Los ochenta fueron una década que, pese a su giro radical hacia el consumismo desmedido y las pulseras de plástico, rebosó creatividad, imaginación y despiporre.
Una década efímera, de conjuntos musicales que alcanzaban un hit tremendo, frizzante, y acto seguido se desvanecían. Ahora bien, esas bandas, con sus temas en apariencia superficiales hicieron un regalo maravilloso a la humanidad: esa sensación de que algo realmente increíble y sorprendente está a punto de suceder. Lo mismo daba que fuera un nuevo amor, o el asistir a una fiesta.
“Big in Japan” (1984) de Alphaville, banda que cuenta con un par de temas míticos ochenteros más, rompe con esta canción que, a día de hoy, todavía suena como algo nuevo, fresco.
I’m waiting for my man tonight,
it’s easy when you’re big in Japan…
Los temas ochenteros te meten de lleno en un mundo de sensaciones. La entradilla de “Bette Davis Eyes” (1981), con la melodía de los teclados hace estremecer y luego la voz dulce y a la vez quebrada de Kim Carnes…
Her hair is Harlow gold
Her lips sweet surprise
Her hands are never cold
She’s got Bette Davis eyes…
Y cómo no, el amor, temática ochentera por antonomasia. A diferencia de la épica característica de los setenta, aquí el amor se centra en su primera fase, la mejor, en la chispa del enamoramiento. Lo fenomenal de esas canciones de los 80 es la sensación que provocan, ese cosquilleo que te recorre el estómago al conocer a alguien especial.
Desde monerías del synth-pop como “I should be so lucky” (1987) de Kylie Minogue
pasando por “Bello e impossibile” (1986). Ojo al vídeo de estética proletaria industrial y andrógina, con esos tipos de larga cabellera rubia platino, la mujer culturista y Gianna Nannini con el brazo en alto, cerrando el puño , sintiéndolo. ¡Molan tanto!
o por esas canciones románticas, que no baladas -¡aaaagh!- con las que nada más empezar se te encoge el corazón -“Total eclipse of the Heart” (1983) de Bonnie Tyler–
o hacen que te eleves y te sublimes hacia sueños de amor platónico, ideal…
“Lady in Red” (1986) de Chris De Burgh
I’ve never seen you looking so bright
As you did tonight
I’ve never seen you shine so bright
Mmmmm…
I’ll never forget
the way you look tonight…
No obstante, el amor en los ochenta no es sólo pájaros en la cabeza y chocar los talones al saltar en el aire, también puede ser sexy…
“Holding out for a Hero” (1984) de Bonnie Tyler again, comienza con esa velocidad trepidante de clase de aerobic que no cesa en todo el tema. ¡¡Subidón!!
Where have all the good men gone and where are all the Gods?
Where’s the street wise Hercules to fight the rising odds?
Isn’t there a white knight upon a fiery steed?
Late at night I toss and I turn and I dream of what I need
más sexy… “Suicide Blonde”, (1990, ¡ups!) de INXS, con su riff funky que incita inexorablemente al movimiento pélvico…
muy sexy… “She Drives me Crazy”[1](1989) de Fine Young Cannibals consigue la simbiosis perfecta entre el loopsintético, el tambor opaco, la guitarra áspera y el falsete sensual de Roland Gift.
I can’t stop
The way I feel
Things you do
Don’t seem real
Tell you what I got in my mind
‘Cause we are runnin’ out of time
Won’t you ever set me free
This waiting round is killing me…
Ahora bien, lo más característico de los hits efímeros de los ochenta era lo inevitable del move. Los pies se iban a mover sí o sí. ¿Y cómo no hacerlo, con temazos como “Last Night a DJ Saved my Life” (1982) de Indeep
“Video Killed the Radio Star” (1980) de The Buggles
“Geil” (1986) de Bruce & Bongo, donde la introducción del humor en el género del videoclip alcanza un nuevo significado
On Friday the thirteenth of December
Bruce and Bongo discovered Germany’s most successful word,
“Geil”
o “No controles” (1983) de Olé Olé de Vicky Larraz?
No controles mi forma de bailar
Porque es total y a todos les excita
No controles mi forma de mirar
Porque es total y a todos enamoro
No controles mis vestidos, no
No controles mis sentidos
No controles mis vestidos, no
No controles mis sentidos, ¡no!
Entre todo los hits efímeros de los ochenta destaca uno por encima de todos, “Tarzan Boy” (1985) de Baltimora. Su ritmo pegadizo y su estética profundamente ochentera, tanto a lo que se refiere a indumentaria y maquillaje -¡esto sí que es androginia y no la de David Bowie!- como a su forma de bailar
¡¡Imaginación al poder, muerte al miedo al ridículo, viva la música de baile de los ochenta!!
“Tarzán boy” es fetén.
[1] No en vano fue coproducida por Prince, el magnífico.