El Hombre sin Pasado (The Man from Nowhere, 2010) es un thriller de acción coreano dirigido por Lee Jeong-Beom. Una película de las que te dejan sin respiración, que te mantienen en tensión durante su metraje y que, una vez finalizado, te lleva a preguntarte ¿qué ha pasado aquí?
En esta ocasión las dudas no se refieren al argumento en sí, no busca el giro exagerado, sino que su misterio reside en el caso contrario: el guion mil veces visto que sin embargo parece algo nuevo ¿Cómo se explica esto? Pues teniendo en cuenta su país de procedencia, Corea del Sur, y teniendo muy claro que de ese país asiático hace tiempo que nos llegan películas que partiendo de la misma base, es capaz de hacernos sentir como niño con zapatos nuevos volviendo a disfrutar de una película de acción gamberra, de exagerada violencia que parece no tener límites.
El Hombre sin Pasado quizá llegó algo más tapada que otras películas contemporáneas, en plena ebullición de la filmografía coreana, pero no por ello deja de ser hasta necesario adentrarse en sus secretos, los mismos que guarda su protagonista, Cha Tae-Sik, y que, sin embargo, no dejan de ser un mero artificio ya que lo importante no está en el pasado ni en el futuro, sino en el presente tal y como nos recuerda el propio protagonista durante la película. El presente que le ata a una niña, So-Mi, hija de una drogadicta, Hyo-Jeong, que se ve envuelta en problemas con una mafia local. Tae-Sik tiene una casa de empeños, y a ella acude Hyo-Jeong para conseguir dinero, y a la vez para ocultar la droga sustraída en el objeto empeñado.
So-Mi y su madre son secuestradas, siendo esta última asesinada y sus órganos extraídos para ser vendidos, mostrándonos así los problemas de la sanidad en Corea y el tráfico de órganos, como ya nos había mostrado Park Chan-Wook en Sympathy for Mr. Vengeance (Boksuneun naui geot, 2002). Antes de ser asesinada, y tras sufrir torturas, la madre de So-Mi revela el paradero de la droga, involucrando así a Tae-Sik en la historia. Aquí comienza una carrera sin descanso, llena de escenas tan virulentas como aparentemente naturales, mostrando la violencia como una expresión más de la condición humana y marcando diferencias con el cine occidental en pequeños detalles, fijándose en una pequeña pintada en una uña que sirve como lazo a la cordura.
Mafiosos de maldad extrema, policías en busca de culpables y un hombre misterioso con formación militar, todo mil veces visto, pero pocas veces como en El Hombre sin Pasado.