El Congo (I): Atrocidades

Cierra los ojos e imagina las mayores atrocidades que puedan realizarse sobre el cuerpo de un ser humano.

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Eso mismo está pasando ahora en el Congo.

La atmósfera de angustia que creó Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas (1902) sigue presente en uno de los países que más ha sufrido el paso del colonialismo, así como sus secuelas.

Las historias de las/os supervivientes son estremecedoras. Prácticamente inimaginables.

«Justo hoy me encontré con una mujer llamada Massika. Ha sido violada tres veces. La primera vez mataron a su marido delante de ella. Lo cortaron a trozos y entonces le pidieron a ella que juntara las piezas de nuevo y que durmiera sobre las piezas. Y la violaron sobre las piezas de su marido. ¿Te imaginas?»[1].

¿Es algo parecido a lo que habías imaginado hace unos instantes?

«Janet, una mujer de 32 años y cuatro hijos que vivía con su marido en una aldea que atacaron los rebeldes. Mataron a su marido y la llevaron a ella y a sus hijos a la selva y, una vez allí, ataron a Janet a un árbol y la torturaron a base de apagar cigarrillos en su cuerpo y violarla. “Pasaron los días, la soltaron del árbol y la dieron de comer carne. Ella quería ver a sus hijos y no la dejaban, hasta que un día le dijeron que la carne que le habían dado para alimentarse eran sus hijos. Ella no asimilaba aquello y le trajeron un saco con las cabezas de los tres niños”»[2].

Asesinato, tortura, violación, despedazamiento de miembros. Dante se quedó corto al imaginar su infierno. Las mujeres padecen especialmente la situación atroz reinante en la República Democrática del Congo. La violación, perpetrada casi a diario[3], es utilizada como arma, «pensada para aterrorizar y destruir el tejido de la comunidad»[4]. La periodista congoleña Caddy Adzuba señala: «Es una guerra que se ha librado sobre el cuerpo de la mujer» e incide en la gravedad de estos crímenes perpetrados contra los cuerpos de las mujeres que ella considera se han transformado en «campos de batalla»[5].

«A dos de las compañeras de la Asociación las mataron y a otras dos las violaron de tal forma que no lograron sobrevivir»[6].

Donato Lwiyando, misionero congoleño, confirma este estado deplorable: «Muchas mujeres han sido violadas, tienen sida, algunas han sido secuestradas y llevadas a la selva, otras han huido a los barrios y allí han caído en las redes de prostitución»[7], allí las usan como carne de lupanar hasta que quedan embarazadas. Llegadas a este punto, las echan de los prostíbulos, abandonadas a su propia suerte.  Por si esto no fuera suficiente, el aborto no se contempla aunque la causa del embarazo sea una violación; la mujer acaba convirtiéndose en una marginada[8].

«Cuando una mujer es mancillada y proscrita es expulsada de la sociedad hasta por su propio marido. […] Violar no es sólo forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, es un feminicidio»[9], asevera Adzuba.

Las violaciones masivas en el Congo son, pues, armas de guerra y de terror. También se utilizan como «paga a la tropa»[10], haciendo de las mujeres esclavas sexuales.

En el documental Sangre en el móvil de Frank Poulsen, un militar del ejército nacional, el FRDC, le explica al documentalista cómo funcionan las cosas:

-Ya sabes, en la guerra usted tiene un objetivo. ¡Matar! Es mucho mas fácil administrar en una guerra que en paz.

-¿Es más fácil administrar en la guerra que en la paz?

-Sí. Porque tienes que alimentar a los soldados. Ellos no hacen nada. Están ahí. Y tienen que comer, hay que beber. Hay que darles un uniforme. Pero en la guerra el soldado mata al enemigo y se lleva su uniforme. Mata al enemigo y consigue unos zapatos. Mata al enemigo y consigue un arma[11].

Las cifras de víctimas del conflicto en la República Democrática del Congo son escalofriantes. Se calculan entre los 6,5 y los 9 millones de seres humanos[12], de entre los que no se escapan los recién nacidos: «Las matanzas de bebés son algo desgraciadamente común»[13], afirma Caddy Adzuba.

Además de los asesinatos y las mujeres, niñas y niños violados y torturados, hay que añadir a la ecuación el contexto de explotación que sufre la mayor parte de sus gentes. Erick Kajemna del Observatorio de Buen Gobierno y Paz revela: «Tenemos los señores de la guerra que explotan. Tenemos grupos armados extranjeros que explotan. Pero también hay congoleños, incluso de vez en cuando oficiales del ejército regular que explotan»[14].

