«Pequeño Circo» de Nando Cruz

Pequeño CircoUn año más y Contra sigue a pleno pulmón. Tras plagar 2014 de incunables, como Energy Flash (Contra, 2014) de Simon Reynolds y Shakey (Contra, 2014) de Jimmy McDonnough, ahora se sacan de la manga el “más difícil todavía”: Pequeño Circo (Contra, 2015) de Nando Cruz, un trabajo monumental sobre aquella explosión indie estatal, que empezó a tomar forma desde el progresivo ocaso de la Movida Madrileña.

Mucho tiempo hemos tenido que esperar por un documento que invite a una profunda reflexión sobre aquella explosión indie estatal vivida a lo largo de los ‘90. La liturgia del mito rockista siempre se antepone a cualquier intento por sacar a la luz las venas subterráneas de la industria musical: el otro lado de un espejo, que Nando Cruz nos lo muestra en gran cinemascope, aunque en estilo dogma: con cámara al hombro y en caída libre sobre las entrañas de la bestia y todas sus contradicciones. Así, Pequeño Circo llega en el momento justo: no sólo cubre un enorme vacío del ensayo musical, sino que se erige como el gran libro sobre música española, que tanto se echaba en falta para dar más sentido a la biblioteca musical.

Pequeño Circo es un libro-documental que nos transporta hasta la última gran revolución inconclusa de la música española de la era pre-internet. Nando Cruz se sirve de un compás para delimitar las coordenadas dispersas de aquella explosión: nos lleva de Burlada a Bilbao, pero también de Mallorca a Perú. El mapa se despliega en toda su amplitud, y el autor va conectando todas las islas dentro de un mismo océano. Cartografía de lo concreto. Para lograr este fin, Cruz reúne a, prácticamente, todos sus protagonistas y nos los muestra en primera persona. Sus testimonios van tejiendo un fresco monumental. Pero no sólo se sirve de la voz de los integrantes de aquellos grupos, sus intenciones por llegar hasta el fondo de lo que significó aquella no-generación, le llevan a ampliar el zoom de su cámara hasta los productores, sellos discográficos, prensa y promotores de festivales. El resultado es demoledor. Todas las pistas que Cruz ofrece sobre la anglofilia diletante y falta de compromiso social, entre otras cosas, quedan plenamente ratificadas entre la mayoría de los testimonios recogidos. La sucesión de declaraciones dejan en evidencia muchos de los males que se intuyen desde los mismos comienzos en Malasaña. A lo largo de casi mil páginas, los puntos de vista se alternan, se airean una montaña de trapos sucios y sale a la luz la gran pregunta: ¿realmente, había para tanto? Esta cuestión acaba siendo el tronco principal del que brotan más ramas: ¿Para qué comprarse un disco de El Inquilino Comunista pudiendo hacerse con cualquiera de Sonic Youth o Band Of Susans? ¿Hasta qué punto tiene coherencia una escena que, en su mayoría, reniega de cualquier época anterior a los Pixies? ¿Toda esta ola fue fruto simplemente de una reacción contra la Movida Madrileña o la herencia de ésta misma?

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El Niño Gusano, Zaragoza chipirifláutica.

A pesar de semejante ramillete de planteamientos, la mirada de Nando Cruz nunca es generalista. No todo fue así, ni mucho menos. Al mismo tiempo que los hechos son narrados por los más de cien protagonistas de este gran reparto coral -por momentos, casi berlanguiano-, Pequeño Circo también funciona como telescopio hacia tantas, y recalco “tantas”, bandas que a día de hoy siguen siendo de las más nutritivas que ha dado la historia el pop español. Hay muchos matices que invitan a repasar el catálogo musical gestado durante aquellos años. Sería de necios negar la transcendencia de grandes transfiguradores del rock, como Los Bichos y Cancer Moon; gratificantes anomalías, como Silvania, El Niño Gusano, Beef, Paperhouse y Lagartija Nick; y cómo no, Surfin’ Bichos, el Donosti Sound, Sr. Chinarro y Los Planetas, el centro gravitatorio sobre el que rotan los orígenes y expansión de toda esta película typical años ‘90. Respecto a semejante plantel, Nando Cruz nos dirige hacia sus mismas raíces. Su pretensión no es hacer un repaso de sus respectivas trayectorias, sino ayudarnos a entender la esencia de sus discursos musicales, las motivaciones que llevan a formar un grupo de música, y las consecuencias de lanzarse al foso de las serpientes… Una realidad que acaba por resultar más reveladora a través de la voz de unos artistas que, casi dos décadas después, hablan de sus comienzos con la perspectiva que proporciona la mirada desde la distancia temporal.

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Silvania, el secreto mejor guardado.

Tras volver del pasado reciente, Pequeño Circo responde con todos los honores al calificativo de “obra definitiva” sobre una escena musical. No sólo se trata de un trabajo hercúleo, como una cebolla repleta de capas, sino que su lectura se hace tan amena como adictiva, algo a lo que ayuda mucho el memorable anecdotario que teje sus costuras.

Después de un libro así, resulta absurdo volver a hacer un trabajo sobre aquella no-generación. Es más, su lugar está junto a primos lejanos tan ambiciosos como Generación Hip-Hop (Caja Negra, 2014) de Jeff Chang, Bass Culture (Acuarela, 2014) de Lloyd Bradley, Future Days: Krautrock And The Building Of Modern Germany (Faber & Faber, 2014) y tanto Energy Flash como Postpunk: romper todo y empezar de nuevo (Caja Negra, 2013), ambos de Simon Reynolds.

Ya para cerrar, muchos verán Pequeño Circo como simplemente la obra de otro resentido con aquellos años. Craso error, Nando Cruz expresa su opinión en el prólogo, pero nunca juzga. En realidad, su misión es la de convertir al lector en el juez. Tras casi 3.000 citas como pruebas, que cada uno saque sus propias conclusiones. ¿No es acaso ésta la finalidad de todo gran estudio artístico y social?