Teatro del Astillero. Una charla con Luis Miguel González Cruz

No es ninguna novedad que, seguramente, el teatral sea el sector literario que más está sufriendo en estos últimos años. Sobre las causas de su crisis de ventas y la manera de adaptarse y sobrevivir en la actual selva editorial, nos habla uno de los fundadores de Teatro del Astillero, centro neurálgico de la edición teatral desde hace más de dos décadas.

Hoy en día aventurarse a crear una editorial de teatro está condicionado a una serie de factores altamente perjudiciales. En una era donde los libros de cocina y autoayuda copan casi tanto espacio en las librerías como el dedicado a la ficción, la sección dedicada al teatro es la que más ha menguado. Centros como Fnac han ido reubicando, y reduciendo, sus libros teatrales de tal manera que, hoy en día, prácticamente se le hace difícil al empleado de la parte literaria recordar dónde se han escondido, si es que realmente ya existen para ellos.

La progresiva cotización a la baja de las ventas de teatro proviene una serie de hechos propiciados por un desfile de fichas de dominó cayendo una detrás de otra. El primero de estos inconvenientes se produjo hace una década, “cuando desde el Ministerio de Cultura, cuando aún estaba Zapatero, nos dijeron que la Generalitat de Catalunya había renunciado a seguir dando ayudas”, explica Luis Miguel, que nos habla desde la experiencia personal de lo sufrido por su editorial, Teatro del Astillero. “Estas ayudas las daban las comunidades autónomas, pero entonces desde el Ministerio las quitaron. Nosotros también recibíamos otras de la Comunidad de Madrid. Entonces, ese mismo año, la Comunidad de Madrid también las quitó. Yo les dije: ‘Pero por qué’. Entonces me dijeron que no alzara la voz. Lo que hicieron fue utilizar la renuncia de la Generalitat de Cataluña para lo que les convenía. Desde entonces no hay ninguna subvención específica para publicar teatro. Además, coincidió que poco después vino la crisis. Ni los distribuidores ni las librerías me pagan. Tú haces facturas y ellos no te pagan. Y la mitad de las librerías han desaparecido. Ha habido momentos duros. No es que el teatro se venda mucho, pero se vende a cuentagotas. De todas maneras, te puedo decir que quinientos ejemplares no es mucho, porque acaban agotándose. Es una venta que va poco a poco para librerías que lo tienen como fondo, y aun así, muy difícilmente. Todo lo sucedido casi nos prohibió publicar a autores españoles. Lo que sí podíamos hacer era ir embajada por embajada, conseguir ayudas para publicar a autores extranjeros. Y ahí hemos estado, con un descenso muy grande de las tiradas. De las cuatro o cinco publicaciones anuales, pasamos a un par o así. Pero publicando solo autores extranjeros.

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Con el abaratamiento, debido a las crisis de las imprentas, si antes los costes nos costaban entre mil y mil doscientos euros, ahora son seiscientos, que no llega. El abaratamiento ha sido muy grande, teniendo en cuenta que nosotros publicamos, hacemos una tirada; no hacemos impresión bajo demanda, que puede ser otra posibilidad. Pero, en mi opinión, la impresión bajo demanda nos permitiría, por ejemplo, en vez de publicar cinco o seis libros al año, voy a decir una tontería, publicar cincuenta. Pero eso haría que la gente entrara en nuestro catálogo, y se perdiera. Personalmente, acabo de publicar un libro en una editorial bajo demanda. Me lo han pedido, yo se lo he dado, y sin problema. En nuestra editorial lo estuvimos barajando, pero con las características de nuestra editorial, que es a la vieja usanza, que tenemos un distribuidor que nos paga cuando puede, y últimamente no puede… Aun así, de alguna manera, llegamos a las librerías y también lo hacemos a la Casa del Libro, lo cual es interesante porque distribuye en toda España.

Aparte de los efectos tangenciales de la crisis, como el abaratamiento de los costes de producción, Luis Miguel reconoce que “con las ayudas de las embajadas y la SGAE hemos conseguido volver a remontar. De hecho, este año sacamos cuatro libros ya en los primeros meses. La embajada francesa siempre se ha portado bien. Se ha portado de manera escasa pero siempre bien (risas). La noruega y la finlandesa también han colaborado, y además es un placer porque esas dramaturgias son bastante desconocidas y muy buenas. Y sí, nos han ayudado a seguir y a no parar”.

