Las víctimas republicanas de la Guerra Civil Española (IV): mujeres y niños

                                                                                                     “Soy un muerto”

Uxeno Álvarez, huérfano de la Guerra Civil e interno en Auxilio Social.

 

Al final de la guerra algunos barcos franceses habían evacuado a población civil. Inglaterra prometió su ayuda a aquellos que querían exiliarse por temor a represalias. Corrió la voz que la evacuación tendría lugar en el puerto de Alicante. Miles de personas se dirigieron hacia la ciudad levantina con la esperanza de huir de las tropas franquistas. Sin embargo, los barcos no llegaron nunca. El destino de aquellas personas fueron las cárceles y los campos de concentración. Para el nuevo régimen el hecho de haber huido los convertía en sospechosos. Miles de mujeres fueron encarceladas por su pertenencia a partidos de izquierda o sindicatos. Otras tantas por su relación familiar con rojos. Muchas de ellas llevaban consigo a sus hijos. Fueron recluidos junto con sus madres. Las condiciones en las cárceles y los campos de concentración eran infrahumanas. No se les daba apenas de comer. María Villanueva, cuyo bebé murió de inanición mientras ella se encontraba reclusa en la cárcel de Alicante, relata que en aquellos días la única comida que recibían era un arenque o fideos con agua del mar[1]. A los niños se les daba leche fría, lo que conllevaba que enfermaran de disentería y muchos de ellos murieran. Los campos de concentración de Alicante y Valencia estaban desbordados, así que se tomó la decisión de trasladar a las mujeres a su lugar de origen, para ser allí encarceladas de nuevo. Uno de los transportes que se realizaron de Alicante a Madrid tardó en llegar a su destino siete días. Las prisioneras y los niños no pudieron abandonar los vagones de ganado en los que viajaban en ningún momento. Murieron varios niños, que fueron abandonados en la estación de Valencia[2].

La prisión de las Ventas en Madrid disponía de una capacidad para 500 presos. Llegó a contar con más de 5.000 reclusas. No había a penas qué comer. La asistencia sanitaria brillaba por su ausencia. Los niños morían de inanición, sarampión, viruela. Las presas sufrían torturas, palizas y humillaciones con el fin de hacerlas confesar[3]. Hubo asimismo maltrato a los menores[4].

Durante la guerra se inauguró el Auxilio de Invierno que después de la contienda pasaría a llamarse Auxilio Social. Una institución que formaba una red de asistencia a las personas más necesitadas, en especial a los niños en la guerra y la posguerra franquista. Lejos de la imagen idílica que se presentaba en la propaganda, donde aparecían unos niños felices y bien alimentados, la realidad era muy distinta. Auxilio Social no era otra cosa que “cárceles de los pequeñitos” o “campos de concentración para niños”[5]. Los pequeños no podían abandonar el centro. Eran sometidos en ocasiones a malos tratos. Se les adoctrinaba para ser “anticomunistas”, se les inculcaba la fe católica.

La limpieza del régimen franquista no consistía únicamente en la eliminación del enemigo, sino también en la reeducación de los hijos de los vencidos. Fueron arrebatados niños de los brazos de sus madres en las cárceles y fuera de ellas, donde se produjeron secuestros[6]. Los niños y bebés eran dados en adopción a parejas nacionales o bien internados en Auxilio Social. Se pretendía con ello erradicar la posibilidad que aquellos niños fueran educados en una ideología de izquierdas.

El nuevo régimen quería también a los hijos de los evacuados. A través de la Falange y a pesar del recelo de los países se consiguieron firmas de los padres bajo presión. Asimismo en muchos casos ni siquiera se pedía el consentimiento de los padres para la repatriación de los pequeños y en tantos otros no fueron informados de ello, sobre todo los menores que habían estado refugiados en la URSS. Éstos debían ser controlados y no devolverlos a los padres[7]. La política de repatriación del régimen consistía en repatriar primero y esperar después a que la familia reclamara a los niños.

