“OCÉANO DE SONIDO” DE DAVID TOOP. SIN LÍMITES

Siempre con el foco enfocado en sacar a la luz algunos de los ensayos más fascinantes que se hayan publicado jamás, no es casualidad que entre la nómina de autores que engrosan la editorial Caja Negra se encuentren tótems con la percepción rupturista de Simon Reynolds y David Toop. En ambos casos, estamos ante dos autores de profundo poso filosófico en sus respectivas formas de desarmar los consensos aceptados que dirimen las corrientes generalistas culturales de estas últimas décadas. Sus buceos literarios pueden llevar tanto a los años reconocidos, pero pocas veces escuchados, del post-punk original –no confundir con ese artilugio neopostpunk que nos venden hoy en día como su continuación…- como a la escena underground del boom dance de los años 90.

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Precisamente, esta última es una de las ramificaciones a las que alude, y analiza, “Océano de sonido”; seguramente, la obra pivotal de entre toda la producción literaria de David Toop, quien también diversifica sus labores como sumo nigromante de la materia ambient y fourth world, lo cual no es de extrañar leyendo las páginas de este libro. Toop habla como nadie de los sonidos, las texturas, sabe de qué están hechas y cómo mutarlas en palabras. Dicha habilidad resulta elemental ante la colosal inmersión que el británico hace hasta lo más profundo de las músicas más etéreas, gaseosas y menos reconocidas de entre todas las que suelen copar la atención de la prensa pop. Del Miles Davis oceánico a la irrupción de la generación perdida del post-rock británico de los 90, de Model 500 a The KLF, de John Hassell a Herbie Hancock, Toop hila una gran telaraña de conexiones y percepciones sonoras que viajan a lo largo y ancho del pasado para hacernos entender el presente de 1995, uno de las épocas más sugestivas e imaginativas de la historia de la música electrónica y las derivas experimentales de la materia pop. No en vano, 1995 también es el año de edición de este libro, pionero en traducir lenguajes sonoros políglotas en sensaciones y sana subjetividad. Cómo no, el verbo de Toop es tan profundo como denso, aunque en esta ocasión se deja llevar por una cadencia más liviana en sus formas y estimulante en esa fabulosa sensación que se produce de “escuchar” un libro. Porque “Océano de sonido” no es un libro que se lee, sino que nos induce a un estado mental continuo de sonidos y melodías provenientes de las páginas musicadas por Toop. Y, en este sentido, no me refiero a la profusa lista de recomendaciones musicales incluidas como epílogo, sino a pasajes tan deslumbrantes como su descripción de My Life In The Bush Of Ghosts (1981) de Brian Eno y David Byrne o su recuerdo a la obra de un pionero como Erik Satie.

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David Toop en directo.

 La recreación musical y reescritura de tantos pies de página de la evolución del pop fluye con brillantes paradas en los minimalistas, el gamelán o las novelas de J.G. Ballard y Phillip K. Dick, el puerto de embarque da igual, en todo momento, Toop logra conectar todos los cientos de caminos dispares en un mega laberinto cultural dentro del cual el nos va mostrando las salidas. La meta es sintomáticamente gloriosa: la nula intención de adoctrinar y embobar al lector con frases lapidarias, sino todo lo contrario: ampliar los niveles del oyente hasta el punto de hacernos reconsiderar la misma forma de escuchar música. Y por esta razón y muchas otras, que me guardo de desvelar, es por la cual “Océano de sonido” no sólo debería estar siempre a mano, sino que se revela como uno de esos ensayos musicales que únicamente se pueden dar cada 5 o 10 años. Así de importante es.