Pixies: digan lo que digan, muy grandes

Los Pixies han sacado nuevo disco, amigos. Pero, ojo, no os dejéis engañar… Si hacéis caso del consenso general, y cobarde, al que ha llegado la crítica, su LP en más de dos décadas es un truñaco de no te menees. Puntuaciones en la “reverenciada” Pitchfork entre el 1 y el 2, señalan que, según su ojo crítico, es mucho mejor el disco que han sacado de Michael Jackson después de muerto, o la reedición del primero de Oasis, que casi saca un nueve… Respecto a esta web sólo decir que antes nunca habían realizado ni una mísera crítica de los antiguos clásicos de los duendecillos bostonianos; sin embargo, de encumbramientos tan sospechosos del pop “cristiano” como Neutral Milk Hotel les han publicado más artículos que a todas las bandas del post-punk británico de los ‘70 juntas… – joder, en los 80 The Pop Group o The Fall nos incitaban al sano ejercicio de cagarnos en la subnormalidad católica, y ahora nos alentan a ir a misa…- Eso por no hablar, qué leches se creen para puntuar discos con hasta decimales… ¿Sentencias definitivas? ¿Realmente hay que besarle el culo a oráculos que desechan cualquier tipo de subjetividad en la música? Más bien, lo que yo veo es a unos creadores de tendencias amparados por un fuerte soporte de festivales, sellos discográficos que les dictan cual son los tres puñeteros hypes de la semana que hay que colarle a la gente como lo más “in”. En este sentido, no provocan inquietud; les resulta mucho más interesante, y lucrativo, convertirse en pastores de rebaños descabezados.

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Los duendecillos del pop en sus comienzos.

Pero volvamos a lo que nos interesa, la ojeriza hacia los Pixies abanderada por esta revista digital ha acabado por dejar hecho un guiñapo la consideración hacia su último trabajo. Pero ¿tan horrible es esta vuelta bautizada como Indie Cindy? Mmmm, siento disentir. Vamos a ver, ante regresos de  este tipo, lo primero que suelo hacer es intentar, en la medida de lo posible, olvidarme de la enorme sombra de sus autores. Para este caso, según mi apreciación Indie Cindy queda como una obra notable, con algunos momentos realmente sobrecogedores entre sus vísceras de punk pop marciano: “Silver snail”, “Ring the bell”, “Greens and blues”, “Jamie Bravo”…  Por otro lado, ahora resulta que bandas, claramente deudoras de ese rock underground americano gestado en la segunda mitad de los ’80, como Speedy Ortiz o Yuck son claramente superiores a los Pixies. ¿Nos hemos vuelto locos? Sí, es cierto, Indie Cindy no aguanta las comparaciones ante obras pivotales del pop moderno – por cierto, nunca igualadas – como Surfer Rosa (4AD, 1988) o Doolittle (4AD, 1989). Dicho esto, incluso, los dos primeros discos de Frank Black en solitario son también superiores al último disco de los bostonianos. No obstante, a los Pixies les pasa lo mismo que a los dos últimos discos de R.E.M. o The Cure, con ser ellos mismos, les basta. Aunque suene injusto, un disco mediocre para ellos, sería sobresaliente para la gran mayoría del resto de los mortales. A mí también me gustaría que los Pixies hubiesen realizado otro clásico a los que nos tenían acostumbrados, pero tampoco voy a desechar una obra con tantos placeres escondidos como Indie Cindy, sería masoca; y lo peor, un orgulloso con pataleta. No, no voy a seguir la moda de ponerlos a parir. ¿Bravata? ¿Me estoy aferrando a un espejismo? Ni de coña.  Frank Black y los suyos pueden hacer lo que les dé la gana con los Pixies, que para eso es “su” banda; pese a quien le pese. Lógicamente, para llegar a esta postura para mí ha sido básico poder verlos en directo. En mi caso, asistir al concierto que dieron en Viena a finales del año pasado. Ese día los Pixies tocaron cuarenta canciones – varias de ellas jamás las habían tocado antes en directo – en dos horas, apelando al Come On Pilgrim, Surfer Rosa y Trompe Le Monde, entre las que “colaron” los cuatro cortes de su primer EP, ¡y sí, amigos,  “las nuevas” no desentonaron al lado de joyas como “Cactus” o “I’ve been tired”! Curioso pero muy significativo. Por otro lado, fue el concierto más intenso al que pude asistir de los de Boston. Frank Black se convirtió en una masa incólume de vísceras y melodía y Joey Santiago creó una tormenta electricidad tan atómica como luminosa – sobrecogedora la intro que se inventó para “Velouria” -. Eran una banda que disfrutaba sobre las tablas; y lo más importante, con argumentos. Comparados con los Pixies que había visto por última vez en 2010 en el Primavera Sound, no había color; aquella era una banda de karaoke, todos como estatuas, malencarados entre ellos, y con Kim Deal con un grano en el culo desde sus primeros acordes.

