbanos con jefatura femenina (…) es nuclear uniparental, lo que indica de entrada una situación de vulnerabilidad extrema ante cualquier cambio de la coyuntura económica, la pérdida de empleo o de la fuente de ingresos, etc.[11].

Ingresos escasos y discriminación laboral

La falta de ingresos[12], así como el empleo informal o el desempleo son factores que impiden a muchas mujeres mexicanas salir de la pobreza y perpetúa la dependencia hacia sus compañeros, el estado u ONGs[13]. Muchas veces la ayuda necesitada no llega[14]. Conseguir un empleo se convierte en una ardua tarea para las mujeres pobres sin estudios y con hijos.

El empleo informal, que en México alcanza tasas elevadas[15], supone un arma de doble filo. Por un lado, reporta a las mujeres pobres ingresos para alimentarse ellas y a su familia, pero por otra parte, para el estado se convierten en individuos fantasmas, sin derechos básicos como la sanidad o las pensiones. A pesar de todo, México ha avanzado en lo que se refiere al pago de pensiones a mujeres, que trabajan en el sector del empleo doméstico[16], lo que significa un gran logro. Otro aspecto positivo para las mujeres son las remesas, dinero que reciben de sus familiares en el extranjero. Las remesas suponen una ayuda considerable para las mujeres pobres, puesto que mejoran su situación de desigualdad,[17] aunque las hace más dependientes y no soluciona el problema de la pobreza, puesto que el dinero recibido no siempre acaba utilizándose en el desarrollo, sino como medio para la mera supervivencia.

Asimismo, las mujeres se ven a menudo discriminadas laboralmente. En México, las mujeres ganan en el área urbana un 78,1% por hora de lo que cobran los hombres [18], ya que perdura todavía la idea de que la mujer no es cabeza de familia y que,  por tanto, sus ingresos son simplemente una ayuda extra al hogar; y se la utiliza con frecuencia como mano de obra “supletoria”[19].

Salud

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«Mi nacimiento» de Frida Kahlo

La salud maternal es doblemente importante, puesto que repercute no sólo en la mujer, sino también en sus hijos. En las últimas décadas la mortalidad maternal e infantil se ha reducido, ya que la atención a mujeres embarazadas mejoró y el número de pequeños vacunados ha ascendido considerable y paulatinamente, aunque el número de niñas vacunadas es menor[20]. Recordemos también que la salud de la madre es sumamente importante, puesto que de ella depende en gran medida la salud de su futuro hijo y de los hijos natos. Si la mujer no se ha alimentado bien durante el embarazo, el riesgo de aborto aumenta, así como el que el niño no nazca sano. Del mismo modo, si la madre no dispone de unos ingresos que le permitan alimentar correctamente a sus hijos, pueden provocarse consecuencias en la salud del niño de por vida.

Uno de los problemas fundamentales en la salud de las mujeres pobres es el riesgo de contagio de VIH/SIDA, que ha ido en aumento en los últimos años[21]. A pesar de que el uso de anticonceptivos ha aumentado de forma progresiva, las mujeres pobres carecen en numerosas ocasiones de autonomía sobre su cuerpo, sexualidad, lo que las hace más vulnerables al contagio. De ahí la necesidad de que se promuevan campañas a favor de la utilización de los preservativos.

Violencia de género

Según el informe Panorama social en América Latina en 2005, la violencia de género constituye la tercera causa de pérdida de años saludables para las mujeres en Ciudad de México[22]. Algo que corroboran los altos índices de agresiones a las mujeres.

En México en 2003, 35,4% de las mujeres de 15 años y más (…) sufrían de violencia emocional ejercida por su compañero o cónyuge, 27,3% padecían violencia económica, 9,3% violencia física y 7,8% violencia sexual[23].

Las medidas tomadas por el gobierno mexicano son heterogéneas, dependiendo de los estados en cuestión. En algunos de ellos existen multas y arrestos, en otros sólo se penaliza la reincidencia y en otros estados ni siquiera se fijan sanciones[24]. Todo ello demuestra la vulnerabilidad en que se halla la mujer mexicana en situación de pobreza y el fuerte arraigo de la mentalidad machista, en la que la mujer representa para el hombre un mero objeto, al que puede dominar, castigar, golpear e incluso matar, en ocasiones con total impunidad.

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«Unos cuantos piquetazos» de Frida Kahlo

Ciudad Juárez sufre desde hace más de una década un goteo constante de desapariciones de mujeres jóvenes de clase baja. 370 mujeres han sido asesinadas y al menos 137 de ellas fueron sometidas a agresiones sexuales antes de morir. 70 mujeres o niñas continúan desaparecidas. La epidemia se ha extendido a la ciudad vecina de Chihuahua[25]. Muchas de las muertes continúan sin tener explicación. Los asesinos gozan de impunidad. Se repiten los crímenes. El gobierno mexicano no se ha implicado lo suficiente para acabar con la situación, lo que muestra el poco valor que tienen las vidas muchachas para él.

