Destellos efímeros (XIII)

Al Saadi El Gadafi

Hoy nos toca hablar de un jugador muy peculiar: Al Saadi El Gadafi. Su apellido no engaña, efectivamente se trata del tercer hijo de Muamar El Gadafi, que a la tierna edad de 27 años decidió que lo suyo era ser futbolista y se embarcó en una aventura que tendría su momento más brillante en el año 2003. Nombrado por su padre como presidente de la federación de fútbol de Libia, algo alucinante ya que recordemos que países como Kenia ha sufrido sanciones por injerencias políticas en sus federaciones, mientras que Libia siempre salió indemne. Así que Al Saadi empezó a los 27 años y a lo grande, en el mejor club de su país: el Al-Ahly de Trípoli, pero como el ambiente no acababa de ser de su gusto, hizo y deshizo en su equipo hasta fichar a Ben Johnson como preparador personal, a Maradona como asesor y a Bilardo como entrenador, llegando así el entrenador argentino al punto más bajo de toda su carrera, donde dejó atrás toda su fama de profesional respetado y permitiendo que Al Saadi jugase siempre que él quisiese al mismo tiempo que amañaba partidos de forma escandalosa para que su equipo ganase todas las competiciones locales. Tal currículum, y los petrodólares de su padre, le valieron la posibilidad de dar el salto a Europa, ni más ni menos que al Birkirkara FC de Malta. Sin embargo, por motivos que se desconocen el contrato nunca terminó de firmarse y en su lugar fichó por el Al Ittihad, club que también lo convirtió en su cortijo.

Sus “hazañas” le valieron ser convocado por su selección, de la que inmediatamente se proclamó como titular y capitán, a la vez que su seleccionador, con una risa nerviosa, admitía que Al Saadi jugaba cuando quería, como quería y con quién quería. La carrera de Al Saadi era tan meteórica que era nombrado año sí y año también como mejor jugador de Libia, gracias al criterio profesional de un tribunal presidido por él mismo.

Así llegamos a la temporada 2002-2003, su gran año y en el que mayor bien le hizo al mundo del fútbol. Ese año ficha por un club de Italia, el Perugia, un equipo que destacaba por sus exóticos fichajes, pero no era lo mismo fichar al japonés Hidetoshi Nakata o al coreano Ahn Jung-Hwan que al hijo de Gadafi. No había jugado ni un solo minuto cuando Al Saadi dio positivo por nandrolona, lo que le valió una sanción internacional. Pese al fiasco, previsible por otro lado, el presidente del Perugia no cejó en su empeño de abrir nuevas barreras y poco después trató de fichar a una futbolista para su equipo.

Pero volvamos al momento del positivo, porque el dicho “brilló por su ausencia” fue más veraz que nunca en ese momento. La falta de su líder y capitán fue aprovechada por la selección Libia para lograr la clasificación para la copa de África, un hito en su historia ya que estamos ante una selección poco habitual en dicha competición. Cierto que no ganaron ningún partido, pero el objetivo ya estaba más que cumplido.

La carrera de Al Saadi entró en barrena, y eso que lo intentó el año anterior adquiriendo parte de las acciones de la Juventus, con la idea de que le sirviese como trampolín para disputar partidos de la Liga de Campeones. Pero en esa ocasión no se encontró con un pelele, sino con un profesional como Marcelo Lippi, que viendo el nivel técnico del libio únicamente le permitió participar en algún entrenamiento.  Tras dos años en el Perugia, incomprensiblemente fichó por el Udinese, donde de nuevo se encontró con un entrenador con principios, Serse Cosmi, que rechazó los petrodólares que la familia Gadafi le ofrecía y le mantuvo en el banquillo en la Liga de Campeones. Tras conseguir jugar 15 minutos en Udine, voló hacia Sampdoria y en su club no disputó ni un minuto. Tras esa última experiencia, Al Saadi se retiró del fútbol.