«El ruedo ibérico» de Ramón del Valle-Inclán. Almanaque revolucionario

En unos tiempos en los que el lenguaje anda malherido por las calles, la prensa y las redes sociales, no está de más regresar a Valle. 

La editorial Cátedra publica, en una edición dirigida por Diego Martínez Torrón, El ruedo ibérico del maestro Ramón del Valle-Inclán, un proyecto magno del escritor gallego que, pese a quedar inconcluso, aparece hoy como uno de los picos de la literatura española. Más aún, según Martínez Torrón, El ruedo es la obra cumbre de la literatura universal del siglo XX, aventajando al Ulises de James Joyce o al Proust de En busca del tiempo perdidoen cuanto a profundidad y autenticidad[1].

La presente edición de El ruedo ibérico está compuesta por tres tomos –La corte de los milagrosViva mi dueñoBaza de espadas-, acompañados por un apéndice con las novelas Fin de un revolucionarioCorreo diplomáticoEl trueno dorado. En todas ellas, el marqués de las letras castellanas da rienda suelta a su experimentación con el lenguaje -fruto de su vida bohemia-, que resulta intraducible, y en la que galicismos, germanismos y gitanismos se entrelazan como medio -¡ojo!, no como fin en sí mismo- para ofrecernos un fiel retrato de la sociedad española de entonces, y de ahora. Valle pega un repaso de arriba abajo a castas y clases en este ruedo ibérico que, aunque nos pese, nunca cambia: corruptelas, intrigas y miseria, pero también humanidad, humor y poesía.  

«Entre olivas, a la vera del camino, acampaba una familión de gitanos. Las mujeres se peinaban las greñas. Críos desnudos, perros rabones, amatados jamelgos, asnos meditabundos, metían en ruedo del polvo al carricoche pintado de azul con toldete de remiendos»[2].

En unos tiempos en los que la revolución anda dando palos de ciego, no está de más regresar al ruedo de Valle. Pues, la Pepa, o la Niña, es su punto de partida y de reflexión. Una revolución que la mayoría ansía, pero que nunca llega. ¡Ay, Samuel, que Ramón se te adelantó!

«Chismosos anuncios difundían el mensaje revolucionario por la redondez del Ruedo Ibérico. Y en las ciudades viejas, bajo los porches de la plaza, y en los atrios solaneras de los villorrios, y en el colmado andaluz, y en la tasca madrileña, y en el chigre y en el frontón, entre grises mares y prados verdes, el periquito gacetillero abre los días con el anuncio de que viene la Niña. ¡Y la Niña, todas las noches quedándose a dormir por las afueras…!»[3].

El ruedoresulta tanto más interesante cuanto más se indaga en su autor, en sus vaivenes políticos, producto de un ciclo vital a la inversa: siendo carlista en su juventud, a la vejez le siguió un periodo cuasi revolucionario, en el que admiró a Lenin y se arrimó al anarquismo. Sin duda, un personaje tan complejo como su propia obra.


[1]Ramón del Valle-Inclán: El ruedo ibérico, Cátedra. Letras Hispánicas, Madrid 2017. página 25. 

[2]Ibídem, página 425. 

[3]Ibídem, página 341.