Un informe de la Secretaría General Falange Española de 1949 cuyo asunto reza “Informe sobre la labor desarrollada hasta febrero para la repatriación de menores españoles expatriados” nos da la clave de las tácticas que el régimen utilizaba para repatriar a los menores: “La principal tarea […] es localizar el mayor número de expatriados que se pueda, estén o no reclamados. Nuestros delegados en el extranjero solicitan su devolución a España. En un 99% de los casos esta solicitud es denegada. Se recurre entonces sin miramientos a los métodos extraordinarios con los que, de una forma o de otra, siempre se logra al fin obtener al menor”[8].

Una ley aparecida en el BOE (Boletín Oficial del Estado) del año 1940 expone que cuando el menor entra en Auxilio Social, la patria potestad del éste pasa a ser de dicha institución[9].  Es decir, el estado se convertía en el tutor de los niños.

Asimismo una ley de 1941 permitía cambiar los apellidos de los niños repatriados, so pretexto de darles una identidad[10]. El propósito de esta ley era justamente lo contrario. Con ello se abría el camino a adopciones irregulares y se potenciaban las trabas para que los padres o familiares no encontraran a los menores. Aún hoy es imposible saber cuántos niños perecieron víctimas de la represión franquista; cuántos fueron arrebatados a sus familias. Al menos ahora tienen un nombre, el de «niños robados».

 

Los niños evacuados

 

El número de exiliados durante la Guerra Civil fue enorme. Se cifra en unos 500.000[11].  Una parte importante de ellos fueron infantes. Alicia Alted afirma en su ensayo La voz de los vencidos que Francia acogió unos 20.000; Inglaterra unos 4.000; Bélgica unos 5.000 y la URSS unos 29.000 en cuatro expediciones. Otros países, entre ellos México, Suiza, Noruega y Dinamarca acogieron asimismo, aunque en menor número, a niños evacuados[12].

Entre ellos se debe mencionar el caso de los “niños de Rusia”, que fueron enviados por sus padres a la Unión Soviética y no pudiendo regresar a España hasta el año ’56, debido a la férrea maquinaria soviética. El retorno fue duro. En España se reencontraron con una familia, que ya no era la suya. Al triste reencuentro se le unió el acoso y derribo por parte de las autoridades y la población franquistas. Señalados como rojos, perseguidos e interrogados con el fin de obtener informaciones sobre el enemigo. Muchos regresaron a la URSS. Algunos de ellos se establecieron después en Cuba[13].


[1] Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Els nens perduts del franquisme, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2002.

[2] Íbidem.

[3] Petra Cuevas nos ofrece su espeluznante testimonio. La enchufaron a la corriente eléctrica porque no quiso denunciar a nadie, en Armengou, Montse/ Belis, Ricard, Els nens perduts del franquisme, en la serie 30 Minuts “La nostra memoria”, producida por Serveis Informatius de TV3, España 2002.

[4] Un oficial estrelló contra la pared a un niño porque se llamaba Lenin. Su madre enloqueció, en Íbidem.

[5] Íbidem.

[6] Véase el testimonio de Emilia Girón, a quien arrebataron a su hijo recién nacido y nunca más supo de él en Íbidem.

[7] Íbidem.

[8] Íbidem.

[9] Íbidem.

[10] Íbidem.

[11] Serra, Jaime/ Serra, Daniel, El sueño derrotado. La historia del exilio, producida por Sagrera T.V y Planeta 2010, España 2002 y Carvajal, Pedro, Exilio. El exilio republicano español. 1939-1978, producido por Televisión Española, España 2002.

[12] Alted, Alicia, La voz de los vencidos. El exilio republicano de 1939, Editorial Aguilar, Buenos Aires 2003, página 40.

[13] Para obtener más información sobre los “Niños de Rusia” recomendamos el excelente documental de Jaime Camino Los niños de Rusia, producido por Televisió de Catalunya, España 2001.