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Bien carecos, para que luzcan las ideas que aún bullen en sus quijoteras.

En cuanto a la antigua bajista, lógicamente, se ha perdido una pata compositiva para Indie Cindy. No obstante, la bajista original ¿ha hecho algo de valor desde el Last Splash con The Breeders? Que yo sepa, no. En este aspecto se da otra circunstancia muy significativa: mientras durante estas dos últimas décadas se le ha levantado un pedestal, amparado en la sana nostalgia, a Kim Deal, a Frank Black se le ha lapidado continuamente, siempre esgrimiendo su glorioso pasado con los Pixies como excusa para desvirtuar cualquier logro suyo al margen de la banda madre. Eso, a pesar, de haber parido obras tan nutritivas como Teenager Of The Year (4AD, 1994), Dog In The Sand (SpinArt, 2001) o el fabuloso Bluefinger (Cooking Vinyl, 2007). Objetivamente, mucho más interesante de lo que ha hecho Deal en todo este tiempo… Entonces, ¿qué problema hay realmente con Frank Black? ¿Por qué es el objetivo favorito de la prensa para exorcizar sus frustraciones personales? Hasta tal punto llega la obsesión por desacreditar a nuestro hombre que ha llegado a decirse que él no era la parte esencial en el cuerpo compositivo de los Pixies, sino Kim Deal… Tanto resquemor hacia Frank Black sigue ahí, latente más de veinte años después; y más ahora que nuestro hombre les ha dado la excusa perfecta para que todos se abalancen sobre él: el regreso discográfico de los Pixies. En este sentido, una de los absurdos más leídos ha sido que Indie Cindy suena como un disco del bostoniano en solitario… Más bien, sus discos en solitario, casi siempre, han tenido algo de los Pixies; no en vano, es parte de su propio ADN; de todas a todas, es una conexión recíproca. Hasta los patéticos Tim Machine sonaban a David Bowie… En las antípodas de estos razonamientos ridículos, que yo sepa, respecto a Morrisey siempre ha habido una voluntad preclara de la prensa por separar su pasado con los Smiths y su irregular obra en solitario; se le ha atacado en alguna ocasión, pero también se le ha defendido a ultranza, aprovechando la más ínfima excusa para ensalzar sus nuevos trabajos. Por cierto, algunos tan relevantes como Vauxhall & I (Parlophone, 1994) o You Are The Quarry (Sanctuary/ Attack, 2004).

Llegados a este punto, sólo me queda recordar que los Pixies actúan mañana en el Primavera Sound de Barcelona. Desde luego, yo no pienso faltar a la cita. Por mi parte, solo daros un consejo final: escuchad el último trabajo de la nueva sensación “indie”, Speedy Ortiz y a continuación lo último de los Pixies. Sobran las palabras, el tongo huele, apesta. Aunque les duela a todos los que necesitan buscar nuevos, e inexistentes, referentes dentro del indie-rock actual, resulta mucho más excitante seguir la estela de estos remozados Pixies, aún sin Deal – o a lo mejor, gracias a su ausencia -, que seguir el rastro de nuevas calcomanías del pasado… He dicho.

2 comentarios en «Pixies: digan lo que digan, muy grandes»

  1. Lo mejor de todo es que los Pixies han vuelto y que lo han hecho con honestidad. ¿Que su última obra no llega a alcanzar las anteriores? ¿Qué obras lo consiguen? Aun así, perderse los placeres que esconde su último disco, sería de necios.

  2. Totalmente de acuerdo con la critica, este último álbum de pixies, Indie Cindy’, sería un álbum sobresaliente para cualquier grupo de rock.
    Sería un gran error comparar este último disco con sus obras anteriores que tocaron el cielo como nadie lo ha hecho, no en vano desde que se editó Dootlitte no ha habido ningún disco inigualable. Sin duda es el mejor álbum de rock que he escuchado desde 1987 hasta hoy día.
    Grandes Pixies.

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