Buenos Días, Ozu-san

portadaSi existe un director sutil en un país en el que reina, precisamente, la sutileza a la hora de filmar, ese es, sin duda, Yasujirô Ozu. En 1959, ya como reconocido director tras serle otorgada la medalla del gobierno japonés, se plantea rodar un remake de su propia película He Nacido, Pero… (Umarete wa Mita Keredo, 1932). Con Buenos Días (Ohayô, 1959) Ozu al mismo tiempo sonorizaba y actualizaba su obra.

Pese a los 27 años que separan ambas películas, la temática sigue estando de actualidad: la pérdida de valores y la parsimoniosa modernización y apertura de Japón. Aunque lentamente, Japón se abre al mundo y los cambios se van haciendo presentes en la vida cotidiana de sus ciudadanos. Bien mirado, lo que les ocurre tampoco difiere tanto con lo que podría ocurrir aquí mismo, resumido en la desconfianza que se genera dentro de una comunidad por la supuesta falta de pago de uno de los miembros, lo que provocará también múltiples habladurías y chismorreos.

La querencia de Ozu por retratar la cotidianidad no se ve truncada en Buenos Días, donde sigue maravillándonos por sus planos estáticos, rodados a escasa altura del suelo como situándonos sentados de rodillas y presenciando la escena. A su vez, los dos niños protagonistas y sus amigos representan la modernidad, reflejada a través de su curiosidad por un nuevo elemento que entra en la vida de los japoneses: la televisión, la misma que es vista por recelo por sus padres.

Fotograma

El conflicto generacional está presente, al igual que la incapacidad de la sociedad japonesa por mantener verdaderas relaciones afectivas entre los miembros de la comunidad, más allá de los saludos de protocolo, que a la vista de los niños están vacíos y no son más que una obligación social.

Buenos Días, es una comedia ligera, algo tampoco demasiado habitual en Ozu, que atrapa con su encanto visual y una historia sencilla, cotidiana, pero que encierra mucho más significado del aparente.