«Three»: Johnnie To tiene el duende

A primera vista, Three (San ren xing, 2016) de Johnnie To podría parecer una obra menor. Pero si una escarba, se encuentra con que To en Three está trastocando el género de acción

al hacerlo verbal

al enjaular a los personajes en un solo espacio, la de sala un hospital

al reducir las escenas de acción a dos y, por si esto fuera poco, ¡al final de la película!

Desde un principio, la palabra se enfatiza sobremanera. Los casos clínicos son revisados por el equipo médico uno a uno, envueltos en la jerga específica y especializada. Los errores cometidos por los cirujanos están amparados por las probabilidades, por una estadística y, cuando esto no es suficiente, se le reprocha al paciente: «Usted sabía a qué se exponía, yo hice todo lo que pude». Los personajes de Three usan la palabra como armadura: la doctora para defenderse de sus constantes fallos clínicos en las operaciones que realiza; el sospechoso demuestra su acerbo intelectual y filosófico citando el juramento hipocrático de pe a pa, o exponiendo la parábola del pavo de Bertrand Russell, en la que cuestiona la inducción como método de conocimiento filosófico. El policía, más primitivo, carece de vocabulario y habla a base de tacos. A pesar de esta postura tan radical, a nivel cinematográfico el filme encuentra sus mejores momentos en los silencios. Es ahí donde se descubre la tensión que arrastran los personajes, su encrucijada vital.

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La película da comienzo presentando el escenario donde tendrá lugar la acción: una sala de hospital que aloja a los pacientes operados de neurocirugía. To muestra el espacio desde la puerta acristalada que da acceso a la sala, como si ésta fuera una especie de telón que nos abre a la escena. La cámara se acerca lentamente al cristal, a la sala. Sin embargo, en lugar de convertir el proyector en una cámara subjetiva y abrir las puertas, el realizador cambia de plano y, de golpe, ya estamos dentro de la habitación. Pero, ojo, como espectadores, no como participantes. De esta manera nos distancia de la acción a la vieja usanza. Asimismo da la sensación de tratarse de un texto dramático adaptado al cine, lo que de algún modo le otorga cierto estatus de categoría.

Con Three To saca el género de acción de las calles, de los barrios bajos, de las comisarías, y lo traslada a un hospital. Como suele plantear el teatro clásico, la obra empieza de la mano de los personajes secundarios: los pacientes operados de neurocirugía -la mitad de ellos, víctimas de las intervenciones de la cirujana-. A destacar, uno que está más loco que una regadera -aunque no se sabe si a raíz de la operación o es que el tipo nació así-. En lo único que piensa es en engullir toda la comida ¡de hospital! que pueda; le agradan especialmente los consomés.

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Three, como su propio nombre indica, habla de tres personas, tres puntos de vista distintos: un policía, un sospechoso, una doctora. No se trata tanto de un triángulo, son sino más bien dos líneas que, a su pesar, acaban chocando en un vértice: la doctora. Debido a sus profesiones, los tres protagonistas tienen la vida de la gente en sus manos. No obstante, el filme no se decanta por preguntar acerca del bien y el mal de esta situación, sino que aborda la cuestión de ser o no ser profesional. O más bien, el ir siendo profesional a trancas y a barrancas. Pues a cada cual más negado. El sospechoso por mucho Russel que cite ha sido malherido y capturado; el policía traspasa la línea de la legalidad cada dos por tres, y encima le sale mal la jugada. En cuando a la doctora, es un caso aparte. Torpe entre las torpes -memorable la escena en la que se cae escaleras abajo- no da ni una, la pobre. Ahora bien, como cirujana no valdrá un pimiento, pero como ayudante del sheriff, brilla como Bruce Willis en la(s) Jungla de cristal.

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To consigue mezclar la acción con el drama, la comedia y el circo. Magnífico el guiño a El acorazado Potemkin. La escena final circense, quizá podría haberse alargado un pelín más, podría haberse convertido en la guinda del pastel. Aunque la genialidad más grande está en la primera escena de acción del filme: el tiroteo en la sala del hospital filmado a cámara lenta. Ingravidez. Un corte de mangas a las pelis de acción de hoy en día, en las que los planos duran apenas décimas de segundos, en las que el espectador no consigue empaparse de nada y acaba tan mareado como la pareja de un aprendiz de polca en su primer baile.

¡Ole, Johnnie To! ¡Guapo! ¡Qué arte tienes, mi arma!