El juego de los niños

AmicimieiEl cine italiano destaca por su vivo sentido del humor que aparece incluso en los dramas del movimiento neorrealista, como Roma, città aperta o Umberto D. Dos filmes importantes de la comedia italiana son I vitelloni (1953) del maestro Federico Fellini y Amici miei (1975) realizado por Mario Monicelli. Aunque el primero no es uno de los mejores filmes del director, posee un gran lirismo. Amici miei, en cambio, se trata de una película sin pretensiones. Una simple comedia con un simple argumento, que en ocasiones resulta algo confusa por sus abruptos saltos temporales, pero que gana terreno por la extraordinaria interpretación de sus actores -entre ellos el genial Ugo Tognazzi-. Ambos filmes hablan de la amistad entre un grupo de hombres, que luchan con todas sus fuerzas por no hacerse adultos. Una amistad cultivada a lo largo de los años -todos son amigos de la infancia o adolescencia-. Una amistad nacida por la necesidad del mismo life style. Es preciso apuntar que la cultura y la sociedad italianas animan a este tipo de estrechas relaciones, que encontramos en su cine como documento social. Asimismo, los dos títulos hacen referencia al argumento de la trama. Amici miei (Amigos míos) resume todo el filme, del mismo modo que I vitelloni (Los inútiles), puesto que señalan el punto de vista en que se apoya el grupo: no hacer niente y vivir la vida sin complicaciones. En suma, los dos filmes hablan de unos hombres que no quieren crecer. Pero existe una sutil diferencia entre ambos. En Amici miei hallamos un grupo de hombres de cincuenta años que, pese a tener las responsabilidades de la vida adulta -un trabajo y una familia- son, en esencia, como niños. Toda su vida es un juego. Juegan siempre, incluso en las situaciones más extrañas y tristes. Al principio de la película tienen un accidente con el coche y deben permanecer en el hospital por algunas semanas, pero ellos no se preocupan demasiado, sino que cantan ópera, ríen y comienzan el juego para conquistar a una dama. El “sono io” en el teléfono es verdaderamente inolvidable. En cambio, en I vitelloni nos encontramos con veinteañeros, que viven a la sopa boba, no trabajan y tampoco estudian. Pasan la vida juntos, gastando el dinero de los padres en fiestas y con distintas mujeres. Se han quedado anclados en la adolescencia. No quieren ninguna responsabilidad. Desean permanecer en la frivolidad de la juventud. Ésta es la diferencia entre estos hombres. Los primeros son niños. Activos, no se cansan jamás, no tienen nunca demasiado. Acaban un juego y buscan otro aún más descabellado, como el de hacer creer a un pobre jubilado que pertenecen a una banda de mafiosos, terminando la broma en una verdadera batalla campal. Por supuesto, se trata de la apoteosis de su trabajo. Por el contrario, los inútiles son pasivos, perezosos, fatigosos. Mucho más viejos que los primeros.

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Una escena de «Los inútiles» de Federico Fellini

Sin embargo, los dos grupos tienen un punto en común: el egoísmo. Hacen lo que quieren, sin pensar en los demás. Y son sobretodo egoístas en referencia a su relación con las mujeres. Las tratan como objetos. No buscan sus sentimientos, se sirven de ellas. Disfrutan de total impunidad. Y esto dice mucho por el hecho de que no quieran crecer. Por ejemplo, cuando sabe que ha dejado a una chica encinta, Fausto de I vitelloni, se propone mudarse a Milán con la excusa de trabajar, algo que no ha hecho jamás en la vida. Pero la sociedad no aprueba este modus vivendi, lo detesta. Hallamos la figura de esta sociedad represiva para los personajes en el padre de Fausto, quien, cuando se entera que quiere huir de sus responsabilidades y socavar el honor de la familia, agarra su cinturón y lo sacude con verdadera brutalidad italiana. En Amici miei aparece esta figura, encarnada por el hijo aburrido, que reprueba al padre por su infantil comportamiento. Pero los amigos desean escabullirse de esta sociedad que no les deja ser libres. Reírse de ella. Hacerle un buen corte de mangas. Y eso es justamente lo que hacen el grupo de amigos cincuentones. Se dirigen a la estación de trenes y allí, mientras el tren inicia su partida y los pasajeros se despiden de sus seres queridos asomándose desde las ventanillas del tren, recorren el andén propinando una serie de guantazos a los viajeros. Los niños dan así su merecido a la sociedad que tanto los reprueba. Una buena bofetada para la comunidad burguesa.

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El corte de mangas a la sociedad represiva.

A pesar de que para ambos grupos este meloso estilo de vida resulta difícil de abandonar, se da una evolución en uno de los personajes, Moraldo, hermano de la esposa de Fausto y amigo de éste. Resulta curioso, puesto que a primera vista aparece como un joven sin iniciativa, extremadamente retraído y de pocas palabras. Sin embargo, Moraldo parte en secreto de madrugada para abandonar definitivamente su vida de vitelloni y crecer. Fellini nos muestra su partida con intenso lirismo. El tren se aleja de las estancias donde todavía duermen sus compañeros de juerga. No descubrimos, sin embargo, evolución alguna en los personajes de Amici miei, más bien lo opuesto: una autoafirmación de su estilo de vida. Perozzi, moribundo, lejos de sentir miedo por la muerte que se avecina, se burla descaradamente del cura que viene a darle la extremaunción. Muere haciendo lo que más le gusta: jugar.