El Abominable Hombre de las Nieves

the_abominable_snowman-285975613-largeEdmund Hillary no fue únicamente un pionero en la escalada. El neozelandés entre que iba y volvía del Everest, junto a su sherpa Tenzing Norgay, afirmó que había encontrado evidencias de la existencia del yeti. El abominable hombre de las nieves, un ser grande y peludo, y un tanto bestia según la leyenda, que se pasea por la cordillera del Himalaya como si aquello fuese un florido jardín. Décadas después, otro mítico escalador como Reinhold Messner también dijo haber visto algo, pero de eso vamos a pasar porque no causó tanto revuelo como lo de Hillary. No en vano, estamos en 1953 y la imaginación podía volar más libremente, creando una auténtica fiebre por el yeti que incluso le garantizó a Hillary patrocinio para organizar una expedición en 1960 con el único objetivo de conseguir evidencias de su existencia.

Como era esperable, Hillary no consiguió nada tangible pero entre el 53 y el 60 algo sí que se consiguió… y es que la Hammer vio la oportunidad de producir una película sobre el monstruo: El Abominable Hombre de las Nieves (The Abominable Snowman, 1957) de Val Guest, que digo yo que ya eran ganas de querer insultar al pobre bicho con lo de abominable.

Seguramente vieron en la historia la oportunidad de traer un nuevo monstruo al catálogo clásico, algo que realmente podemos decir que fracasó porque no tuvo sucesión de películas y tampoco ésta es demasiado recordada y se mantiene bastante en la oscuridad. Realmente, adelantando ya el análisis final, no es que estemos ante una gran película, ni mucho menos, pero sí que merece un buen sitio entre ese grupo hecho para fans de la ciencia ficción y el cine de terror de los 50 y 60, por su temática, apartado de la invasión vampírica, y por tener a Peter Cushing en el papel protagonista, que siempre es un punto a favor.

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En cuanto al argumento, partiendo de un lugar muy similar al de la historia de Hillary con una expedición dedicada a la búsqueda del yeti e iniciando la película durante su estancia en un monasterio tibetano, donde el misterio está muy presente. Desde aquí llega el momento de ocultar más que mostrar. Ya se sabe, una mezcla de saber hacer y de escasez de medios es lo que hace que el monstruo permanezca oculto. La motivación de la película es ecologista y conservacionista, con el mensaje de que el yeti sería un animal en peligro de extinción y el hombre no debería perseguirle, sino como mucho estudiarlo y dejarlo en su hábitat.

De lo más destacable es su ambientación, algo típico en la Hammer, con rodaje incluido en los Pirineos a modo de Himalaya, y un desarrollo que huye de tópicos del cine de monstruos, tomando una vertiente no exclusiva, Frankenstein seguramente sería similar en ese sentido, y manteniendo la tensión hasta el final.

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