Cinecutre presenta ¡El gorila ataca!

El King Kong Coreano o también conocida como El gorila ataca HD de Paul Leder fue presentada -aunque quizá sería mejor decir representada- en el cine Paz de Madrid el pasado mes de abril con una puesta en escena que ríete tú del Teatre Nacional de Cataluña.

De la mano de Cinecutre, que ya lo anuncian en su página: Esto es una web de humor sobre infracine. Y no podría definirse de otra manera, El King Kong Coreano es tan mala, pero tan mala, tan mal hecha que, entre los que la visionamos, todavía hoy nos preguntamos una y otra vez si alguno de los que intervinieron en ella tenían la más mínima idea de cómo hacer una película.

Para que se hagan ustedes una idea:

  • El gorila era, en realidad, un paio disfrazado, por lo que no hay en toda la película ni un solo plano del simio con otro ser humano, porque, claro, medirían lo mismo.
  • Cuando Kong agarra a la protagonista -¡ni más ni menos que la madre de Kirk Cameron en Los problemas crecen! y ahora que lo pienso no sabría decir qué era peor, si la peli del gorila o la serie-, no se trata de la actriz en realidad, sino de una muñeca cutre de feria, de esas que, al apretarlas, se les abombaba el plástico y ya no volvía a su forma primigenia.
Joanna Kerns actriz Ape El gorila ataca
Joanna Kerns
  • El guión estaba escrito sin ton ni son, de hecho, dudo que hubiese guión -en Wikipedia pone que fue coescrito entre el director y su hijo, Reuben Leder, quien también colaboró en Los vigilantes de la playa, ¡madre mía, qué currículo!- La película empezaba con una escena nocturna en un barco, con el capitán y otro tripulante en la cubierta. Sin explicar nada ni ponernos en antecedentes -no hay ninguna escena de la isla perdida; por lo visto, no les llegaba el presupuesto-, sin explicar nada, digo, el mono destruye su jaula y el barco, que debieron adquirir también en una feria, y se pone a luchar, como el que no quiere la cosa, con un tiburón de carne y hueso, aunque ya muerto, al que previamente desdentaron para evitar causar heridas al paio metido en el disfraz de Kong.
  • Por otro lado, había fallos garrafales en el concepto de plano/contraplano. Por ejemplo, al realizar un plano/contraplano, no con dos actores dialogando, sino con dos actores al mismo tiempo en un mismo plano. De modo que en el plano y el contraplano posterior salían ambos actores mirando cada vez hacia el lado opuesto, ¡donde no había nadie! Parece ser que Paul Leder, director, guionista y montador del filme, desconocía las reglas básicas de la cinematografía.
Perdón por la mala calidad de la imagen
  • Los extras eran los mismos todo el rato. Serían los paisanos del villorrio donde se rodó la película. Había un tipo con gabardina que se escapaba de tres o cuatro pueblos diferentes.

En fin, la película se nos aparecía como un pitorreo de lo mala que era. Sospecho que la hicieron tan mal aposta. Es que ni los extras se tomaban la peli en serio. Uno de los que iban en un tanque saludó a cámara. En plan: «Hola, mamá, salgo en una peli».

No obstante, lo mejor de todo fue la Experiencia Cinecutre. Antes de empezar, el maestro de ceremonias anunció que, durante la proyección, se podía comentar libremente, aplaudir, vitorear, vapulear, lo que se nos ocurriese. Ahora bien, lo que no podíamos imaginar era lo que se nos venía encima. Nada más comenzar la película, el público empezó a leer, a corear, en voz alta los títulos de crédito, uno por uno. Y a leerlos mal, tipo: Starring, Korean Air Lines, como suena en castellano profundo.

En la escena primera, la del diálogo entre el capitán y el tripulante, un espectador suelta:

  • Pues sí que entiendo bien el coreano.

(Estaban hablando en inglés.)

Poco después, cuando el gorila luchaba con el tiburón en plena noche, no se veía nada. Suelta otro:

  • ¡Pues suerte que era en HD!

En ese momento, entran en la sala unas chicas que llegaban tarde.

  • Jo, cómo huele a gorila aquí -espeta una de las chavalas.

Desde entonces fue un no parar de comentarios ingeniosos, a cada cual más surrealista. Y, claro, los que íbamos por primera vez, estábamos descolocados y, a la vez, no podíamos parar de reír. Tanto, que nos contagiábamos la risa unos a otros. En cada escena nueva, el público estaba más fino, más bordado.

Entran a escena un grupo de niños corriendo hacia un parque infantil y varios espectadores comienzan a entonar la melodía de Barrio Sésamo.

Llevaba el gorila un par de escenas sin salir, y uno dispara:

  • ¡Que salga el mono!
  • ¡Que se acabe esto, por favor! Gritó otro, tras aguantar cuarto de hora de metraje de tanques y artillería pesada en bucle.

Escenas a rememorar…

Las varias escenas del coronel en su oficina, quien se pasa la mitad de la película negando la existencia del gorila, aunque ya ha devastado media Corea. Y cuando por fin entra en razón exclama: «¡Los monos nos atacan!», pero si sólo había uno. Ahora, lo mejor es su secretario: Se pasa la película como un pasmarote, cogiendo el teléfono o mirando un documento durante 5 minutos, pasando las hojas de una en una, haciendo como que las lee, hasta que se le cae. Y se tira el resto de la escena agachado recogiendo los folios. Tarda tanto que llega un punto en que el coronel le incrimina: «¡¿Qué haces ahí en el suelo?!»

Otra muy buena es la del gorila en un momento de esparcimiento en medio del campo. Sentado con una pierna sobre la otra, agarra una rama de un árbol y se la empieza a comer tan ricamente, lo mismo que un pagès de Cardona.

La mejor escena es, sin duda, la de la vaca. Tras destruir pueblos enteros, el gorila se encuentra con una vaca en el monte, cruzándose en su camino. El público, todo el público, ahogó de repente un suspiro. Pero para nuestra sorpresa, el gorila levanta una pierna y luego otra, franqueando la vaca con mucho tiento; no vaya a pisarla. En ese momento, el público enloqueció, partiéndose de la risa, cayéndose prácticamente de sus butacas. Varios de los espectadores se levantaron con las manos en alto, clamaban:

  • ¡Esto es cine! ¡Esto es cine!

Sin duda, la escena de la vaca pasará a los anales de la historia del cine (cutre).

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Dos horas después, ya en un garito, bailando con los amigos, volvimos a rememorar la película, comentando nuestras escenas preferidas a lo Garci, pero en diver. Rompimos a reír de nuevo, tanto que acabamos doblados, agarrándonos la barriga, del ataque de risa. Y todavía hoy, al recordar algunas de las escenas, se nos escapa una carcajada. La comedia es lo más grande.

Y los que no estén de acuerdo que prueben a visionar el filme

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Próximo evento Cinecutre: 7 de junio en el cine Paz de Madrid a las 22:30 con el Godzilla Coreano, «Space Monster Wangmagwi»

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