Charlot

Charles Spencer Chaplin (Londres, 1889 – Corsier-sur-Vevey, 1977) fue una de las mayores figuras de la historia del cine porque sus películas, mudas y sonoras, sobrevivieron al tiempo y a la persecución norteamericana,  constituyendo una antología irrepetible. Por esta razón Chaplin pervive en la memoria popular  como el hombre que, entre guerras, defendió la vida frente a la muerte. Chaplin prefirió el bastón al fusil de Johnny, las violetas de la florista ciega a las siemprevivas cementeriales.

chap3

El apodo Charlot se lo puso el distribuidor francés Jacques Haik al convertir el nombre de Charlie en Charlot y fue usado en Francia, Italia y España, mientras que los anglosajones le llamaron despectivamente The tramp, El vagabundo (una de sus películas).

Charlot  nació el 16 de abril de 1889 en el sórdido East End londinense. De padres judíos dedicados al music hall , aprendió pronto a ganarse la vida cantando y bailando por callejones y plazas. Tras una infancia mísera que transcurrió en un orfanato alimentándose de la “sopa popular” –equivalente al “plato único” de la posguerra española- a los 17 años entró en el grupo de Fred Karno y en 1910 hizo su primer viaje a América. Una segunda gira le condujo en 1914 a Hollywood para trabajar en la Keystone Company, donde forjó su sello característico: el de vagabundo tragicómico. En un año intervino en 35 cortometrajes. Su última película muda fue “El circo” (1928).

1000509261001_1824351571001_BIO-Biography-23-Hollywood-Directors-Charlie-Chaplin-115950-SF

Durante un tiempo, Chaplin se mostró excéptico ante la llegada del cine sonoro, hasta que se decidió a rodar su primera película hablada: “Luces de la ciudad” (1931) a la que siguió “Tiempos modernos” (1936), magistral recreación de la era mecánica y del mundo obrero, simbolizado por una piara de borregos. La Ford debió nombrarle presidente de honor.

La cruda realidad de la vida aflora en la filmografía de Chaplin que utiliza el humor como arma corrosiva. Hay en sus gags un ánimo justiciero, un acento romántico cuando se enamora de Edna Purviance y una evidente transgresión de la norma establecida siempre en clave crítica.

Con su parodia de Hitler en “El gran dictador” (1940), Chaplin alcanzó la suma madurez al tiempo que empezó a despojarse de la máscara de Charlot  para abandonarla definitivamente con “Monsieur Verdoux” (1947) que fue un fracaso. Sus últimas películas fueron “Candilejas” (1952), “Un rey en Nueva York (1957) y “La condesa de Hong-Kong” (1967) su obra póstuma.

La cejijunta censura española vetó “El gran dictador” hasta la muerte de Franco al tiempo que Chaplin era víctima predilecta de las invectivas falangistas y Torrente llegó a calificarlo de “repulsivo mequetrefe del hongo y del junquillo”. Así, miserablemente, escribían los turiferarios del régimen.

El monólogo final de “El gran dictador” podría pasar a la historia como uno de los discursos más bellos, críticos y profundos jamás pronunciados, estando a la altura de los que realizaran en su momento Jesús de Nazareth o Gandhi. Pese a haber sido expuesto ante cientos de miles de espectadores, que probablemente pretendían tan sólo pasar un buen rato, el discurso es absolutamente actual: “En este mundo hay sitio para todos. Todos a luchar para liberar al mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia”.

024-charlie-chaplin-theredlistEl ambiente que rodeaba a Chaplin en Estados Unidos, estaba cada vez más enrarecido. Su talento y su ideario irritaban al poder. En una conferencia de prensa junto a su cuarta esposa, Oona O’Neill, hija del dramaturgo Eugene O´Neill, celebrada en Nueva York en 1947, los periodistas le preguntaron sobre su vinculación al comunismo. Chaplin lo negó: “No soy comunista, ni he ingresado en ningún partido ni organización política en mi vida. Soy, eso sí, un pacifista”.

Toda esta maquinación no era sino el principio de la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy, que además de comunista, acusó a Chaplin de un supuesto hijo tenido y abandonado con Joan Bewy. Aunque con pruebas de sangre se demostró que no era suyo, fue condenado en 1948. La guerra fría le causó tantos problemas en Estados Unidos por haber conservado la ciudadanía británica que en 1952 decidió fijar su residencia en Suiza. Hasta mucho tiempo después no regresó a América para recibir un Oscar honorífico.

Chaplin se casó cuatro veces: con Mildred Harris (1918-1920), con Lita Gray (1924-1927), con Paulette Goddard (1935-1941) y desde 1943 hasta su muerte con Oona O´Neill, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos y cinco hijas.

El último biógrafo de Chaplin, Kennet Lynn, profesor de historia de la universidad John Hopkins de Washington, afirma que los anteriores biógrafos de Chaplin, “escondieron sus tendencias paidofílicas (atracción erótica hacia niños) por un sentimiento errado de lealtad hacia el protagonista de “El gran dictador”. Lynn afirma que la obsesión de Chaplin habría cesado cuando conoció a Oona O´Neill que tenía 18 años.

Chaplin falleció en Corsier-sur-Vevey el 25 de diciembre de 1977 a los 88 años de edad, a consecuencia de su debilidad senil y sin padecer sufrimiento alguno, siendo enterrado en un pequeño cementerio nevado mientras algunos niños patinaban sobre las heladas aguas del lago de Ginebra.

“No sois máquinas.

No sois ganado.

Sois hombres”

 

**

Este artículo fue publicado en la revista Jano. Medicina y Humanidades, en el número del 13 de diciembre- 09 de enero de 2003. VOL. LXIII Nº 1457 (páginas 54), firmado por sus autores, Juan Soto Viñolo y Carmen Lloret.