El conflicto, que sobrepasa ya los veinte años de duración, ha dejado a millones de personas sin hogar. «En los alrededores de Goma se levantan varios campamentos de refugiados. Albergan alrededor de 1 millón de personas que han huido de sus aldeas. Aquí malviven»[15]. Fatuma, una mujer congoleña, asegura que en el campo Bulengo de Goma no tienen para comer ni con qué vestirse[16].

Mukesha, una mujer refugiada también en Bulengo, relata su experiencia: «Me caí en un terraplén y cuando escuché que todo se había acabado, me levanté y me fui. Y dios me salvó. A todos los demás los mataron. A todos, a todos, a todos. Veíamos que eran soldados, pero no veíamos qué tipo de soldados eran. Veía uniformes, pero no veía qué tipo de personas eran. Cuando vi todo eso pensé: “Mejor quedarnos aquí”»[17]. Cuando se realizó el documental, llevaba en el campo un año y tres meses. «La vida aquí es muy dura»[18], concluye.

Otra mujer del campo: «Tuvimos que huir por los combates. Llevamos aquí un mes y medio. Nos morimos de hambre»[19]. Un hombre joven refugiado en Bulengo: «¡Necesitamos agua potable! ¡Bebemos agua sucia!»[20].

¿Por qué todas estas atrocidades, sufrimientos e injusticias?

Caddy Adzuba indica la fuente del conflicto: «Las mujeres mueren a cada segundo y son violadas por culpa del progreso tecnológico»[21]. Guadi Calvo señala en la misma dirección: «Mientras el coltán, al precio de dos niños muertos por kilo extraído de las minas ilegales, pueda seguir fluyendo a nuestros cada vez más sofisticados teléfonos móviles, se ha permitido la perpetuación de la guerra»[22].

Ahora me gustaría preguntarte qué sabes acerca de este conflicto. ¿Qué has oído en la prensa, en los noticiarios de la televisión, en la radio o en las redes sociales sobre la situación de la República Democrática del Congo? Si me lanzas la pregunta a mí, te respondo: «Prácticamente nada».

En los siguientes artículos trataré de ofrecer una panorámica acerca de este conflicto sumamente complejo, de sus raíces, así como de los motores que no permiten que cese.


[1] Testimonio de un hombre congoleño en Frank Piasecki Poulsen: Sangre en el móvil, (2010)

[2] Alicia Ibarra: Caddy Adzuba: Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones, Público, 15 de julio de 2015, http://www.publico.es/internacional/caddy-adzuba-morimos-ustedes-puedan.html

[3] Ibídem

[4] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan, (2015)

[5] Alicia Ibarra: Caddy Adzuba: Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones

[6] Ibídem

[7] José Luis Aragón: R. D. Congo. Minerales de guerra, emitido en el programa «En portada», RTVE (2009)

[8] Íbidem

[9] Alicia Ibarra: Caddy Adzuba: Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones

[10] Guadi Calvo: Cuando un genocidio sucede, Rebelión, 28 de febrero de 2017, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223445

[11] Frank Piasecki Poulsen: Sangre en el móvil

[12] Calvo, Guadi: Cuando un genocidio sucede

[13] Alicia Ibarra: Caddy Adzuba: Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones

[14] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan

[15] Ibídem

[16] Ibídem

[17] Ibídem

[18] Ibídem

[19] Ibídem

[20] Ibídem

[21] Alicia Ibarra: Caddy Adzuba: Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones

[22] Guadi Calvo: Cuando un genocidio sucede

5 comentarios en «El Congo (I): Atrocidades»

  1. Sobrecogedor.
    Estas lecturas hacen que uno se despierte en la realidad.
    Son una verdadera catarsis para los lectores occidentales, que vivimos bajo preocupaciones cotidianas casi siempre fútiles, y enfocadas con una perspectiva solipsista y de muy corto alcance.
    Muy interesantes asimismo el amplio aparato de notas a pie, para tener la posibilidad de conocer y profundizar en los libros, documentales y artículos objeto de cita.

    1. Muchas gracias por tu comentario, Daniel.
      Esta serie de artículos sobre el Congo ha sido un duro trabajo de tres meses, pero merece la pena el esfuerzo si finalmente la situación horrible que está sufriendo la población de este país, sale a la luz y llega a lectores como tú.
      Salud,
      Carmen

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