Barcelona, ciudad cateta: la contaminación

Barcelona, ciudad de fenicios, se ha sabido siempre vender muy bien. Que si es una ciudad cosmopolita, que si es una ciudad vanguardista, que si es una ciudad europea…

La realidad es otra. Barcelona es una ciudad cateta y apestosa.

A pesar del gran servicio de transporte público metropolitano y una red notable de carriles bici, a los barceloneses les gusta conducir en sus coches y, sobre todo, en sus motos que incluso circulan a sus anchas por las aceras.

Sin importarles lo más mínimo el calentamiento global, los barceloneses conducen y conducen sus vehículos motorizados como si no hubiese mañana. La administración no hace mucho. Los índices de contaminación han alcanzado cotas que exponen la salud pública.

«La ciudad supera desde 2010 los valores máximos de polución por dióxido de nitrógeno que fija la directiva europea, el 98% de los barceloneses está expuesto a niveles de partículas finas superiores a lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud y se estima que hay unas 3.500 muertes prematuras vinculadas a la contaminación cada año en la gran Barcelona»[1].

Pero a nadie parece molestarle, tampoco la contaminación acústica que producen los vehículos a motor, un caso más de catetismo.

«He de denunciar como el ruido más irresponsable e infame al infernal chasquido de los látigos en las resonantes callejuelas de la ciudad. Este chasquido repentino, cortante, asesino de pensamientos y enervador del cerebro, ha de ser percibido como algo doloroso por todo aquel que lleve algo en la cabeza similar a un pensamiento»[2].

Ahora bien, lo que realmente incordia a los barceloneses, de lo que no paran de quejarse es del caos que forman las bicicletas por la ciudad: que si circulan muy rápido, que si van por las aceras… ¡Las bicicletas, el mejor medio de transporte para el medioambiente después de del coche de San Fernando! ¡Las bicicletas, que hacen libres y felices a quienes las conducen, pues a la hoguera! ¡A demonizarlas! ¡Qué aburguesamiento, por Bakunin!

La contaminación, la peste a tubo de escape, el ruido estruendoso eso son cosas inocuas, simples bagatelas que no molestan a los barceloneses. Las bicis, en cambio…

¡Europa pura! ¡El norte de Europa! ¡Barcelona, cenit del progreso!


[1]Clara Blanchar: «Barcelona pierde la batalla contra la contaminación:», El País, 2 de marzo de 2019, https://elpais.com/ccaa/2019/03/02/catalunya/1551550337_084747.html

[2]Arthur Schopenhauer: Parega y Paralipómena. (Escritos filosóficos sobre diversos temas), Valdemar Editorial, Madrid 2009, «Sobre el ruido y el alboroto», página 1100.