Para Teatro del Astillero (una editorial que lleva funcionando a pleno pulmón desde 1997, aunque realmente abrió sus puertas en 1995), la supervivencia a la crisis ha sido un canto de resistencia contra la muerte de la edición artesanal y del contacto directo con el lector y el mundillo del teatro. La exposición continuada de los libros es parte integral de una relación abierta con una serie de librerías que, en estos últimos años, han abierto sus puertas bajo una mentalidad de interacción directa con el lector, con incluso ideas como impartir talleres teatrales en su propio centro. Tal es el caso de Berbiriana, la librería de A Coruña más activa y concienciada con la divulgación cultural, donde Teatro del Astillero forma parte de su espacio dedicado al teatro. Tal como lo contempla Luis Miguel:  “Yo tengo mejor relación con librerías de culto, tipo Berbiriana. Librerías especializadas en teatro solo hay una, que es Yorick, pero sí que este tipo de librerías de culto funciona muy bien porque entra en esa dinámica de venta de libros de obras de teatro; y ya te digo que es lenta y a cuentagotas, pero constante. Desde el otro lado, La Central igual me pide cien, doscientos libros, pero luego se olvida de mí. Y es una cosa horrorosa, porque lo que no vende, me lo devuelve. Entonces todas esas librerías que trabajan así, que son las que venden, no venden bien teatro; el teatro es más de fondo. Por ejemplo, Yorick vende mucho en su librería, y también tiene una gran venta por internet, que realmente es por correo. Y yo también vendo por internet. Pero bueno, no es una venta… En todo el mundo, incluso los que venden bien por internet, tienen una tienda abierta en Amazon. Aunque vendan en impresión bajo demanda, utilizan Amazon como su propia imprenta, entonces la que gana es Amazon. Ahí ya nos metemos en una selva de miles de publicaciones que para que te vea la gente… La vorágine es enorme”.

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Escena de la obra «Milagro».

Durante estos últimos años, la capacidad de mutación para sobrevivir a la jungla editorial a la que alude Luis ha llevado a fijarse en cómo es enfocada la venta literaria donde se aprecia con más cariño un libro en el mundo entero. O sea, Francia. “Yo creo que el libro teatral, porque lo he visto en Francia, donde tiene que estar es en los teatros. Ahí es donde se puede vender mejor el libro teatral. Por una sencilla razón: tienes a la gente que le gusta el teatro reunida en un mismo lugar. Puedes tener una sala pequeña de cincuenta o cien personas de posibles compradores. Si es una sala grande, pueden llegar a ser quinientos, seiscientos, setecientos, ochocientos, concentrados en un mismo lugar y esperando a que se abran las puertas del teatro. En todos los teatros, aunque sea una sala muy pequeña, hay una librería, y ya me lo han dicho autores: el sesenta, setenta por ciento de sus ventas de libros son en teatros, no en librerías. Si tienes a cien personas que les gusta el teatro, es de suponer que se trata de una buena concentración de posibles clientes del libro teatral o de cualquier libro. Hasta puedes vender novela, porque igual a esa gente del teatro también le gusta leer novela. Y los tienes concentrados a la entrada y a la salida del teatro. Yo lo he hecho y lo hago; tengo una pequeña cadena que quiero ampliar. Precisamente, donde me venden más libros es en los tres teatros donde tengo una pequeña librería. Las librerías las tengo al lado de la taquilla, y si me roban alguno, pues no lo tengo en cuenta (risas). La señora de la taquilla es la que cobra el libro si el cliente lo quiere. Me venden más incluso que en las librerías especializadas de teatro”.

La labor de picapedrero con intuición es lo que está permitiendo que, en base a los impedimentos sufridos desde la desaparición de las subvenciones autonómicas y la crisis, que Teatro del Astillero no solo consiga mantenerse a flote, sino que también amplíe el campo de batalla de una forma que quizá no hubieran surgido sin los baches en el camino que llevan sufriendo desde hace unos años. Casa de autores como Michel Vinaver, Steven Berkoff y una rica selección de dramaturgia nórdica, su latido es vital para seguir creyendo en la posibilidad de hacer más visible una literatura íntimamente ligada con la posibilidad de que las obras publicadas tengan la opción de poder ser llevadas a las tablas. Labor ya no solo editorial, sino también básica en el mantenimiento y renovación de una escena que no sería la misma sin esta editorial de gusto exquisito y amor por la espeleología teatral.