Hazlo por Schopenhauer: si no es bueno, al fuego

Hace mucho, mucho tiempo los escritores quemaban aquellos de sus escritos que no consideraban estar a la altura. Existía un sentimiento de perfección, sobre todo hacia sí mismos, aunque también hacia el mundo. Un cierto apuro por haber creado algo que no fuera una verdadera obra de arte. Ya que implicaba una humillación que tal vez pasaría por alto la generación coetánea, pero no las venideras. Una vergüenza.

Los esbozos, las obras inacabadas, no se consideraban arte. Además, podían conducir a equívoco, pues el texto no estaba finalizado, no era un todo. No era el todo que pretendía el filósofo-escritor en su cabeza. De ahí que en muchas ocasiones acababan también entre las llamas.

Los viejos escritores debían pensar: A no ser que se trate de ideas, que con éstas nunca se sabe, ¿para qué conservar cientos de manuscritos inútiles?

Hoy en día, en cambio, hay una tendencia a guardarlo todo como si fuera un tesoro, una joya. Y lo que es peor, a publicarlo, a estrenarlo. Cualquier cosa. Desde la nimiedad más insustancial a la desfachatez más espantosa. No hay pudor. ¿O será que no hay luces?

 

Un comentario en «Hazlo por Schopenhauer: si no es bueno, al fuego»

  1. Agúdisima apreciación de la cultura del reciclado que nos invade continuamente. Y la cual también es extensible a la música; y más en concreto, en las reediciones con la que nos bombardean para tener que rascarnos el bolsillo. La cosa tiene tela. Discos repletos de rarezas, versiones, remezlas y demos que en el 90% de los casos no aportan nada. Y que plantean una pregunta mayor: ¿si en su día fue material que no salió a la luz no sería porque se trata de borradores, fallos o material de deshecho? Porque a mí, salvo en contadas ocasiones, lo único que generan es que la comparación revalorice a originales que, por si no fuera suficiente, en muchos casos, no dan para tanto.

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