Discriminación racial

Las raíces de la discriminación racial se remontan en México a la época colonial. Gran parte de la población indígena fue exterminada y el resto fue condenada a las cadenas de la esclavitud. Hoy en día la discriminación racial perdura y supone una traba más que impide a las mujeres escapar a su situación de pobreza y que se presenta con más crudeza en las mujeres que en los hombres[26]. Encontramos un alto índice de analfabetismo entre la población indígena, en concreto entre las mujeres y la gente anciana, así como una ausencia de la lengua y culturas propias en la enseñanza[27].  También hallamos una mayor mortalidad entre las mujeres indígenas.

Por otro lado, los indígenas mexicanos han conseguido en los últimos años que su voz sea escuchada gracias a movimientos como el de Chiapas.

Toma de decisiones y autonomía

El proceso de la toma de decisiones y la autonomía de las mujeres pobres mexicanas en el ámbito privado parece estar estancado. Sin embargo, tras la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) y después de la Declaración del Milenio, aprobada en la Asamblea de las Naciones Unidas en septiembre de 2000, México se ha esforzado por dar voz a las mujeres. Ha realizado diversos estudios sobre la situación de éstas y ha aumentado su participación política en un 22% entre los diputados[28]. Esta presencia femenina en el ámbito político constituye una baza importante para que las necesidades de las mujeres mexicanas pasen a formar parte de la agenda política de los partidos y con ello se obtenga una mejor calidad de vida para las mujeres.

Tanto la Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing, como la Declaración del Milenio han enfatizado que el problema de las mujeres precisa una solución. La pobreza se ceba más en ellas, lo que repercute en su salud y la de sus hijos, en su formación académica, en las posibilidades de hallar un empleo digno y en su porvenir. La condición de mujer constituye, en fin, un handicap en la huída de la pobreza.

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«La vendedora de flores» de Diego Rivera

El primer paso hacia una autonomía de las mujeres pasa por la independencia económica, pero el problema femenino no se soluciona ahí, sino que debemos ahondar en las causas de la desigualdad de género. Entonces, podremos dirigirnos hacia una sociedad más equitativa y, por tanto, más justa.


[1] CEPAL, Panorama social de América Latina en 2005,  Santiago de Chile, 2005, página 63.

[4] Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 67, Santiago de Chile, 2005, página 28.

[5] Íbidem, página 31.

[6] Íbidem, página 27.

[7] Íbidem, pp. 47.

[8] Íbidem, pp. 48.

[9] G. E. Perry, O. S. Arias, J. Humberto López, W. F. Maloney, L. Servén, Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos. Resumen ejecutivo,  Estudios del Banco Mundial sobre América Latina y el Caribe, Nueva York, 2005, pp. 8.

[11] Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 67, Santiago de Chile, 2005, pp. 29.

[12]De acuerdo con los datos de la ENIGH, al primer semestre del año 2002, al menos en uno de cada cuatro hogares pobres, no había aporte alguno de las mujeres a los ingresos del hogar”. En Íbidem, pp. 33. También en Ibidem, pp. 33: “Más del 70% de las mujeres cónyuges de hogares pobres carecían de ingresos propios”.

[13] Una cuarta parte de los ingresos de las mujeres vienen de programas gubernamentales o programas como Oportunidades y Procampo. En Ibidem, pp. 35.

[14]La pobreza se potencia en las mujeres también por falta de ayudas, apoyos de familiares o de servicios públicos, que les permitan dejar al cuidado a su prole mientras salen a trabajar”. En Íbidem, pp. 34.

[15] M. Hammill, Características de los hogares y de su principal perceptor de ingresos en Centroamérica, México y la República Dominicana: su papel en al desigualdad del ingreso, CEPAL, Serie Estudios y Perspectivas, Nº 45, México D. F., 2006, pp. 18.

[16] D. M. Giménez, Género, presión y ciudadanía en América Latina, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 46, Santiago de Chile, 2003, pp. 67.

[17] CEPAL, Panorama social de América Latina en 2005,  Santiago de Chile, 2005, pp. 108.

[18] Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 67, Santiago de Chile, 2005, pp. 46.

[19] Íbidem, pp. 42.

[20] Íbidem, pp. 54.

[21] CEPAL, Panorama social de América Latina en 2005,  Santiago de Chile, 2005, pp. 233.

[22] CEPAL, Entender la pobreza desde la perspectiva de género, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 52, Santiago de Chile, 2005, pp. 29.

[23] Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 67, Santiago de Chile, 2005, pp. 54.

[24] L. Rioseco Ortega, En Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el Caribe, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, nº 75, Santiago de Chile, 2005, pp. 27.

[26] E. Peredo Beltrán, Una aproximación a la problemática de género y etnicidad en América Latina, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nª 53, Santiago de Chile, 2004, pp. 43.

[27] Íbidem, pp. 37.

[28] Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Nº 67, Santiago de Chile, 2005, pp. 53