Hazlo por Schopenhauer (XIV): obras excluidas

Parece mentira lo que le cuesta a la humanidad asentar los cimientos de la verdad. Mientras los elefantes transmiten su memoria genéticamente, los hombrecillos deben empezar cada vez prácticamente de cero. Además, la curiosidad, ese elemento crucial para la supervivencia -a no ser que se pertenezca a una plaga- desaparece en los homo sapiens sapiens, al hacerse mayores. De ahí, que la transmisión de conocimiento acerca de la vida y lo humano sea tan lenta y llegue a veces tarde.

¿Qué tiene que ver esto con el arte? Pues bien, tengo la sensación de que la gente cree que si una obra no sale a la luz, es que es mala. Hay como un recelo ante obras que nadie quiere publicar, exponer, representar o producir. Muchos son los que piensan: «Por algo será«. Y son esos mismos los que, cuando las obras se descubren finalmente como piezas de arte, se llevan las manos a la cabeza y exclaman: «¡¿cómo es posible que esta genialidad pasase tanto tiempo olvidada en un cajón?!» ¿Por qué, pues, esa idea, si sabemos que es una constante que a los genios se los ignora en su propio tiempo, que siempre tropiezan con incomprensiones, obstáculos y ninguneos? En lugar de esto, deberíamos abrirles las puertas de par en par. ¡Es una buena señal -definitiva, de hecho- que nadie les haga ni caso! Sin embargo, a pesar de que contamos con este conocimiento, desconfiamos de las obras excluidas. Ni tan sólo les damos el beneficio de la duda.

Alguien, un tanto avispado, podría replicarme: «Está usted presuponiendo que esas obras son arte, que son la creación de un genio. ¿No podrían ser, simplemente, piezas carentes de interés, de calidad artística, de verdades universales? ¿No podrían ser un churro?» A lo que yo respondería: muchas obras mediocres pasan sin pena ni gloria, pero pasan. Por el contrario, las obras de arte a menudo ni siquiera pasan, no las dejan. Las probabilidades de que a la gente le interese una medianía son infinitas. No obstante, que a alguien le pueda interesar una obra maestra, reciente, sin que nadie antes la haya catalogado como tal, son de una entre un millón.

El arte, como la verdad, antes de curar, hiere. Por ello se lo intenta enterrar. Pues muestra la vida desde un abismo, que hasta entonces nadie se había atrevido a pisar. Mete el dedo en la llaga del lector, del espectador. Destapa al ser humano, su naturaleza, su manera de vivir, sus defectos, sus temores, sus vergüenzas. Va mucho más allá de lo que la media puede recorrer a lo largo de toda su vida

«¡¡¡Silencio!!!«

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