Tarjeta roja : La cruz del villano Schumacher

Sin duda, uno de los personajes más carismáticos  y de los rostros más representativos del fútbol de los años 80 es el guardameta alemán Harald “Toni” Schumacher. Reconocido por sus innegables cualidades como guardameta, poseedor de una imponente planta y unos excelentes reflejos, fue a su vez un jugador tremendamente odiado y vilipendiado.

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Dirigiendo el tráfico

Nacido en Düren (Alemania), el 6 de Marzo de 1954, el bueno de Toni, (mote puesto en honor a Toni Turek, portero campeón del Mundial de Suiza 54), defendió la portería del club de su vida, el Colonia, durante la friolera de 15 temporadas. También vistió a lo largo de su carrera las camisetas del Schalke 04, el Fenerbahçe turco, el Bayern de Munich,  y el Borussia Dortmund, club en el que se retiró con 42 espléndidos años, además de cosechar una buena colección de títulos y reconocimientos individuales a cuestas.

Guardián de la exigente portería alemana entre los años 1979 y 1986, y con la responsabilidad de reemplazar a un mito del calibre de Sepp Maier, Toni defendió a la selección germana como titular en los mundiales de 1982 y 1986, saliendo subcampeón en ambos torneos. También fue el elegido para defender los intereses teutones en las Eurocopas del 80 y el 84, resultando ganadores de la primera disputada en Italia.

Su aportación en estos grandes torneos fue fundamental para su selección, en especial en el Mundial celebrado en España en el año 82, convirtiéndose en el héroe para los suyos al detener dos penas máximas en la tanda de penaltis en las semifinales ante Francia, en un partido ampliamente recordado, y etiquetado en el ideario colectivo como uno de los mejores de la historia entre selecciones. Pero Schumacher se convirtió en héroe y villano todo en una. Antes del desenlace final, más concretamente en el minuto 62, sucedió esto:

 

Una terrible y salvaje salida de su portería se lleva por delante al defensa francés Patrick Battiston, que, además de caer inconsciente, sufrió la pérdida de dos dientes, así como la rotura de dos vértebras y la mandíbula. Battiston permanecería más de seis meses sin jugar, y Schumacher quedó señalado de por vida. A todo esto, la acción quedo impune a manos del colegiado holandés Corver, que no apreció nada punible en la acción ante las protestas de los atónitos franceses.

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¡El árbitro no pitó ni falta!

Este suceso, junto a lo sucedido días antes con el «tongo» evidente que se dio en la primera fase en el encuentro Alemania-Austria acabó por generar un odio general hacia la selección germana. Ambos contendientes buscaron un resultado que beneficiase a ambos de cara a su clasificación, renunciando a atacarse entre ambos a partir del minuto 30 de juego, entre los abucheos del público gijonés del Molinón, dejando fuera del mundial a la selección de Argelia. Desde luego, la Alemania de aquellos años no era un equipo que generase grandes simpatías, ya que era un equipo intenso, físico y que jugaba al límite del reglamento, pero a la vez poseía jugadores de auténtica talla mundial como Rummenigge, Littbarski, Stilieke, Breitner, un incipiente Matthäus…y cómo no, nuestro protagonista. Por estos motivos, no fueron pocos los que se alegraron de la derrota alemana frente a Italia en la gran final por 3-1.

Aunque Battiston y Schumacher sellaron las paces tras las correspondientes disculpas posteriores de Toni, lo cierto es que su carrera quedó marcada para siempre por el incidente. Cada visita a un campo contrario, ya fuese con su club o con la selección, se convirtió en los meses posteriores en un continuo carrusel de abucheos e insultos hacia el cancerbero. Para más inri, la fase final de la Eurocopa del año 84 se jugaría en Francia. Alemania seguía conservando los cimientos del éxito de los últimos años, pero aterrizó en un territorio completamente hostil para la ocasión, y lo cierto es que los germanos no cuajaron un buen torneo, quedando apeados en la fase de grupos.

El Mundial de México en 1986, suponía una nueva reválida para la selección alemana. Si bien es cierto que no se presentó con una selección tan potente como la de España 82, seguía existiendo la calidad y el oficio suficiente para alcanzar cotas altas. Ya desde el mismo momento de aterrizar en suelo mexicano, el combinado alemán se convirtió en un auténtico polvorín donde salían a relucir las luchas de egos entre sus protagonistas. Siendo fiel a su estilo, Schumacher se vio inmerso en el centro del huracán, y llegó a ser invitado a abandonar la concentración de la mannschaft por parte de Franz Beckenbauer. Pese al mal ambiente reinante, la sangre no llegó al río, y sería de nuevo Schumacher el encargado de defender la portería de su selección. Una vez más, su actuación resultaría decisiva a lo largo de los partidos, en especial en los choques eliminatorios previos a alcanzar de nuevo otra final en el mundial.

Enfrente se encontrarían a la Argentina del mejor jugador mundial del momento: Diego Armando Maradona. El favoritismo recaía sobre los argentinos, que lo refrendaron adelantándose con un 2-0 que parecía definitivo…salvo cuando uno se enfrenta a Alemania, claro. Y es que los centroeuropeos en un golpe de coraje consiguieron empatar el marcador en apenas unos minutos. Sería un pase providencial del astro argentino el que habilitaría a Burruchaga para marcar el definitivo 3-2 que sellaba el segundo mundial albiceleste.

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El libro de la discordia

Con 33 años y una dilatada carrera profesional, y cuando parecía que al bueno de Toni Schumacher no le quedaban más jardines por visitar, decide publicar en 1987 el libro Anpfiff, traducido al español como «Tarjeta roja», en donde sin ningún tipo de tapujos decide despacharse a gusto con algunos compañeros suyos de selección y sus poco saludables hábitos en las concentraciones, en forma de apuestas, alcohol, tabaco o sexo, reconociendo una profunda enemistad con algunos de ellos como Rummenigge o el portero suplente Uli Stein. Tampoco se corta tocando ciertos temas tabú tales como asuntos de dopaje que le afectaron tanto directa como indirectamente, trapos sucios de directivos de la federación alemana, así como de las desmedidas exigencias de los contratos firmados por los jugadores con sus patrocinadores. Tras no dejar títere sin cabeza a lo largo  de sus 200 páginas, el libro alcanza unas enormes cotas de popularidad en su país, y un enorme revuelo en el entorno futbolístico teutón. Las consecuencias para nuestro protagonista fueron demoledoras, siendo invitado a abandonar el Colonia y la selección alemana. Genio y figura que terminó con este episodio por clavar su propia cruz.

Desde luego, no se trata de una obra maestra de la literatura, y su contenido se halla hoy en día bastante desfasado, pero es un libro que se puede encontrar en varias webs de librerías online, existiendo una buena cantidad de copias de segunda mano por un módico precio. Así que si quieren pasar un rato entretenido y matar su curiosidad, ya saben.

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